Es una madrugada fría en la madrileña Plaza de Santa
Ana. La estatua de Federico García Lorca mira de frente la fachada del Teatro
Español, en cuyo friso, jalonados por coronas de laurel, se inscriben los
nombres de los grandes dramaturgos de nuestra escena. Algunos de ellos, como
Lope, Calderón o Tirso, llegaron a representar sus obras tras esas puertas, en
aquella época en que los teatros se llamaban corrales. Éste, sin ir más lejos
fue (es) el Corral del Príncipe. Lorca contempla cómo el tiempo cincela su
abismo en la epigrafía de esos nombres y sostiene entre sus manos ahuecadas una
avecilla dispuesta al vuelo. El viajero, cuyos ojos miran todavía desde el
engañoso anverso de la vida, fija su atención en este pajarillo que parece “prestidigitado”,
como sus versos, de la mano demiúrgica del poeta granadino y, ante su asombro,
entre gozoso alborozo de alas, el ave emprende el vuelo y conquista el azul. La
piedra palpita eternidades en el Barrio de las Letras.
Sobrevuela nuestro pajarillo la próxima Plaza del
Ángel donde viviera y muriera Rojas Zorrilla. Una placa en la pared lo
recuerda, quizás la misma pared donde el engrudo fijaba los carteles en almagre
de las obras teatrales de Tirso de Molina, propaganda que tanto disgustaba a Lope
de Vega. Cerca, en la Calle Atocha, la Iglesia de San Sebastián es registro de
bautizos, bodas y defunciones de tantos literatos. En el antiguo cementerio
anejo a la iglesia fue enterrado Lope pero sus restos debieron perderse durante
las mondas de los nichos. Hoy una tienda de flores ocupa el lugar del
cementerio, que Galdós cita en Misericordia. Nuestro alado guía
encuentra solaz entre los árboles y, acomplejado ante las cenizas del Fénix,
retoma su vuelo hacia la Calle Huertas, donde se halla la casa que habitó Cervantes.
En sus bajos está ahora Casa Alberto, la taberna más antigua de Madrid, en cuyo
interior aún se conservan las antiguas taquillas donde se vendían las entradas
para la clá del Teatro Español. A mitad de la calle, se abre la Plaza Matute,
donde tuvo su sede el periódico La Ilustración, dirigido por Gustavo
Adolfo Bécquer. En esta plaza vivió también José Zorrilla. En la intersección
entre la Calle Huertas y la transversal Calle de León, a mano derecha según se
baja, se encuentra la Real Academia de la Historia, fundada por el gran
Menéndez Pelayo. Y si, siguiendo el vuelo azaroso del pajarito lorquiano,
tomamos la Calle León hacia la izquierda, nos toparemos con el mentidero de
representantes, donde los cotilleos sobre los actores eran la comidilla
habitual. De la Calle León parte la Calle Lope de Vega, donde se encuentra el
Convento de las Trinitarias. Allí está enterrado Cervantes por petición expresa
del escritor, en agradecimiento a los monjes trinitarios que le liberaron de su
presidio en Argel. Los monjes trinitarios tenían sede en la actual Plaza
Jacinto Benavente, donde hoy se erige el Teatro Calderón. Los restos de
Cervantes no han sido localizados. El destino ha querido que la calle donde
descansa lleve el nombre de su máximo rival literario y que el convento sea el
mismo donde ingresara Marcela, una de las hijas de Lope. Una de las calles que
atraviesan la Calle Lope de Vega es la Calle Quevedo, donde está situada la
casa de Góngora a quien Quevedo desahució. En esta calle vivió también
Echegaray. En la cercana Calle Cervantes se halla la casa donde vivió y murió
el autor del Quijote y, más adelante, en la misma calle, nueva
paradoja, se encuentra la de Lope de Vega, fantásticamente conservada.
Amanece en este Madrid onírico de pájaros imposibles.
Seguimos, narcotizados, su vuelo, de nuevo hacia la Plaza de Santa Ana. Hemos
perdido su rumbo. Nos acercamos de nuevo a la estatua de Lorca. El pajarito
reposa pétreo sobre las manos ahuecadas del poeta. A los pies del pedestal, el
viento juega con unas plumas blancas. Federico esboza una sonrisa pícara.
A mi Tisbe en el día de su cumpleaños. Que cumplas muchos más viajando conmigo por la literatura y por la vida. ¿Acaso no son lo mismo?
ITINERARIO
Ver mapa más grande
ÁLBUM DEL VIAJE
|
Con Federico en la Plaza de Santa Ana |
|
El Teatro Español |
|
Contemplando con Lorca "cómo el tiempo cincela su abismo" |
|
Iglesia de San Sebastián |
|
Antiguo cementerio anejo a la Iglesia de San Sebastián. Hoy, una floristería. |
|
Bajos de la casa donde vivió Cervantes. Hoy, la taberna más antigua de Madrid, en cuyo interior se conservan las taquillas para la "clá" del Teatro Español |
|
Plaza Matute, sede de La Ilustración, periódico dirigido por Bécquer. Aquí vivió también José Zorrilla. |
|
Real Academia de la Historia, fundada por Menéndez Pelayo |
|
Convento de las Trinitarias, donde se hallan los restos de Cervantes |
|
Plaza Jacinto Benavente, con el Teatro Calderón al fondo. |
|
Casa de Góngora, luego de Quevedo. A la derecha, el convento de las Trinitarias. |
|
Casa donde vivió y murió Cervantes |
|
Casa de Lope de Vega |
|
Otra imagen de la casa de Lope
|
¡Qué maravilla de crónica te has marcado, Píramo!
ResponderEliminarEscribía Camilio José Cela que en Castilla das una patada a las piedras, y te aparecen enseguida restos de la Historia. Con Madrid pasa igual. Uno de los mejores recuerdos de mi, por otro lado, aciaga mili, es la visita que hice a la casa de Lope de Vega.
Mi barrio favorito de Madrid...por cierto,hoy hemos estado tomando el aperitivo por allí con los fantasmas de Cervantes, Góngora, Quevedo...
ResponderEliminarEstá muy bien,gracias,cuando vaya a Madrid,haré esa ruta!!!
ResponderEliminarMuy guapo el recorrído, y el artículo
ResponderEliminarLeyendo tu artículo me están dando ganas de volver a Madrid. Es una ciudad con millones de rincones para los amantes de la literatura. Me encantó compartir contigo este paseo por este barrio. ¿Cuándo repetimos?
ResponderEliminarBuena ruta para un domingo de mañana.
ResponderEliminarNostalgia de Madrid, de mis paseos solitarios en primavera, de las tardes de verano en la plaza de Santa Ana, mentidero y mercado ya extinto. Las piedras sienten y saben. Saludos desde Tortosa, sin Barrio de las Letras, pero con alma literaria también.
ResponderEliminarGracias, Javier. Ciertamente, la casa de Lope es una maravilla. El Madrid literario es inagotable. El Barrio de las Letras es sólo un rincón.
ResponderEliminarPurificación, bienaventurados los que vivís en Madrid. A nosotros sólo se nos permite una escapadita al año.
No te la pierdas, Manuela. Como digo en el artículo, las piedras de ese barrio palpitan eternidades. Y uno se lleva en el alma algo de esa eternidad consigo al pasear por sus calles. Celebro que te haya gustado.
Gracias, Marta.
Tisbe, toda la razón. Como le decía a Javier, Madrid es inagotable. ¿El próximo viaje? ¿Toledo, no?
Yerai, totalmente recomendable. Gracias por visitarnos.
Francisco, gracias por pasarte por aquí. Con Tortosa tengo una cuenta literaria pendiente. Tan cerca de Tarragona y nunca la he visitado. Veo que gestionas varios blogs. Les echaré un vistazo. Un saludo cordial.