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lunes, 11 de diciembre de 2023

632. Mil y uno seguirán siendo mil y uno

 


Miguel de Unamuno acuñó el término “intrahistoria” para referirse a las peripecias de personas anónimas que vivieron los grandes acontecimientos históricos pero que han tendido a quedar en la sombra. Seres de los que nunca se hablará en los libros de texto porque forman parte de la historia en minúsculas que ha sido eclipsada por la Historia en mayúsculas y por sus protagonistas, de nombre conocido para la posteridad.

Recuperar la intrahistoria, a grandes rasgos, es el objetivo principal de 14 de abril, obra escrita por Paco Cerdà que ha merecido numerosos reconocimientos -como el Premio de Ensayo de la Crítica Valenciana 2023 o el II Premio de No Ficción Libros del Asteroide- que avalan, con absoluta certeza, la valía de este libro. Esta crónica literaria aúna el rigor periodístico, pues es innegable el arduo y minucioso proceso de investigación y documentación del autor, con una calidad literaria y una forma de narrar que permiten que la obra sea leída como una novela que amasa los hechos reales como único material de trabajo. Lejos de un estilo plano y burocrático, Cerdà ha impregnado su texto de una belleza literaria en la que no faltan hermosas o duras metáforas y comparaciones y guiños poéticos a Lorca o Miguel Hernández, entre otros.

 Cerdà relata lo que ocurrió en España con la llegada de la II República y se centra en un único día: desde el amanecer del 14 de abril, cuando se izó la primera bandera republicana en Eibar, hasta el anochecer, cuando la monarquía vivió su total ocaso. 24 horas en las que tienen cabida las dos caras de la moneda: las historias de personajes conocidos -Alfonso XIII, la reina, Franco, Margarita Xirgú, Unamuno, Gregorio Marañón, Sanjurjo y todo un rosario de ministros, militares y aristócratas- se entremezclan con las vivencias de personajes anónimos que son ahora recordados, homenajeados y “nombrados” por Paco Cerdà: Emilio, un encuadernador que se topó con una manifestación y que perdió la vida por las cargas del gobierno de Alfonso XIII; la anarquista Teresa; la pescadera Cándida, que murió por los incidentes que se produjeron en las Minas de La Unión; el telegrafista Pàmies; el manifestante Francisco; Eduardo, un militar cuyo cadáver nadie supo reconocer, etc. 14 de abril se presenta ante el lector como un crisol que abarca todas las sensibilidades que entraron en juego aquel día: los monárquicos, los republicanos, los anarquistas y los comunistas, de nombre conocido y desconocido, que son tratados con respeto y neutralidad. Incluso hay una tendencia a humanizar la imagen de algunos de ellos, como los reyes cuyo Palacio Real se convirtió en un nido de miedo y ellos, en seres llenos de dudas y de incertidumbre.

Muy original es la estructura de la obra. Las horas canónicas que marcaban el inicio de los rezos (Prima, Vísperas, Tercia, Sexta, Nona, Maitines, Laudes) dan nombre a cada una de las partes del libro que incluyen estampas, de extensión generalmente breve. La elección de estas franjas horarias abre la posibilidad de interpretaciones variadas, desde la importancia que la iglesia tendría en el devenir de la II República hasta que el autor ha escrito una oración laica por estos seres anónimos que se han ganado, por derecho propio, el conocimiento de sus experiencias vitales.  Cada parte, además, comienza con el nombre de uno de estos personajes anónimos para devolverles, así, la relevancia que tuvieron en uno de los días más importantes de nuestra Historia reciente. Destacable es también el uso de la segunda persona del singular con el que Cerdà se dirige a los personajes muertos, un “tú” que los actualiza y que confiere al relato un tono que roza lo elegíaco (“Acabas de morir. Nadie lo sabe, Emilio, pero tú estás muerto”). Y son estos fallecidos los elegidos para abrir las primeras estampas de cada bloque, reivindicando así que este día no solo estuvo caracterizado por la alegría popular y por la valentía de los republicanos que pudieron hacerse con el poder, sino también por el llanto de tantas familias que perdieron a un ser querido de forma injusta. Todos los sentimientos que se vivieron ese día quedan plasmados en la obra: alegría, emoción, nerviosismo, ambición de poder, esperanza, desolación, venganza… He aquí uno de los grandes logros de la obra de Cerdà: su capacidad para impregnar al lector de las distintas emociones de aquel día. Leer 14 de abril es viajar a ese día y ser capaz de vivir, en primera persona, aquellas horas que cambiaron el devenir de nuestra Historia.

“La historia redondea los esqueletos por decenas. Mil y uno siguen siendo mil. Ese uno es como si no existiera”, se afirma en uno de los capítulos de la obra. Pero gracias a Paco Cerdà y a esta obra necesaria, justa y hermosa, “mil y uno seguirán siendo mil y uno”.

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