El sonido de las pulseras y el de los tacones sobre el
pasillo enmoquetado del tren ya anunciaban su epifanía, como las baquetas y los
crótalos de los coribantes frigios invocando a una nueva Cibeles. Sin embargo,
no volví la mirada hacia ella, por si me convertía en estatua de sal. Esperé
paciente que superara mi asiento y, al pasar a mi lado, oreó el rancio ambiente
del tren con una delicada fragancia, afrutada, casi infantil, como de bosque
que nace o pulpa mordida. Arrastraba una maleta demasiado pesada que sus
delgados brazos vacilantes, completamente extendidos hacia arriba, trataron de
colocar sobre el portaequipajes superior. Bella halterofilia que obligó a su
blusa a levantarse más arriba del vientre, descubriendo el “piercing” de su
ombligo y el lacito de la goma de sus bragas, que el pensamiento quiere
deshacer para revelar el contenido que esconde, inframundo de dóciles
cancerberos. Después, una vez colocada la maleta con muchas dificultades (nadie
en el tren quiso ser caballero esta vez), la chica, de puntillas, manipuló algo
dentro de ella. En su operación, la blusa ciñóse al pecho, dibujando unos senos
pequeños, algo más grandes que una mandarina, y unos pezones demasiado
evidentes para concluir que llevara sujetador. De la maleta extrajo un libro y,
seguidamente, se acomodó en su asiento, situado frente al mío. Pude comprobar
con desencanto, que el título del libro era Cincuenta sombras de Grey. Al sentarse, cruzó las
piernas, vestidas con una medias negras, cuya liga aparecía tras la falda anticipando
un muslo blanco. Seguidamente, se enfrascó en la lectura. A ratos, el flequillo
le caía sobre los ojos, cubriéndolos como celosía que ocultara el secreto de su
lectura. Luego, se recolocaba el cabello parsimoniosamente por detrás de las
orejas. A veces, mientras leía, mordía levemente su labio inferior o suspendía
la lectura para fijar su vista durante largos segundos en un punto inconcreto
del suelo. Después suspiraba y retomaba de nuevo el libro. En su ingenuo
descuido, separaba las piernas mientras los labios bisbiseaban las palabras
para deleite de quien, como yo, podía escrutar, dentro de su boca, las eles de
nuestro bendito alfabeto.
Recuerdo, cuando adolescente, lo difícil que resultaba
acceder a las novelas eróticas. En la biblioteca, la sección estaba casi
oculta, en los últimos pasillos, con sus anaqueles preñados de tapas rosas que
impedían cualquier posibilidad de hacer uso del préstamo, sólo por el pudor que
causaba entregarle a la bibliotecaria el libro con su inconfundible color
delator. Así que había que leerlos allí mismo, de manera clandestina, y si
pasaba alguien estabas perdido porque de nada servía dejarlo sobre la
estantería y hacer como que uno se interesaba por los volúmenes sobre
“Valdemorillo y su actividad cerámica” de los anaqueles contiguos. Hoy la cosa
ha cambiado y una chiquilla de 19 años lee en el tren, ante los demás
pasajeros, sin vergüenza alguna, Cincuenta sombras de Grey. Se
agradece esta superación de prejuicios, pero sería deseable que este nuevo
renacer de la novela erótica tuviera otros adalides más apropiados para un
género que merece ser respetado y dignificado. Porque, pese a las lubricidades
que provocaba el libro en la chica del tren, qué quieren que les diga, Cincuenta
sombras de Grey no es, ni de lejos, una novela erótica. Ni siquiera creo
que sea una novela.
ALGUNAS LECTURAS IMPRESCINDIBLES DE NOVELA Y RELATO ERÓTICOS.
(Dedicadas fundamentalmente a los lectores que están perdiendo el tiempo con la trilogía de Cincuenta sombras de Grey)
ANÓNIMO: Grushenka
ANÓNIMO: Autobiografía de una pulga
ANÓNIMO: Mi vida secreta
ARAGON, Louis: El coño de Irene
ARSAN, Emmanuellle: Emmanuelle
BATAILLE, Georges:
El azul del cielo
Historia del ojo
Madame Edwarda
Mi madre
CLELAND, John: Fanny Hill
Diálogos de cortesanas
Manual de urbanidad para jovencitas
Las tres hijas de su madre
MILLER, Henry:
Opus Pistorum
Trópicos
MUSSET, Alfred: Gamiani
ROSSETTI, Ana: Alevosías
Pues, Píramo, tu pasaje del tren bien podría ser el arranque de una novela erótica. Anímate y te presentas al "Sonrisa vertical" (si es que aún existe) o algún otro galardón del género.
ResponderEliminarCreo que deberías incluir en tu lista los cuentos de Anais Nin que se incluyen en "Delta de Venus".
ResponderEliminarPerdón por la intromisión pero al leerte me he visto obligado/a a escribirte. Comprendo que para ti ésta trilogía EROTICA no tenga interés alguno, dado tu "estatus" literario, pero me parece francamente mal que tildes de mala, e incluso de "no novela", ésta trilogía que tanto éxito esta cosechando y que tanto gusta, tanto a mujeres como a hombres y de todas las edades, digo yo que será por algo...De modo que te ruego que respetes a los demás escritores del mundo por el trabajo que hacen, puesto que imagino que lo mismo deseas tú para tus artículos y demás escritos.
ResponderEliminarMe miran mal cuando digo que con Grey no pude pasar de la página 53Aún me pregunto cómo llegué hasta ahí.
ResponderEliminar"Cincuenta sombras de Grey no es, ni de lejos, una novela erótica. Ni siquiera creo que sea una novela." Comparto.
ResponderEliminarSimplemente, cuánta razón... Lo mismo opino de otras trilogías en las que prefiero no entrar.
ResponderEliminarAcuérdate, Fernando, que aún sin conocer tus dotes para escribir novela erótica, yo ya te dije en su día que para qué seguir a ese tal Grey pudiéndote seguir a ti...
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo la primera parte. Sigue escribiendo porque somos muchos a los que nos encanta leerte.
ResponderEliminarMás vale tarde que nunca Píramo. Acabo de leer tu artículo. La primera parte también. Se me hace un poco recargada, pero se agradece el vocabulario para descansar del desierto
ResponderEliminarCon el resto estoy de acuerdo. Miller es mi autor favorito. Con sus múltiples defectos. Encontré una vida en Cáncer y una consistencia en La crucifixión rosa que no he vuelto a ver. Cosas más frescas, mejor escritas, sí. Más vivas, no.
Conservo pocos mitos, pero Miller es uno de ellos.
El resto lo anoto para leerlo. He leído y leo menos de lo que debería.
Gracias por compartir.
Javier, muchas gracias. Todo se andará...
ResponderEliminarIgnacio, anotada queda tu recomendación. Gracias.
Anónimo, ya sabía yo que alguno de los leales seguidores de E.L. James se me lanzaría a la yugular. Voy a tratar de responderle. Mire, mi "estatus" literario, que usted utiliza con evidente ironía, responde sólo a un caudal de lecturas que han ido forjando una educación y un gusto literarios determinados, que bien podrían haber sido otros, si mis inquietudes lectoras hubieran caminado por otros derroteros, que no es el caso. Ese bagaje lector construye unos determinados criterios que, obviamente, son los míos propios y que me faculta desde la libre expresión de opiniones a enjuiciar una obra como buena o mala, faltaría más. Si a usted la consabida trilogía le parece muy buena y "ERÓTICA", pues es muy respetable pero déjeme a mí opinar lo que me plazca. Si a usted no le gusta el crítico, basta con no leerle pero no tiene usted ningún derecho a constreñir mi libertad de expresión sólo porque usted no comulgue con mis afirmaciones. Respecto a que una obra sea buena, simplemente porque la sigue mucha gente, bien, también mucha gente sigue "Gran Hermano" (que quizás también le guste a usted). Nunca en la literatura la calidad de las obras se ha cifrado por el número de lectores. De ser así, pocos de nuestros clásicos superarían la criba, algo que no parece razonable. Finalmente, yo no busco el respeto de los lectores hacia mis artículos y demás escritos. Yo, simplemente, escribo mis artículos y los lee aquel que quiere y el que no quiere no los lee. No necesito la aprobación de nadie, más que la de mi conciencia literaria, y acepto y respeto cualquier opinión opuesta a la mía aunque no la comparta. Un saludo cordial.
Inma, Mercedes, celebro que coincidamos.
Nerea, siempre te consideré una estudiante con criterio y personalidad. Un saludo.
Mila, me acuerdo, me acuerdo... Ojalá conserves tu don visionario, amiga Mila. Un abrazo. Y muchas gracias por tus comentarios y por tu fidelidad al blog. Es muy gratificante. Te lo agradezco de corazón.
Tisbe, muchas gracias por tus palabras, siempre alentándome.
Sí, Alicia, yo soy algo barroco escribiendo, a veces. Es un defecto que surge de una inevitable aprensión a caer en el prosaísmo. Algunas de las obras que enumero en la lista son recomendaciones de personas con criterio. Yo tampoco las he leído todas... Gracias a ti por tu comentario.
La literatura erótica implica caminar sobre el filo de una navaja: debe decir siempre algo más de lo que su etiqueta aparenta. Podría decirse que el sexo es el señuelo para llevar al lector a otras consideraciones. De todas maneras, el género es laxo salvo para los que se centran sólo en lo genital.
ResponderEliminarMuy bueno. Y mejor no hablar de las "Sombras" dichosas...
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