La presencia del poeta Antonio Carvajal en el Aula de Poesía de l'Antena del Coneixement de la URV en Cambrils, dirigida por Ramón García Mateos, dejó patente entre el auditorio uno de los principales rasgos de su faceta humana: la autenticidad. El dato no resultaría relevante si no fuera porque ésa es también una de las piedras angulares de su obra; en pocos autores como en Carvajal se da esa intrínseca comunión entre vida y obra, no sólo como mero trasunto autobiográfico sino, sobre todo, como verso palpitante de vida y para la vida. O, en palabras de Antonio Chicharro, la poesía [de Carvajal] es la concreción verbal de un modo de vida, es la hermosa y brillante ceniza que el poeta recoge pacientemente en la hoguera del vivir, experiencia y existencia fundamentales a manos llenas. Su poesía no es, pues, un ejercicio retórico válido en sí mismo, sino en casación íntima con la vida de la que se nutre. Por eso, los temas de su poesía evolucionan desde el inicial y exultante optimismo vital de Tigres en el jardín (1968), con el amor y la naturaleza como constructores armónicos de la felicidad humana, pasando por la negación de ese optimismo en Serenata y navaja (1973), hasta llegar a la desolación de Testimonio de invierno (1990). En Alma región luciente (1997) hallamos ya el sabio y sereno equilibro de la madurez que matiza desde una actitud contemplativa las obras anteriores.
Esta autenticidad es la que otorga a Antonio Carvajal su originalidad pues, como él mismo ha declarado, "la autenticidad del poema [es] manantial de todas las originalidades, porque como cada ser humano es único e irrepetible, si su obra es auténtica, reproducirá esa unicidad y esa irrepetibilidad". Lo original, por tanto, no tiene que ver ni con los experimentos ni con la ruptura iconoclasta; en su poema "Servidumbre de paso" ironiza sobre los que dicen cosas como "Tus dientes/son como los piñones, tan parejos; tus pupilas, semáforos/de vía libre; el cuello/como una levantada grúa; todo/tu ser como edificio de oficinas", en clara alusión a los Novísimos, escuela a la que él no se adscribió nunca. Y es que hay en Carvajal un profundo respeto a la tradición y al clasicismo, reformulados, eso sí, con su voz particularísima. Así, en su poema "A Carlos Villarreal", de Serenata y navaja, alude al lugano, ese pájaro que imita el canto de otros pájaros, que es una clara defensa de la intertextualidad. Ésta aparece en varios poemas, como en "Vega de Zujaira", de Sol que se alude (1983) cuyos versos caminan alumbrados por otros de García Lorca, en un homenaje al poeta granadino; o en "Testimonio de invierno", donde traza un río, "nuestra vida, su curva de ballesta/en torno a otro dolor, otra esperanza,/aun sin saber si acaso habrá un mañana" de ecos manriqueños en la metáfora la vida como río pero también machadianos en esa "curva de ballesta" con la que el genial poeta sevillano describía al Duero a su paso por Soria. El mismo título Alma región luciente reproduce un verso de Fray Luis de León y la recuperación exquista del soneto en Sitio de ballesteros (1981) es un guiño a nuestros Siglos de Oro. Una muestra ejemplar de cómo se puede hacer poesía moderna sin acudir a esas vanguardias mal entendidas que repudian la tradición o que, de recogerla, sólo demuestran el intento de ocultar su incapacidad por crear obras meritorias, tomando al clásico con el pretexto del homenaje y de la originalidad y ultrajándonos con sus "arreglos".
Brevísima antología
- Junto a una magistral fábrica formal (no en vano, Carvajal es profesor de Métrica en la Universidad de Granada), el estilo de nuestro poeta es capaz de referirse a las cosas más sencillas con las palabras más hermosas y a los temas trascendentales con una sencillez que los allana y hace más comprensibles. Así, el simple florecimiento de los narcisos es expresado con un cromatismo casi orgiástico de sacrílego paganismo y tintes eróticos:
Y se propagan y se ofrecen y su obsequio
es cuasi monacal, como si una vidriera
de ponientes áureos derramara
no sé qué olvido glorioso en el tocado
de la novicia, ella, tan nueva, entrada
en la sabiduría de la entrega.
("Narcisos", Siesta en el mirador, 1979)
- O aquel homenaje al cántaro de agua que, participando en su origen de los mismos elementos que el ser humano (en una génesis de raíces presocráticas, el arjé y los cuatro elementos) tiene, no obstante, una meta mucho más humilde: saciar la sed del hombre:
Todos nacimos, todos, como nace el estío,
desde un fulgor vibrante y una caliente espada,
y nacimos de barro, y nacimos de río,
y nacimos de hogueras y de una brisa helada.
[...]
Pero algo más humilde quedó a medio camino,
y si nació de barro, de agua, de brisa y fuego,
se resignó a ofrecerse para la sed del hombre.
¡Oh, quieto cantarillo, que conservas el trino
del alfar en la aurora, del horno siempre ciego,
déjanos en los labios el agua de tu nombre!
("El cantarillo", Tigres en el jardín, 1968)
- Por su parte, los temas graves adquieren en ocasiones su sentido más denotativo y, por lo mismo, son más crudos y hieren sin medias tintas líricas:
Y supo que es peor la soledad
que la muerte. Peor la soledad
que la muerte. Porque el hombre,
en muriendo, se acabó.
Pero la soledad no da descanso,
deja que ardan los cuerpos sin sentido,
deja que el alma se agrie, deja el alma
como un papel al capricho del viento,
y en su vaivén la lleva desde el suelo
hacia un cielo negado, y la abandona
en un rincón inerte, sucia, expuesta
al paso de los días sin clemencia.
("Señor y perro", Testimonio de invierno, 1990)
- Por supuesto, su quehacer poético también será objeto de reflexión. Carvajal encuentra aquellos mismos problemas que frustraron a Bécquer: el mezquino idioma incapaz de la idea justa. Pero el poeta se redime de ello con que alguien pueda encontrarse en sus poemas:
Ya sabemos de coro que las almas
no se pueden mostrar sino en vislumbres,
que no hay palabras suficientes, que,
aunque tintos con sangre de los días,
rotos de vos y ardidos de esperanza,
los poemas no alcanzan el prodigio
de trasfundar un alma en alma ajena
[...]
Breve sol, fácil pájaro, humo tenue:
¿qué más podemos esperar, qué gozo
mayor puede ofrecernos un poema
que ver cómo conmueve un aterido
corazón, cómo levanta una esperanza,
cómo reafirma un sueño en otros ojos?
¿qué más podemos esperar, qué gozo
mayor puede ofrecernos un poema
que ver cómo conmueve un aterido
corazón, cómo levanta una esperanza,
cómo reafirma un sueño en otros ojos?
("Patio cerrado", Alma región luciente, 1997)
- Son otros muchos los temas que encontraremos en Carvajal; pero en este artículo, que sólo quiere ser un acercamiento a su poesía, deseo terminar con el que podría ser su poema legado:
Si mañana no vivo, si mañana
queda inmóvil la luz en mi ventana
sin mi apresuramiento y mi figura,
sabed que algún soneto os he dejado
y que, cruzando del olvido el vado,
salvé de tantos cuadros la hermosura.
El puñal me lo llevo entre los dientes
porque morder las frases más mordientes
es caridad, si no cautela humana.
¿Qué os dejo? Mi palabra agradecida
y nada más. Si acaso, una manzana
que en vuestras bocas suene a fresco fruto.
Iré a otra luz. La luz no guarda luto
por quien la amó en el arte y en la vida.
("Poema final", Raso milena y perla, 1996)
("Poema final", Raso milena y perla, 1996)
Dedicatorias
A mis alumnos de Literatura, que quisieron acompañarme al recital de Carvajal y me hicieron con su presencia muy feliz. (En la foto, Píramo y sus alumnos junto al poeta).
A Antonio Carvajal por su cercanía y por su inolvidable recitación privada de "El cantarillo".
Encuentro interesante la poesía de Carvajal, a quien no conocía. Como en todas las artes –también las plásticas–, opino que es bueno para todo artista no zambullirse en las vanguardias sin otro fin que romper con la tradición; al contrario, conviene buscar el término medio entre la tradición de la que todos hemos bebido y la aportación personal.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu artículo y tu selección de los poemas. Y estoy totalmente de acuerdo con lo que comenta Gerard Fuster.
ResponderEliminarFantástico artículo. Hay que reconocer que el autor es totalmente cuotidiano y más que un poeta se acercaba a un pueblerino, que es lo que es y lo que no trata de ocultar. Su espontaneidad y naturalidad nos fascinó a todos y cambió esa opinión de personaje altivo y severo que concebíamos de un autor común. Por cierto, tienes unos alumnos muy guapos.
ResponderEliminarDebo confesar que no conocía a Carvajal, pero las poesías que has seleccionado me han gustado bastante. Me parece muy bonita la experiencia que viviste con tus alumnos, estás consiguiendo despertarles el gusto por la literatura y eso es un gran logro. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias, Gerard. Ya conoces mi defensa a ultranza de la tradición.
ResponderEliminarGracias, Javier. Celebro que te haya gustado la selección; creo que los hay, incluso, mejores.
Vamos a decirlo mejor, Adrián. Venga. Primero cambiamos "cuotidiano" por "cotidiano". Pero eso no es culpa tuya, sino de lo poco "cuotidiano" que es el español en las aulas catalanas, porque no me vas a decir que utilizas el término como arcaísmo deliberado, ¿no? Luego, le vamos a decir a Carvajal, que más que pueblerino, es un hombre llano y sincero. Mejor, ¿no? Lo demás que dices, muy bien. Algunos poetas suelen ser vanidosos, es casi algo inevitable, por humano. Pero no todos. Y lo de que los alumnos son muy guapos, absolutamente de acuerdo. Los más guapos que he tenido. Gracias. Un abrazo fuerte.
Tisbe, tú sabes de buena tinta la emoción de ese día para mí. Lo sabes porque fuiste la primera a quien llamé corriendo para contárselo. En los recuerdos de ese día, además de la experiencia con Carvajal y mis alumnos, está la imagen casi desvalida de un profesor en el interior de su pequeño y viejo coche, rindiéndose a la emoción compartida de un momento inolvidable. Y tu voz cómplice llega todavía a mis oídos. Gracias por estar ahí, también, en esos momentos felices. Los haces aún más.
Hoy, 2 años y pico después, descubrimos con satisfacción que Antonio Carvajal ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía. Enhorabuena.
ResponderEliminarPíramo, tus artículos me hacen amar más, si cabe, la poesía.Sabes, como nadie, fragmentar la obra del poeta y darle esa visión exacta en forma y sentir.Logras reforzar ese lazo umbilical que ya el autor pretende con el desconocido lector.Me gustó, disfruté mucho, varias veces, con la lectura de tu artículo y la poesía de Antonio Carvajal, un grande, sin duda, merecedor de ese premio y muchos más. Un abrazo, Fernando.
ResponderEliminarGracias, Paquita. Palabras como las que me dedicas son el mejor acicate para continuar en la brecha. Un abrazo.
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