De un tiempo a esta parte mi mujer y yo padecemos lo
que hemos dado en llamar jocosamente “el síndrome del IMSERSO”. Y es que en la
mayor parte de las actividades culturales a las que asistimos en nuestra ciudad
o fuera de ella, mi mujer y yo rompemos, a la baja, la media de edad de la
concurrencia. Bueno, en realidad, no la rompemos. Dudo mucho que se resienta
apenas unas décimas, pues las edades del público son tan elevadas que la
aritmética ni siquiera notaría nuestra pequeña variable.
Si vamos al cine para ver un biopic de algún
escritor, la sala nos recibe remedada en salón de ocio del geriátrico; si
acudimos a la presentación de un libro, aquello parece el club de lectura del
asilo; si contratamos una visita guiada a un museo o una ruta por el casco antiguo
de una ciudad, allá vamos cogiendo del brazo al anciano de turno que apenas
puede ya caminar; si vamos al teatro, soportamos toses, caramelos de menta y
sorderas –joven, ¿qué es lo que ha dicho el actor en su última intervención?– y
así con todo. ¿Por qué no hay personas jóvenes en todos esos eventos? Se podrá
decir, tal vez, que las actividades que elegimos no son precisamente un
festival de la diversión, aunque a nosotros no se nos ocurre mejor plan para
nuestro ocio que la cultura y la felicidad que esta nos reporta. Pero dando por
bueno el reproche, quiero pensar que la juventud no limita su esparcimiento a
los videojuegos, las discotecas y las borracheras. Y esta intuición la
corroboré no hace mucho tiempo en una mesa redonda sobre literatura en la que
me invitaron a participar en la Universidad de Alicante. Cuando se le preguntó
al auditorio –esta vez, sí, jóvenes universitarios–, que cuántos de ellos
escribían, el número de manos alzadas parecía las lanzas del cuadro de
Velázquez. Y entonces, si tal es el interés por la escritura entre la gente
joven, ¿por qué nunca había visto a ninguno de ellos en uno solo de los eventos
literarios de la ciudad? ¿Cómo se puede tener pasión por la literatura si
cuando se nos brinda la visita de uno de los grandes maestros a los que poder
interpelar directamente y de los que aprender de su experiencia, en la sala de
actos no hay ni uno solo de esos jóvenes que dicen querer dedicarse a la
escritura? ¿Por qué cuando se celebra un congreso literario en la ciudad, apenas
hay estudiantes de Filología y, si los hay, lo están solo por los créditos que
van a embolsarse? Y no me vale el pretexto de la faceta autodidacta del
escritor, desvinculada de toda influencia y tradición. Sin la lectura de los
grandes maestros, sin su magisterio, el escritor novel solo puede escribir algo
que ya han escrito antes otros y seguramente mejor. Una vez una alumna me pidió
que valorase unos poemas que había escrito. Le respondí que antes de valorarlos
quería que leyese unos cuantos libros de poesía que le recomendé. Me hizo caso
y cuando los terminó ya no quiso que leyese yo los suyos.
Me dicen que
muchos de estos jóvenes eligen para su ocio cultural literario sesiones de algo
que llaman jam poética. Que sí, que estará muy bien y que será, seguramente,
su manera de autoafirmarse generacionalmente, pero dudo mucho que una jam poética
por interesante que sea, pueda nunca cubrir las lagunas de sus carencias o dar
un vuelco eficaz a sus concepciones literarias. Tampoco percibo ya aquella
eferevescencia universitaria de revistas literarias y veladas poéticas de
antaño que ahora, como mucho, surgen gracias a la iniciativa solo de los
profesores.
Ojalá
cambien las cosas y cuando mi Bea y yo seamos ancianos y acudamos aún a todos
los eventos literarios de nuestra ciudad, como devoradores de la cultura que
somos (quizás con unos dientes menos) veamos, entre los asistentes, a una
parejita de jóvenes entusiasta, y Bea y
yo podamos mirarnos a los ojos y sonreír y cogernos de la mano
Tengo 72 años y, afortunadamente, una mente clara, abierta y en activo,con ganas de aprender todos los días y participar en todos aquellos eventos culturales a mi alcance.. Es por ello que su artículo me ha ofendido x el menosprecio al tratar a lis asistentes a cines, teatros,conferencias o presentaciones eyc
ResponderEliminarLes deseo a Bea y Vd una larga vida intelectual y física...y que nunca se sientan ninguneados debido a su edad...
ResponderEliminarEstimado lector desconocido. Siento mucho que el artículo le haya ofendido. No era, en ningún caso, mi intención. Al contrario, de esta reflexión se infiere que las personas de más edad son un modelo para la gente más joven, pues insisten en la felicidad de la cultura sin que los años hagan mella en su entusiasmo. Es a la gente joven a la que este artículo trataba de reprender. Siento que lo haya malinterpretado. Sí es cierto que quizás puedan haberle molestado algunas de las expresiones jocosas que aparecen al principio del artículo, pero están escritas sin mala intención y con un propósito humorístico. Si le ofendieron, le pido disculpas. Fíjese bien, además, en el final del artículo, donde me veo, yo también, en un futuro, como un anciano resistiendo los embates de la edad sin renunciar a lo que nos hace felices, que es la cultura. Le prometo una restitución. Reciba un saludo afectuoso.
ResponderEliminar