La huelga del pasado 8 de marzo me ha vuelto a abrir
el apetito por las golosas etimologías. En un mundo donde la palabra está cada
vez más desvirtuada, bucear por los orígenes de los vocablos nos descubre
interesantes revelaciones, mucho más cercanas a la verdad que lo que el
desgaste semántico ha operado en ellos.
La palabra ‘huelga’ procede del verbo ‘holgar’ y éste,
a su vez, del latín ‘follicare’, que significaba ‘jadear’ o ‘resoplar’, como lo
hace un fuelle. Esa idea del resoplido o del jadeo explica el sentido de
‘holgar’, que en un primer momento significó descansar después de haber
realizado una labor fatigosa tras la que se precisaba atenuar ese resuello o
respiración acelerada. La ‘huelga’ era, por tanto, un descanso, que con el
tiempo tomaría su cariz sindical y reivindicativo. ‘Holgar’ significó asimismo
‘sobrar’, por aquello de vaciar los pulmones del aire sobrante del resuello;
por eso se usa la expresión ‘huelga decir’ o ‘huelgan las palabras’. También se
usó para referirse al coito, pues su práctica también suele producir jadeos. El
Arcipreste de Hita dice, socarrón, en su Libro de buen amor: “«Otorgóle
Doña Endrina de ir con ella folgar, / a tomar de la su fruta e a la pella
jugar” (en el siglo XIV, ‘holgar’ mantenía aún la efe inicial). Y, de hecho, la
palabra ‘fuelle’, del latín ‘follis’, dio el vulgarismo ‘follar’, una vez más
vinculado a los bufidos que imitan al fuelle, y puede referirse tanto al coito
como a expulsar una ventosidad, aunque su primera entrada en el diccionario
define al verbo, simplemente, como ‘soplar con el fuelle’. En Andalucía, como
consecuencia de la fuerte aspiración de la hache y la permuta de las
consonantes líquidas, surgió la palabra ‘juerga’.
Llegados a este punto cabría preguntarse si nuestras
huelgas significan hoy lo que creemos que significan o si están más cerca de
algunos de los significados que han ido adoptando durante su evolución
semántica. Porque, ¿quién no ha aprovechado una huelga para hacer una juerga?
¿O quién no se ha quedado en la cama, no por huelga, sino por simple holganza?
¿No le dicen a la huelga en catalán significativamente ‘vaga’? (Del latín ‘vacare’, vacío, ocioso, de donde
procede ‘vacaciones’). A mis alumnos huelguistas suelo decirles que deben buscarse
la vida para preparar el temario que no se ha impartido durante la jornada de
huelga y entonces me dicen que soy injusto y que los coacciono para venir a
clase. No saben que lo hago justamente para ennoblecer su acto. Toda huelga
necesita una renuncia para dignificarse. Renuncio a mis 100 euros al día como
profesor porque me compensa perder ese dinero si estoy en paz con mis
principios. Si no perdiéramos nada, haríamos huelga todos los días. Me causa
tristeza comprobar cómo muchos estudiantes aprovechan la huelga, no para ir a
la manifestación y mostrar su descontento en las calles sino para robarle unas
horas más a la almohada. Pervierten así un derecho que costó muchas vidas e
insultan a los precursores que lucharon por las libertades de las que hoy ellos
disfrutan. También ocurrió el 8 de marzo, aunque ello no menoscaba la lección
rotunda que nos dieron las mujeres el pasado jueves y no empaña su épica.
Y luego está cuando uno no sabe si hacer huelga o no.
En su canción Chi non lavora non fa l’amore (1970), Adriano Celentano se
queja de que su mujer lo tiene a pan y agua porque con la huelga no trae dinero
a casa, así que va trabajar y entonces recibe una paliza de los huelguistas por
esquirol. Trata de ir al hospital para curarse de las heridas pero hay huelga
de tranvías y hasta el médico ha hecho huelga. ¿Qué hacer? Si hace huelga malo
y si no también. Para que en cada casa entre el amor, “deme un aumento, señor
patrón” –acaba la canción. Poderosa huelga la de la mujer de Celentano.
50 años después son otras las huelgas que hacen las
mujeres. Por fortuna. Y por desgracia.
Hola, Fernando. Estoy muy de acuerdo contigo. A mí me irritaba mucho cuando mis alumnos del instituto anunciaban "mañana hay huelga", como si fuera una obligación y no un derecho, y, como tal, individual. Yo les decía que, en todo cado, habría una convocatoria y que cada uno tendría que decidir después, pues la huelga no puede ser una imposición ni un subterfugio, como bien dices, para eludir responsabilidades. Pero no son estos tiempos de matices, me temo, y demasiados asuntos complejos se plantean de forma simple y ramplona, como meras cuestiones de sí o no.
ResponderEliminarLo peor de esas huelgas de estudiantes es cuando les preguntas a los niños porque es la huelga. La respuesta es "no se, pero no se va a clase". Esa es la iniciativa de nuestros huelguistas. Fenómeno artículo como siempre, Fer.
ResponderEliminarExcelente artículo, Fernando. Por desgracia, vivimos en una sociedad que parece haber olvidado la sangre, sudor y lágrimas que ha costado obtener ciertos derechos. Una democracia necesita no sólo políticos competentes y servidores del bien común, algo que escasea cada vez más, sino también un pueblo que sea conocedor de los fundamentos democráticos y que esté dispuesto a luchar para que no ser avasallado por los mismos poderes públicos que los ciudadanos han elegido para gobernar.
ResponderEliminar