Nuestro blog cumple ya 5 años. ¡Un lustro! El quinto aniversario coincide, además, con la consecución de un anhelo largamente deseado durante estos últimos 6 años: la unión física de los dos autores de este espacio, de Píramo y de Tisbe, que al fin lograron superar la distancia de 400 quilómetros que los separaba. Es por ello que el tema de la entrada de hoy, está dedicada a los eternos amantes que dieron nombre a nuestros seudónimos. Gracias por la lealtad de todos aquellos que nos seguís semana tras semana.
EL MITO DE PÍRAMO Y TISBE
Es la casa del rico patricio romano Octavio Quartio,
en Pompeya. En su jardín se halla un biclinio, usado para las comidas al aire
libre. Ambos lechos están separados por una fuente, a modo de templete. En los
costados destacan dos frescos: en uno se representa a Narciso y en el otro a
Píramo y Tisbe. Las firma un tal Lucio. La ira del Vesubio apenas se ha
ensañado con ambas pinturas, como si quisiera haber salvaguardado para lección
de los hombres, la doble naturaleza del amor: Narciso es el amor propio, la
vanidad, la autocomplacencia en uno mismo, el egocentrismo; Píramo y Tisbe, por
el contrario, representan el altruismo, la entrega incondicional al otro, el
sacrificio. Si el mundo se rigiera por este segundo concepto más elevado del
amor, tal vez nos iría mejor. Aunque también es cierto que la Historia de la
Humanidad se habría perdido a muchos de los grandes personajes que la jalonan;
de algunos habríamos prescindido con gusto pero
otros nos habrían dejado huérfanos. A la postre, muchas de las maravillas
del mundo son fruto de la vanidad de un alma genial.
Aunque siempre se mencionan las Metamorfosis de
Ovidio como máximo referente para los mitos greco-latinos, la historia de
Píramo y Tisbe se cita por primera vez en las Fábulas de Higino,
nacido en el año 64 a.C. quizás en Valencia, si hacemos caso a Luis Vives. La
leyenda es bien conocida. Al amor de Píramo y Tisbe se oponen sus respectivas
familias; sólo pueden hablarse a través de una hendidura en la pared que separa
ambas viviendas vecinales. Una noche deciden escapar clandestinamente y se
citan en el monumento a Nino, fundador del imperio asirio, junto a un moral
blanco. Tisbe llega primero pero aparece una leona con las fauces todavía
manchadas de sangre por una presa reciente. Tisbe se oculta pero cae al suelo
su velo que la leona mancha al acercar su hocico. Cuando Píramo acude más
tarde, halla la leona y el velo tintado de sangre, de modo que cree que Tisbe
ha sido devorada. Entonces se suicida clavándose un puñal. La sangre que le
brota del pecho tiñe de rojo las moras blancas. Tisbe sale de su escondrijo y
halla moribundo a Píramo. Cuando exhala su último aliento, ella se suicida
también con el mismo puñal. Las moras desde entonces son rojas cuando maduran y
los cuerpos de ambos amantes eternos descansan en una misma urna.
Ovidio menciona en sus Metamorfosis que el
mito no es de origen popular y lo coloca en la Babilonia de Semíramis, reina
legendaria de la antigua Asiria. Parece que pudo tratarse en su origen de un
mito naturalístico basado en los amores de un dios fluvial de la Cilicia, al
sur de la Península de Anatolia, y la ninfa Tisbe, cuyo nombre se halla
documentado en Beocia. Algunos autores quieren hallar su origen en la tradición
hitita. Otras versiones dicen que los amantes se transforman en agua tras su
muerte o que Tisbe se suicida, en realidad, porque va a tener un hijo
clandestino de Píramo y que, al morir, se convierte en arroyo. El caso es que
el mito que trascendió fue el divulgado por Ovidio y que su historia tuvo un éxito
impresionante durante toda la Edad Media. Lo retomaron los trovadores
provenzales; Chaucer lo utilizó para su segunda historia de la Leyenda de
las claras mujeres; Bocaccio lo adapta en su Fiammetta; vuelve a
aparecer en Tasso; y todo el mundo piensa en el Romeo y Julieta de
Shakesperare como su precedente más evidente. Por no hablar de la jocosa
adaptación de Góngora. Las referencias serían infinitas.
Resulta asombrosa la longevidad de algunos temas
literarios. Cuando Octavio Quartio hizo pintar al tal Lucio el fresco de los
eternos amantes en su casa de Pompeya, la leyenda hacía ya casi un siglo que
estaba documentada y quién sabe cuántos años más habría que prolongar su
antigüedad. La pequeña brecha de la pared vecinal a través de la que los amantes
susurraban sus cuitas sentimentales, ha horadado ya el muro del tiempo en
nombre de lo único que debe ser eterno y verdadero: el amor.
¡Felicidades por vuestros 5 años blogueros! Y felicidades también al dios del Amor que ha conseguido unir a este Píramo y a esta Tisbe del siglo XXI.
ResponderEliminarQueridos Fernando y Beatriz
ResponderEliminarNi pared con pequeña brecha, ni muro de Berlín. Nada se interpondrá a vuestro amor. Felicidades por estos cinco años de magnífica literatura que nos regaláis a todos.
Un abrazo
Enhorabuena!!!!
ResponderEliminarPues que celebremos otro lustro mas degustando vuestros platos literarios. Un brindis por vosotros y por vuestro magnifico blog.
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada, pero, por favor, antes de clavaros nada comprobad el adeene de la sangre que lleve en sus fauces la leona.
ResponderEliminarCompartimos cumpleaños, ¡felicidades!
ResponderEliminarFelicitaciones y otros tantos más
ResponderEliminar¡Feliterarias!
ResponderEliminarGracias a todos.
ResponderEliminarY sí, Pilar, nosotros hemos incluso domesticado el león...