El 30 de julio de 1970,
Álvaro Cunqueiro escribía para el Faro de
Vigo una crónica titulada «No hay almenas en Elsinor». El artículo recogía,
en parte, la experiencia del escritor gallego durante su viaje a la ciudad
portuaria danesa, famosa por hallarse en ella el Castillo de Kronborg,
escenario en el que Shakespeare ubicó la tragedia de Hamlet. Cunqueiro, cuya admiración por la obra del dramaturgo
inglés está bien documentada, había publicado en 1958 O incerto señor don Hamlet, príncipe de Dinamarca, su obra teatral
más conocida; en 1965 escribió un texto titulado «O Castelo de Elsinore», cuya
prosa evocadora da fe de la fascinación que el escritor de Mondoñedo sentía por
el mítico espacio shakesperiano; y todavía en 1967 soñaba con fundar una
sociedad de Amigos de Shakespeare en toda Galicia. Se entenderá, pues, que
Cunqueiro sintiera la necesidad de viajar hasta Dinamarca y conocer de primera
mano aquellos sugestivos espacios literarios. La visita se realiza
aproximadamente un mes y medio antes de la publicación del artículo de marras,
es decir, el 12 de junio de 1970. Le acompañaron dos amigos catalanes: el
periodista Néstor Luján, especializado en la crónica de viajes y gastronómica
cuyos artículos en el semanario Destino
tuvieron tan buena acogida en su momento, y el doctor Joan Obiols, a la sazón
catedrático de Psicología en la Universidad de Santiago de Compostela, defensor
del psicodrama, la terapia artística y la musicoterapia, y que moriría
curiosamente en Cadaqués mientras atendía a Salvador Dalí, en julio de 1980.
Cuando Cunqueiro llega
Elsinor constata que, efectivamente, el Castillo de Kronborg no tiene las
famosas almenas en las que Hamlet era atormentado por el fantasma de su padre:
«del más antiguo castillo solamente quedan el foso de la parte Este, y algunos
basamentos del muro exterior de defensa. Y no hay una sola almena, ni es
posible pasear, ni lo es siquiera a un fantasma, entre las torres más altas».
De su viaje a Elsinor, Cunqueiro, gran aficionado a la colección de hojas
secas, se llevó una ramita de un árbol situado al pie del foso del castillo y,
para dar naturaleza de autenticidad al souvenir,
extrajo de ella una pequeña hoja doble que pegó en un encarte en cuyo dorso
hizo firmar a sus compañeros de viaje, Luján y Obiols, el testimonio fehaciente
de dicha autenticidad: «No soy notario, mas es verdad», certifica Obiols; y «Doy
fe», remata Luján antes de firmar. El curioso documento se halla en la
actualidad en la Fundación Penzol, en Vigo.
En el año 2020, coincidiendo
con los 50 años de la visita de Cunqueiro a Elsinor, la Casa-Museo Álvaro
Cunqueiro, editó un cuadernito desplegable que recoge el facsímil del documento
con la hoja elsinoriana. El cuaderno incluye, además, una explicación de
Armando Requeixo, coordinador de actividades y publicaciones de la Casa-Museo,
y la reproducción fotográfica del artículo de Cunqueiro. La publicación es una
de esas preciosas joyitas bibliográficas, editadas con mimo, pasión y amoroso
afán, tan a propósito para quien desee realizar un regalo literario original y
entrañable, y se suma a los actos conmemorativos que se están llevando a cabo
con motivo de los 40 años desde el deceso del escritor. A veces, estos pequeños
accesos de cotidianidad en la vida de un escritor, al margen –si es que esto es
posible– de su obra artística, sirven también para hacer más cercanos a los
autores y hacernos partícipes de su humanidad, alejados de la visión
mitificadora del escritor en su mesa de trabajo. A la postre, que el castillo
de Hamlet no tenga almenas, en nada resta a la sugestión que su inexistente
barbacana sigue produciendo en los lectores de Shakespeare.
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