Esta semana he leído con gran sorpresa, y todavía mayor alarma, las reacciones que desde diferentes medios de información y sectores de la Administración pública han suscitado los resultados del informe PISA, que evalúa el rendimiento académico de nuestros estudiantes. Mi asombro procede de la relativa indolencia y, casi diría optimista satisfacción, con que se han recibido dichos resultados.
Muchos titulares se recreaban en la supuesta mejoría que los datos del informe arrojan acerca de las aptitudes de los alumnos; y esa mejoría parece bastar a muchos para persuadirse a sí mismos de que el problema de nuestras aulas no es tan grave como parece. Nadie discute que cualquier avance en materia de educación sea positivo pero, como se suele decir, los árboles debieran también dejarnos ver el bosque. De todos modos, bien mirado, todo esto no tendría que extrañarnos tanto. No es más que la actitud que hace ya mucho tiempo, demasiado tiempo, reproduce nuestra sociedad ante los grandes problemas, ese conformismo abúlico que, lejos de perseguir la excelencia, se resigna a la mediocridad y la da por buena. En nuestros centros educativos pasa lo mismo. Hoy en día, los criterios de evaluación han pasado de la exigencia a la sistemática y mezquina concesión. El alumno no llega a los mínimos exigibles de la etapa pero “es voluntarioso, no molesta, está calladito y, al menos, no da problemas”. Y se le aprueba y se le promociona y llega a la universidad (nunca la universidad había sido el cubil de tanta alimaña intelectual como hoy) y, quién sabe, hasta podrá llegar a ser el profesor que perpetúe la podredumbre.
En Cataluña, el “conseller” de Educación, Ernest Maragall, destaca, a la luz de los datos del informe PISA, que éste “es el mejor anuncio posible contra los tópicos del fracaso escolar”. No importa que en la mayoría de competencias, los estudiantes sigan por debajo de la media europea. Y, en un ejercicio de autocomplacencia, erige al Departamento de Educación como el gran adalid de las mejoras en competencia lectora, gracias a los ejercicios prescriptivos que obliga a realizar en el sexto curso de Educación Primaria. No será gracias a esos ejercicios, no. Para que ustedes se hagan una idea del nivel de las actividades de comprensión lectora a las que se refiere nuestro “conseller”, las preguntas que el alumno deber responder sobre un texto dado se encuentran explícitamente en el mismo texto; es decir, si en el texto dice que “Juanita llevaba puesto en el pelo un lazo rosa”, la pregunta a resolver es: “¿De qué color era el lazo que llevaba puesto Juanita en el pelo?”. Es como preguntar por el color del caballo blanco de Santiago. No obliga al alumno a deducir, a leer entre líneas, a relacionar, a interpretar. Esas actividades no son más que una estrategia política para, una vez corregidas, proclamar a los cuatro vientos que no hay problemas, que los alumnos son unos ases en comprensión lectora. Ese mangoneo político de la imagen pone bajo sospecha, incluso, a la propia Selectividad. Se dice que la dificultad de los exámenes de Lengua Catalana en las PAU es superior a las de Lengua Castellana y, una parte del profesorado está por reconocer que se trata de una estrategia política para acallar las voces de quienes opinan que el castellano recibe poca atención en las aulas y justificar la feroz inmersión al catalán que es hoy su política lingüística. Si los resultados de Castellano son buenos y los de Catalán no lo son tanto, la estadística es el mejor aval para prolongar el sistema. Y es que educación y nacionalismo van de la mano en Cataluña. Lo importante del informe PISA no son sus pésimos resultados, sino que colocan a Cataluña por encima de la media del resto de España. Y con eso comemos. Hace falta una pildorita de Vargas Llosa para esa “religión provinciana de corto vuelo, excluyente”.
Triste futuro el que nos espera, varias generaciones perdidas y tan sólo aquellos que tienen una familia que incrementa la exigencia podrán llegar a disfrutar de la disciplina
ResponderEliminarUn saludo
Coincido con Capitán en la importancia de la familia para inculcar en los estudiantes el valor del esfuerzo. Mientras esto no suceda, difícilmente podremos mejorar el nivel de los alumnos. Como docente, a veces siento como si estuviese intentando mover una montaña yo sola y frustra mucho no ocnseguir casi nada. Esperemos que pronto resurjan los valores del esfuerzo, la disciplina y el amor al estudio.
ResponderEliminarNuestra sociedad está resiganda a la mediocridad.
ResponderEliminarEsfuerzo, disciplina y amor al estudio, dice bien Tisbe, son la solución a nuestros problemas.
También lo decía Jaime Balmes:
"Conciencia tranquila, designio premeditado, voluntad firme;
he aquí las condiciones para llevar a cabo las empresas.
Esto exige sacrificios, es verdad;
esto demanda que el hombre se venza a sí mismo, es cierto;
esto supone mucho trabajo interior, no cabe duda;
pero en lo intelectual, como en lo moral y en lo físico,
en lo temporal como en lo eterno,
está ordenado que no alcanza la corona
quien no se esfuerza en la lucha."
Gracias por visitar mis poemas.
Un saludo
-Capitán y Tisbe: la solución debe estar en un cambio profundo de nuestro sistema educativo y en una recuperación del concepto de autoridad. Lo tradicional siempre se tilda de arcaico y rancio. Pero lo cierto es que los que se formaron siguiendo la vieja escuela están en las antípodas de los estudiantes de hoy. Y, creo, somos felices. Y, creo, no estamos traumatizados.
ResponderEliminarJesús, qué bien traído ese poema. Gracias por su acertado comentario. Por su bitácora me paso siempre que tengo un momento de asueto que, por desgracia (o no) es pocas veces.
¡Qué casualidad! Yo buscando información sobre el informe PISA, y me sale tu blog Fernando.
ResponderEliminarYo mismo en el "Treball de recerca" otra de las medidas inútiles y para hacer perder tiempo a los estudiantes por parte de la Generalitat, estoy analizando las influencias de las familias en el rendimiento académico de los jovenes y lo que se puede extraer de ello es una falta de motivación, una falta de atención grandísima por parte de las familias en muchos niños.
Estos lastres que presenta la sociedad yo creo como opinión personal sólo se pueden solventar educando correctamente a los padres, en estos tiempos donde lo que predomina es la falta de moralidad y ética por parte de ellos.