Decía
Luis Landero en Entre líneas: el cuento o
la vida, que "los libros se aluden unos a otros: se invocan, se
refutan, se amplían, tienden entre sí puentes invisibles…". Buena prueba
de ello es ¿De quién es la culpa? de
Sofia Tolstaia, mujer culta y políglota, que recibió una educación humanística
pero que vivió a la sombra de su esposo Lev Tolstói. Su obra nace como
respuesta a la breve novela Sonata a
Kreutzer (1889) en la que Tolstói aborda temas que él convierte en espinosos
como el matrimonio, las relaciones sexuales, la familia y el amor entre hombres
y mujeres. Sofia Tolstaia, además de encargarse de las labores domésticas y del
cuidado de los hijos, copiaba y corregía los manuscritos de su esposo, haciendo
una impecable labor de edición y de traducción. Cuando finalizó la lectura de Sonata a Kreutzer quedó horrorizada por
las ideas que se plasmaban en ella. Pózdnishev, el protagonista, relata a un
compañero de viaje, su vida desde su juventud hasta su matrimonio para justificar
el asesinato de su esposa. Defiende que los hombres no pueden sentir amor sino
únicamente deseo carnal, por lo que los matrimonios están abocados al fracaso.
Asimismo, culpa a las mujeres de la depravación masculina pues, conscientes de
su inferioridad social y espiritual, optan por dominar al hombre haciendo uso
de sus armas de seducción. El protagonista detalla el deterioro de su relación
de pareja, las frecuentes discusiones y
la aparición de los celos cuando su esposa entabla una amistad con un músico.
Arrebatado por unos celos desmedidos, sesga la vida de su mujer cuando la encuentra
cenando con dicho amigo.
Como
decíamos, Sofia Tolstaia se sintió indignada puesto que interpretó esta obra
como un ataque público contra ella. Por ello, decidió escribir una respuesta
literaria tan solo dos años después de la publicación de la obra de Tolstói.
Ahora bien, prefirió que su texto permaneciera inédito y viviera más de un
siglo al cobijo de las páginas de unos cuadernos escolares. Por fortuna, en
1994 ¿De quién es la culpa? fue
publicada por primera vez en la revista rusa Oktiabr y ahora es la editorial Xordica la que da voz a Sofia y la
que permite a los lectores hacer una interesante lectura comparativa de ambas
obras, hasta el punto de que se puede afirmar que es una misma historia narrada
a dos voces, desde la óptica femenina y masculina.
La
novela de nuestra autora relata la vida de Anna, su historia de amor con el
príncipe Prózorski, su matrimonio, su infelicidad y su amistad con Bejmétev,
hecho que desata los celos de su marido y que supone su sentencia de muerte,
pues acaba siendo asesinada a manos de este. Los paralelismos entre la vida
real de Sofia Tolstaia y su heroína de ficción son más que evidentes. Ambas
eran mucho más jóvenes que sus esposos, Sofia y Anna pasaron de la más
ferviente admiración por Tolstói/Prózorski a la desilusión al conocer su pasado disoluto (no olvidemos que Sofía
leyó los diarios del escritor ruso a petición de este antes de casarse y en
ellos se hablaba de la gonorrea que contrajo al mantener relaciones con una
prostituta). Las dos vivieron de manera traumática las relaciones sexuales,
pues no hallaron en sus esposos la delicadeza y la comprensión necesarias para
unas niñas: "mamá me dijo que tengo que consentir y no sorprenderme por
nada… Bien, que así sea… Pero… Dios mío, qué horrible y… Qué vergüenza, qué
vergüenza…". Su idílica idea de un matrimonio feliz ("antes que nada,
es necesario el amor, uno más elevado que todo lo terrenal, un amor
ideal…"), basado en la pureza de sentimientos y en la implicación absoluta
de ambas partes, pronto se vio emborronada por la cruda indiferencia de sus
cónyuges, quienes las castigaban con
constantes cambios de humor, desaires, desplantes y con una incomprensión
absoluta que las lleva a sentirse desorientadas en una sociedad que las condena
al ostracismo. Durísimas son las palabras de Anna a este respecto: "«¿Es
este el destino de la mujer?, pensaba Anna. ¿Poner el cuerpo a disposición de
un niño de pecho y luego del marido? Uno detrás de otro, ¡siempre! Pero, ¿dónde
está mi vida? ¿Dónde está mi yo? (…) No tengo una vida propia, ni terrena ni
espiritual»".
En
este estado de anulación, autora y personaje vislumbran un pequeño refugio en
la sincera amistad con unos hombres que las escuchan, las respetan y con los
que comparten aficiones artísticas. Son, pues, los antagonistas de sus esposos
que se han convertido en unos extraños para ellas. He aquí una de las tesis
principales que Sofia Tolstaia quiso defender con su obra: la posibilidad de un
amor sincero, puro, alejado de la sexualidad, entre hombres y mujeres.
Con
¿De quién es la culpa? Sofia Tolstaia
plantea una pregunta cuya respuesta parece evidente a todo lector de nuestra
época y constituye un moderno alegato de los derechos de las mujeres y de su
posición en la sociedad, en la familia y en la historia. Es bien conocido el
carácter complicado de Lev Tolstói, que se vio agravado por la crisis
espiritual y existencial que vivió en la década de 1870, y que estoicamente
aguantó su esposa, preocupada hasta el último momento por el bienestar de su
familia y por el legado literario del genio ruso. Me apena pensar que Tolstói no
pudiera leer las demoledoras confesiones que Sofia escribió en Mi vida y en otros textos y que no
pudiera rectificar sus comportamientos tan poco honorables, indignos de un
genio creador como él. En mi estantería descansan juntos Lev y Sofia, por si el
milagro de la literatura permite un diálogo bilateral, recíproco y respetuoso
que tienda un sólido puente de amor
sincero y puro entre ellos. ¿Por qué no?