Un secuestro a la democracia. Eso es lo que ha
perpetrado el Parlament catalán con su declaración unilateral de independencia.
Los partidos del Eje, ese siniestro conciliábulo formado por Junts pel sí
y la CUP, se apropian ahora de la voluntad de todo un pueblo cuando más
de la mitad de los catalanes ha rechazado en las urnas la opción separatista.
El álgebra del actual sistema electoral, que gustará más o menos pero que es el
que tenemos, les otorga mayoría absoluta en el Parlament y legitimidad democrática
para gobernar; pero en ningún caso les faculta para tomar decisiones de este
calado, que requieren del concurso de una amplia y unánime mayoría social que
ahora no tienen. ¿Se puede construir un país sin la anuencia de más de la mitad
de sus ciudadanos? Cuando Artur Mas convocó las elecciones del 27 de septiembre
dejó meridianamente claro que se trataba de un subterfugio legal para llevar a
cabo, de forma velada, el referéndum que el gobierno español les ha vetado
continuamente. Eran, pues, unas elecciones plebiscitarias y, como tales, el
cómputo de los resultados sólo alcanza sentido si se realiza a través de los
votos individuales. Se pretendía ilustrar con ello el verdadero estado del
empuje independentista en la sociedad catalana y refrendar así un proceso que
se creía mayoritario merced a los potentes fuegos de artificio de las sucesivas
diadas. Sin embargo, cuando los resultados de las elecciones confirmaron que
más de la mitad de la población catalana rechazaba el soberanismo (los que no
salían en las diadas), entonces las cuentas ya no cuadran y hay que cambiar el
discurso: ahora valen los escaños y no los votos. Dicho de otro modo, que a los
del Eje, a los que se les llena la boca de democracia y libertad, en realidad
les importa un comino la democracia y la libertad si éstas ponen trabas a sus
objetivos. A eso se le llama, sin paños calientes, tiranía. Antonio Baños,
diputado de la CUP, aseguró que si las elecciones del 27-S no arrojaban
una mayoría clara de voto secesionista, la declaración unilateral de
independencia no tenía legitimidad y que su partido no la apoyaría; sin
embargo, mintió. Porque ahí donde ven a Baños, con su prurito de anarquista
beligerante e iconoclasta, aparece siempre muy formalito y adocenado mientras
ondea una estelada y entona Els Segadors con aquella pasión patriota que
él llamaría fascismo si la bandera fuera otra. Sin embargo, de ese tufo
fascistoide los que hieden son los que han llevado a cabo todo este
despropósito. A Forcadell, la presidenta del Parlament, sólo le falta
colocarnos a los que no pensamos como ella una estrellita amarilla en el pecho;
es la misma que en un mitin dijo que los buenos catalanes eran aquellos que
votarán por la independencia; entiendo entonces que el resto (el 52%, nada
menos) somos malos catalanes y merecemos las llamas del averno. Como si la
señora Forcadell tuviera la potestad de decidir cómo debo sentirme yo catalán.
Lo peor es que ese discurso ha calado y ahora existe en Cataluña un oficialismo
que establece la manera canónica de ser y de sentirse catalán, y el que no lo
sigue es, poco menos, que un traidor a la patria. Pero a quién sorprende esta
dictadura ideológica si en Cataluña llevamos sometidos a una dictadura velada
desde hace años. Dictadura cuando se arrinconó el castellano en las aulas
catalanas; dictadura cuando se segregaba a los niños castellanohablantes como
si fueran extranjeros; dictadura cuando se adoctrinaba en las clases; dictadura
cuando se multaba a quien no rotulaba su negocio en catalán; dictadura cuando
se obligaba a votar a los menores de edad en los centros educativos en los
referendos promovidos por plataformas independentistas; dictadura cuando se
establecían trabas de todo tipo a la promoción de escritores catalanes que
escribían en castellano; dictadura cuando se secuestraba a la televisión
pública autonómica como altavoz del independentismo.
El gobierno español se equivocó al no permitir un
referéndum en Cataluña. Fue un error estratégico y también una anomalía
democrática. Pero tan antidemocrático es eso como que un 48% decida por
imposición el destino de un 52%. También lo sería al revés pero esta división
en la sociedad catalana, que saja a Cataluña en dos mitades difícilmente
reconciliables, no la hemos promovido los que estábamos a gusto con nuestro encaje
en España. No existía tal división. Por cierto, el referéndum ya se ha
celebrado: han sido las últimas elecciones.
Qué pasa ahora con los catalanes que no nos sentimos
representados por todo este delirio arbitrario y que somos mayoría. Los
catalanes que también construimos Cataluña e integramos nuestro crisol de
identidades en la hospitalidad inmemorial del pueblo catalán. ¿Debemos asumir
el secuestro? ¿Debemos seguir callados? ¿O es que no va con nosotros todo esto?
Si el nuevo Parlament insta a la desobediencia de la ley de un país legalmente
constituido, ¿cómo vamos a obedecer nosotros la autoridad de un gobierno nacido
de la ilegalidad y de la imposición? Pues yo desobedezco. A los que excluyen
por razón de lengua, yo desobedezco; a los que imponen el pensamiento único, yo
desobedezco; a los que anteponen la patria y la bandera a las personas, yo
desobedezco; a los que no atienden a la pluralidad, yo desobedezco; a los que
me llaman charnego, yo desobedezco. Somos rehenes en Cataluña. Pero, cuidado: no
tenemos mordaza en la boca ni grilletes en las muñecas. ¡Yo desobedezco!
Efectivamente: Antonio Baños mintió la noche electoral. Y, además, es incongruente en su pretendido anarquismo.
ResponderEliminarMagnífico tu artículo de hoy en el Diari de Tarragona. Magnífico y esclarecedor. Expresa de manera clara y contundente el sentimiento de muchos de los que no comulgamos con el independentismo impuesto de manera antidemocrática con el que nos están bombardeando. Aconsejo vivamente su lectura a los que no lo hayan hecho todavía. Gracias, maestro.
ResponderEliminarPerdona que difiera: respeto tus ideas pero la imagen no se corresponde En ABSOLUTO. Tú sabes, de primera mano, que los topicazos de lavado de cerebro no se dan en las escuelas. No somos nazis. Por qué no buscar una imagen más adecuada? Me reconocerás que, a pesar de las diferencias, quizás una foto del Parlament sería más adecuada, no? Claro que, si la gente solamente ve 13tv, es como si aquí únicamente sintonizan TV3 y RAC1. De todas formas, te aprecio y admiro tu prosa, cabrón
ResponderEliminarSalvo en lo que hace al supuesto error de impedir el referéndum estoy de acuerdo con todas y cada una de las palabras del artículo.
ResponderEliminarGracias, Salvador. Eres muy amable
ResponderEliminarEduard, en el Diari han salido unos grilletes y como fondo un hemiciclo. He tratado de rescatar esa imagen para el blog pero no he podido porque el Diari no coloca mis artículos en su versión digital. La foto, quizás, no sea del todo adecuada porque parece que hace una generalización pero casos de adoctrinamiento lo hay. Sólo el hecho de meter unas urnas en un instituto, me parece ya que es sintomático del uso del sistema educativo para fines políticos. No obstante, si hallo una foto más adecuada, la cambiaré porque a mí tampoco me gusta la generalización que de ella se deduce.
Jesús, yo siempre he estado a favor del referéndum. Si hay un problema en Cataluña, soslayarlo es de necios. Nunca me parecerá mal cualquier acto donde se deje hablar a la ciudadanía; es esa la expresión más representativa de la democracia.
"Nunca me parecerá mal cualquier acto donde se deje hablar a la ciudadanía". Cierto: A TODA LA CIUDADANÍA. Una parte del cuerpo político soberano no puede decidir sobre algo que compete a la totalidad del mismo. La soberanía nacional es indivisible. Y no es una cuestión de palabrería pseudofilosófica, es la base del estado moderno. Un estado NUNCA puede admitir una fragmentación de la soberanía.
ResponderEliminarYa, Jesús, pero más allá de lo jurídico, aquí hay un problema identitario de primer orden. No se puede obligar a nadie a sentirse lo que no es. Y eso no lo soluciona un ordenamiento jurídico. A la gente que se quiere marchar hay que escucharla. Porque no son cuatro gatos. Y ojo, que yo no soy sospechoso de independentista (al mi artículo me remito)
ResponderEliminar¿Y quién les niega el derecho a ser escuchados? De hecho están siendo escuchados continuamente a través de las elecciones, del autogobierno, de las competencias sin parangón con estados formalmente "federales". Otra cosa es que aquél que quiere ser escuchado (siguiendo con la metáfora) imponga la forma en que el interlocutor "debe" escucharle: "O me escuchas de una forma no permitida por la ley o niego que quieras escucharme". Hace tiempo escribí en mi blog cómo veía posible un proceso razonable, llevado adelante con la cabeza y no con el culo, que es como se está "imponiendo". Lo dejo aquí por si quieres echarle un vistazo:
ResponderEliminarhttp://parlemdunaltracosa.blogspot.com.es/.../assumiras...
Que bien regateas, joder, ni Raúl González! Un abrazo
ResponderEliminarDiscrepo totalmente. Me parece que el símil de JxSí y la CUP primero con el término Eje (recordando el Eje fascista de la II Guerra Mundial) y luego llamandoles fascistoides es muy injusto. La situación que describes de supuesta dictadura en Catalunya también me parece fuera de lugar. Tu punto de partida según el cual los votos de Catalunya Sí que es Pot hay que contarlos como noes también me parece una inexactitud, ya que ellos mismos no se cuentan en ese grupo.
ResponderEliminarJordi, respeto tu opinión. A mí, en cambio, cualquier imposición me merece el calificativo de dictatorial. Tan intrasigente me parece el rechazo sistemático del gobierno español respecto al referéndum, como la declaración unilateral de independencia por parte de un Parlament que es de todos los catalanes, no sólo de una parte. Un saludo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
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