Sabine Sicaud (1913-1928) |
Yasmín Bonjoch |
Esta semana cedemos una habitación de esta casa nuestra a mi alumna Yasmín Bonjoch. Yasmín cursa 2º de Bachillerato y está realizando el trabajo de investigación prescriptivo en Cataluña para ese curso, que yo mismo le estoy tutorizando. El trabajo trata de recuperar la figura de la poeta Sabine Sicaud, niña prodigio de las letras francesas que vio truncada su prometedora carrera debido a su muerte prematura. Yasmín Bonjoch ha traducido toda su obra al español y ha trazado exhaustivamente todos los pormenores sobre su biografía y sobre sus poemas, con amoroso afán. Incluso ha realizado un trabajo de campo en la misma Villenueve-sur Lot, la localidad donde nació y murió Sabine Sicaud. Como colofón a su trabajo, le hemos cedido nuestro espacio en nuestra columna dominical del Diari de Tarragona, donde ha podido dar a conocer la figura de una poeta prácticamente desconocida pero muy cara para Yasmín y para todos aquellos que se han acercado alguna vez a su obra. Alumnas como Yasmín Bonjoch demuestran que no todo está perdido en este país. A continuación reproducimos su artículo.
EL CENTENARIO OLVIDADO DE SABINE SICAUD
Por Yasmín Bonjoch
El próximo mes de febrero se cumplirán 100 años del
nacimiento de la poeta Sabine Sicaud y nadie hablará de ello. Supongo que es
normal. Su obra se publicó en ediciones de escasa tirada, los poemas nunca han
sido traducidos al español y, sobre todo, su muerte temprana, en 1928, cuando
contaba tan sólo con 15 años de edad, la convirtió en una efímera anécdota
literaria. ¿Quién puede acordarse de ella?
Sin embargo, Sabine Sicaud es un caso único en la
historia de la literatura francesa. Nació el 23 de febrero de 1913 en un pueblo
del suroeste de Francia llamado Villenueve-sur-Lot. De familia erudita, fue
educada junto a su hermano Claude, en su mansión “La Solitude”. Allí, en mitad
de la naturaleza, Sabine comenzó a escribir poesía a los 6 años, alimentando
sus versos de todo aquello que su excepcional capacidad de observación le
ofrecía: hablaba de los árboles del jardín de su finca, de las flores que veía
desde su ventana y de los animales que encontraba, creando una simbiosis
íntima, casi de un panteísmo místico, y con una perfección formal y una hondura
impropias de una niña de 10 años, edad en la que ya había leído a Dante,
Cervantes o Shakespeare. Da cuenta de su tremenda precocidad, su triunfo a los
12 años en los Juegos Florales de Francia con un poema que había escrito ¡a los
9 años! Pensemos que Víctor Hugo, por poner sólo un ejemplo, ganó esos mismos
Juegos en 1819 a la edad de 17 años. En el jurado que premió a Sabine,
estaba la célebre Anna de Noailles, que no dudó en catalogar el texto premiado
como una obra maestra. El entusiasmo por el descubrimiento de esta nueva
promesa literaria, llevó a Anna de Noailles a escribir el prefacio del primer
libro que Sabine publicó, Poèmes d’Enfant, a la edad de 13 años. Es la
etapa denominada de sus “Primeros poemas”, basada en la preocupación por los
seres pequeños y vulnerables de la Naturaleza y su complicidad con ella. Le
siguió la etapa de “Caminos”, que bebe del exotismo de Valéry Larbaud y utiliza
la figura del camino como metáfora de la búsqueda de la sabiduría y del
autoconocimiento, y la huida hacia lugares lejanos en el espacio y en el tiempo,
adoptando la idea de la reencarnación. Subyace en esta etapa la idea del camino
como fin en sí mismo, sin importar el destino.
Dolor, te odio.
Todo parecía apuntar a un futuro lleno de laureles
para la niña prodigio de la literatura francesa, pero a los 14 años, en el
verano de 1927, cuando Sabine se bañaba en el río Lot, se hirió en un pie.
Pocos días después, empezó a quejarse de un extraño e insoportable dolor en la
pierna que acabó por trasladarse al resto del cuerpo. Los doctores no pudieron
encontrar la anomalía que la torturaba, quedando Sabine finalmente postrada en
la cama de su habitación, con la ventana siempre abierta como único contacto
con la naturaleza que tanto amaba. Actualmente se sabe que “la diminuta bestia
con pequeños dientes” que la aquejaba era una osteomielitis, afección que ataca
a la médula ósea, destruyéndola. Es la época de su última etapa literaria, la
llamada “Dolor, te odio”, y “Últimas páginas”, compuesta por sus mejores
poemas, escritos en los cortos momentos de remisión que le concedía el
sufrimiento. Son poemas que alternan la crudeza de la enfermedad con la
esperanza. La Naturaleza, otrora su cómplice, es ahora insuficiente. En “Días
de fiebre”, ante la extremada sed de la poeta, menciona el agua del rocío, de
la nieve, de los ríos y mares. Pero ya no la pueden ayudar. Porque en el mundo
de los cuentos que amaba leer, la enfermedad se habría curado con alguna planta
milagrosa. Pero no en la vida real. Lo
que sí tiene cura es el olvido. En ello estamos.