CESÓ TODO Y DEJÉME. Blog literario

lunes, 26 de octubre de 2009

19. El año que rompí contigo

En 2003 vio la luz El año que rompí contigo de Jorge Eduardo Benavides, una novela que presenta la andadura vital de cuatro jóvenes amigos que viven en el famoso balneario de Miraflores, conocido por su fama de barrio tranquilo y acomodado: Aníbal, taxista en sus ratos libres y ayudante de cátedra en la universidad; María Fajís cuya pasión es la pintura; Chata y Mauricio, periodista radiofónico.
La acción se desarrolla en Lima- "capital mundial de la desesperanza" como la llama Benavides- en el año 90, momento clave en la historia del Perú pues a través de los acontecimientos cotidianos de los personajes se pone de manifiesto la agitada situación que se vivió antes de la llegada al poder de Fujimori. Por tanto, los protagonistas son testigos de los últimos coletazos del gobierno de Alan García, unos años que fueron ciertamente inestables. Buena muestra de ello da el escritor en sus páginas a través de estos jóvenes que intentan vivir al margen de la cruda realidad ("ya me fastidia tener que escucharos especulando con el Perú o los Perúes, me da igual, y no mover ni un solo dedo. Ni para un lado ni para el otro"), pero que poco a poco toman conciencia de la problemática de su país. Así, se presenta una sociedad limeña marcada por el miedo, las huelgas, los atentados y la inseguridad que se vivía en el país a causa de la acción del grupo terrorista Sendero Luminoso, marbete procedente de una máxima que escribió José Carlos Mariátegui-fundador de la revista Amauta- en un periódico de su partido (Partido Comunista del Perú): "El marxismo-leninismo abrirá el sendero luminoso hacia la revolución", una revolución que se considera que se debe efectuar desde el campo hacia la ciudad y que trajo consigo la escalofriante cifra de más de 30 mil muertos. Asimismo, se alude en esta obra a la acción del MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), organización inspirada en las guerrillas de izquierdas de otros países.
Como ya se ha apuntado, los protagonistas intentan vivir al margen de esta cruda realidad pues se sienten protegidos en su burbuja mirafloriana - si bien les preocupa la "cholificación del país"- mas paulatinamente sienten cómo esa realidad se instala en sus vidas y pasan a ser testigos de primera mano de la decadencia de su nación: "el espectáculo del Perú hundiéndose como un nenúfar en sus propias miasmas era algo cotidiano, todo el mundo lo sabe, pero desde hacía un tiempo ya ni siquiera resultaba necesario salir de Miraflores para asistir a las diarias exequias de una nación sin remedio".
Dos son los momentos clave que llevan consigo la toma de conciencia por parte de los personajes de la tremenda situación del Perú. En primer lugar, se produce un atentado con coche bomba en una de las calles del citado balneario (en 1992 sucedió en la calle Tarata) del que María Fajís salió ilesa pero que supuso que Aníbal y ella vieran de cerca la cara de la muerte. En segundo lugar, Mauricio recibe en la radio en la que trabaja una amenaza en forma de carta del MRTA y un libro en el que se exponen los principios de dicho movimiento. Vive, por tanto, bajo la atenta mirada de los terroristas que intentan coaccionar su libertad de expresión en un momento muy próximo a las elecciones que darían la victoria a Fujimori.
A partir de este momento, la vida de los cuatro amigos se dificulta en perfecto paralelismo con la situación del país. Son testigos de cómo en "Lima. Putísima, horripilante, asquerosa Lima. Amada Lima" la matrícula de la universidad se encarece, el alquiler de sus apartamentos sube, hay falta de trabajo, aumenta la inseguridad en las calles y la universidad se politiza con debates constantes ante los próximos comicios. Una situación decadente ésta que llega a contaminar la relación de pareja de Aníbal y María Fajís, quienes se acaban convirtiendo en auténticos desconocidos que buscan consuelo en otros brazos. Su relación se rompe, del mismo modo que se está resquebrajando el país y Aníbal se entrega a una desconocida pues quiere obviar los avatares nefastos que azotan su vida privada y pública. Ahora bien, en su huida personal elegirá a compañeros poco aconsejables sin saberlo y vivirá, a causa de su ignorancia, en sus propias carnes el dolor de la equivocación, del engaño, de la soledad y de los interrogatorios policiales. Y es que su alejamiento de María Fajís supondrá su acercamiento más rotundo a esa realidad que obviaba al principio de la novela.
En definitiva, Jorge Eduardo Benavides presenta una interesante reflexión sobre un momento tan importante de la historia del Perú como fueron los momentos previos a la victoria de Fujimori. Son muchas las ocasiones en que se explica al lector cómo ya desde la Colonia en el Perú se subordinó la cultura indígena a la extranjera y cómo esa situación no ha mejorado sino que tradicionalmente se ha considerado a los indios como mano de obra barata. La democracia también les dio de lado y fruto de esta realidad es el momento que refleja Benavides en su novela. Ante esta situación, los personajes intentan encaminar sus vidas hacia adelante mas son muchas las ocasiones en que se interrogan "¿adelante es hacia dónde?" pues están atrapados en un dédalo de miedo, atentados e inseguridad. Leer esta novela me trajo a la mente imágenes de la amenaza terrorista que azota también a nuestro país pues aquí, lamentablemente, conocemos bien lo que es el terror, la muerte injusta y la coacción de la libertad de expresión. Ojalá no hubiera podido hacer esta asociación entre España y Perú y que ambos países no aparecieran hermanados en mi mente por el sinsentido del terrorismo. Ojalá llegue el día en que todos los países y naciones del mundo caminen con paso firme hacia la igualdad, la justicia, la verdadera democracia y la paz sin dudar hacia dónde es adelante.

martes, 13 de octubre de 2009

18. "Ágora" y la Biblioteca de Alejandría

El estreno de la película, Ágora, de Alejandro Amenábar, ha aventado las olvidadas cenizas de la legendaria Biblioteca de Alejandría. El esquema argumental de la cinta es básicamente histórico aunque, como veremos más adelante, el director se permita algunas licencias. Ágora se centra en torno a la figura de Hipatia, personaje que vivió realmente a caballo entre los siglos IV y V de nuestra era, matemática, astrónoma y filósofa, e hija de Teón, director de la Biblioteca en aquel tiempo. En vida de Hipatia, la Biblioteca hacía ya cerca de 600 años que existía, desde que el primero de los Tolomeos la fundara y Demetrio de Falero, antiguo general de Alejandro Magno, impulsara la importación de libros. Les siguió Zenodoto de Éfeso, primer director de la Biblioteca, que fue primero también en elaborar una edición crítica de Homero. A partir de ese momento, la nómina de eruditos que trabajaron para el Museo (como también se le llamaba a la Biblioteca por considerarse templo de las Musas) no hizo más que aumentar: matemáticos como Euclides; astrónomos como Aristarco de Samos, tan presente en la película de Amenábar, que se anticipó en más de 18 siglos a las teorías de Copérnico sobre la rotación de la Tierra y su movimiento alrededor del Sol; médicos como Herófilo y Galeno, este último referencia indiscutible hasta el siglo XVII; literatos como Calímaco, Apolonio de Rodas, el creador de Las argonáuticas o Aristarco de Samotracia, autor de un Canon alejandrino, que clasifica las mejores obras literarias griegas; físicos como Arquímedes; geógrafos como Estrabón; filósofos como nuestro Séneca; exégetas bíblicos como Filón (no olvidemos que en la Biblioteca de Alejandría se tradujo al griego la Biblia, conocida como la Biblia de los Setenta, aunque parece que fueron 72 los traductores de tan magna empresa) y sabios inclasificables por la vastedad de su saber como Eratóstenes de Cirene o Claudio Tolomeo. Por nombrar sólo a unos pocos.

Con estos antecedentes, Hipatia era, pues, heredera no sólo de un enorme legado científico (se dice que la Biblioteca albergaba en sus anaqueles más de 50.000 libros en tan solo dos años de vida, ¡imaginemos el fondo bibliográfico en tiempos de nuestra heroína!) sino, sobre todo, depositaria de un ferviente amor hacia el conocimiento, acentuado por el cargo de su padre. Así nos la pinta Amenábar en su película, una mujer entusiasta de sus investigaciones, a veces absolutamente ensimisada en ellas, que vive con pasión cada nuevo hallazgo y transmite su ciencia a los alumnos con contagiable agitación espiritual. Parece que las enseñanzas de Hipatia no se produjeron en el Museo, como nos muestra la película. Las diferentes fuentes apuntan a un magisterio callejero, itinerante o bien en su propia casa. Lo que sí es cierto es que entre sus discípulos contó con muchos que después medrarían en política y que alcanzarían cargos relevantes. Es el caso de Orestes, a la postre pretor de Roma en Alejandría o de Sinesio, que alcanzó el obispado de Cirene, tras convertirse al cristianismo. La anécdota presente en la película del pañuelo teñido con la menstruación de Hipatia para alejar a su pretendiente, el todavía alumno Orestes, parece cierta pero no lo es tanto el destinatario del pañuelo. Hipatia estuvo realmente casada con el filósofo Isidoro, aunque se dice que la inclinación homosexual de éste dejó a Hipatia virgen; otra fuentes cuentan que fue Sinesio el pretendiente y no Orestes. De hecho, de Sinesio se conservan algunos documentos que demuestran una relación epistolar con Hipatia. También es dudosa la atribución a Hipatia en la película del descubrimiento de la forma elipsoidal de la órbita terrestre, aunque la nula conservación de sus obras, así como su estudio de los antiguos astrónomos, deja abierta esa posibilidad a los románticos.

Por lo demás, la película es un testimonio fidedigno de la intransigencia que azotó a Alejandría en aquellos tiempos. La llegada al poder de Teodosio en Constantinopla supone, mediante el Edicto de Tesalónica del año 380, la oficialización del catolicismo. Este impulso, junto con la radicalidad de los patriarcados de Teófilo y de su sobrino Cirilo, hicieron olvidar a los cristianos su antigua condición de mártires y ahora son éstos quienes persiguen y aniquilan primero a los paganos y después a los judíos, tras siglos de armónica convivencia en Alejandría. La Biblioteca y, con ella, Hipatia serán también víctimas. Siglos de conocimiento recopilados pacientemente en millares de papiros son destruidos por ser considerados heréticos en nombre de una única verdad. La película está empapada de un profundo escepticismo en los hombres y en los dioses. Son numerosos los planos de la Tierra, solitaria, desde donde se oye el rumor lejano de la humanidad enfrentada por una verdad que ni ella misma conoce, mientras el universo infinito es testigo mudo del desvarío del planeta. También Hipatia hace referencia, en algún momento, a que la Tierra es un planeta errante. Más allá del tecnicismo astronómico, el término es muy connotativo. De profundo lirismo es la última visión de Hipatia y tremendamente efectistas las circunstancias de su muerte prematura, en plena juventud, aunque sabemos que la sabia murió bastante más mayor.

Nadie sabe cómo desapareció la Biblioteca de Alejandría. Algunos afirman que fue incendiada por Julio César, otros aseguran que fue Teodosio, aquellos que el califa Omar. Tanto da. El verdadero drama no reside en el quién si no en el porqué. La turba que lapidó a Hipatia o que quemó el Museo lo hizo conminada por un líder que, ávido de perpetuar su poder, manipuló la mente de las gentes, aprovechando su ignorancia. Por eso el saber nos hace libres. La ciencia amaniata al déspota y democratiza a los hombres. La figura de Hipatia, auténtica mártir de la ciencia, debería ser un ejemplo en un tiempo, el nuestro, donde languidece la curiosidad y el ansias de conocer y donde el adocenamiento marca las directrices que convienen a unos pocos. Ojalá que el único fuego que arda en adelante sea el del Faro de Alejandría y que éste ilumine nuestro regreso a su eterna, nunca destruida Biblioteca.

lunes, 5 de octubre de 2009

17. Días de vino y rosas

Tras doce semanas en el teatro Lara de Madrid, ha comenzado la gira por España de Días de vino y rosas, adaptación teatral de la oscarizada película dirigida por Blake Edwards y protagonizada por Jack Lemmon y Lee Remick que, a su vez, se basó en una obra teatral filmada para la televisión americana.

La encargada de resucitar en las tablas españolas la citada producción es Tamzid Townsend, quien ha elegido a Carmelo Gómez y Silvia Abascal para encarnar a Luis y Sandra; aquél, un habilidoso relaciones públicas que en Nueva York se encargará de gestionar la proyección mediática a nivel mundial de un jugador español de la NBA y ésta, una funcionaria hastiada que ha decidido tomarse un año sabático para disfrutar de una nueva vida en la Gran Manzana. Ambos se conocen en el aeropuerto y ya en su primer encuentro surge una complicidad especial que desembocará en una bonita historia de amor.

La pareja consolida su relación y poco a poco va construyendo ese paraíso por el que suele brindar a menudo: "¡Juntos hasta en el paraíso!". No obstante, esta felicidad se verá truncada por una fuerza mucho más potente que el amor que se profesan y que el hijo que tienen en común: la adicción al alcohol de Luis y que Sandra también acabará padeciendo a pesar de su abstemia inicial. Por tanto, la acción del drama gira en torno a la problemática del alcoholismo a modo casi de ensayo pues se analizan y se muestran al público cuáles son los posibles desencadenantes de esta enfermedad y cuáles sus funestas consecuencias. Así, asistimos al progresivo declive de los protagonistas que ven cómo su afición a tomar copas como un mero acto de relación social, como un modo de celebrar sus éxitos, se va convirtiendo en el eje que vertebra sus vidas, en el motivo de su existencia puesto que no conciben el día a día sin una copa en la mano.

Paulatinamente, el paraíso por el que antaño brindaban se transforma en un verdadero infierno que destruirá sus vidas: los compromisos profesionales, sus amistades y, lo que es más importante, su hijo Pablo pasarán a un segundo plano ya que lo fundamental para la pareja será disfrutar de interminables noches de desfase alcohólico.

En cuanto a la interpretación, confieso que el tándem Gómez-Abascal me sorprendió gratamente. Es indudable la valía profesional de ambos, mas juntos forman un dúo que se complementa a la perfección. Son capaces de mostrar al público la evolución psicológica que Luis y Sandra experimentan a lo largo del drama sin sobreactuar cuando aparecen en escena ebrios, sino que dotan de la intensidad necesaria a cada escena sin rozar lo ridículo o la pantomima. Reside en los actores, pues, el éxito de la obra ya que un texto como Días de vino y rosas bien pudiera haber sido un fracaso con intérpretes sobreactuados y sin fuerza escénica. Siempre es un riesgo representar una pieza con un elenco tan reducido pero, en este caso, la "reina Midas del teatro español" - como un conocido periódico de tirada nacional bautizó a Tamzin Townsend- ha acertado en su elección. Dejando en un segundo plano el andamiaje teatral, la directora opta por la sencillez escénica a favor de la carga interpretativa de los actores, quienes son capaces de crear un microclima especial que envuelve al espectador y lo involucra en la historia desde el primer minuto.

Otro acierto destacable de la puesta en escena es la selección musical. La archiconocida canción de Louis Armstrong que habla del "wonderful world" se convierte en la banda sonora de la relación de los personajes, pero a medida que avanza la acción ésta se deforma del mismo modo que Luis y Sandra se van perdiendo en el abismo del alcohol y construyen así un "horrible world" en el que una voz deformada, entrecortada y desafinada de un desconocido Armstrong ambienta sus noches de desenfreno.
En definitiva, varios son los ingredientes que se combinan en esta representación que contribuyen al éxito del cóctel pero sobre todos ellos destacan, por una parte, la buena interpretación de los actores, quienes han sido capaces de plasmar de modo muy verosímil el infierno en que viven las personas alcohólicas; y por otra, la acertada dirección de Tamzin Townsend que consigue no dejar indiferente al espectador pues, me atrevo a asegurar, muchos salieron del Teatro Principal con hambre de rosas mas sin sed de vino.