tag:blogger.com,1999:blog-48889632847016605112024-03-28T00:54:55.336+01:00CESÓ TODO Y DEJÉMEBeatriz Pastor - Fernando ParraTisbehttp://www.blogger.com/profile/13310048023894166443noreply@blogger.comBlogger640125tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-6134051708375429852024-03-25T20:12:00.004+01:002024-03-25T20:22:29.477+01:00643. Mármol que fulge en los versos<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijRnLQNc4M7O56FHr6e4AEHOCuqODXvBAymlz-knNUPer-FhC6qniWd1e6ucsVY9ybp4vzsclqgAXjUdvoFTyAh104WzlXg3KVettL0Yw34-DHqljHn0ai9Tj-5BvYcCaChj_zN3FnnDUZQChGcTu2Kc5SyeYBjN6wTLQWUIZFuTwI5ADp5eiSvFCVFrWi/s2511/cubierta%20del%20libro.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2511" data-original-width="1658" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijRnLQNc4M7O56FHr6e4AEHOCuqODXvBAymlz-knNUPer-FhC6qniWd1e6ucsVY9ybp4vzsclqgAXjUdvoFTyAh104WzlXg3KVettL0Yw34-DHqljHn0ai9Tj-5BvYcCaChj_zN3FnnDUZQChGcTu2Kc5SyeYBjN6wTLQWUIZFuTwI5ADp5eiSvFCVFrWi/w264-h400/cubierta%20del%20libro.jpg" width="264" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt;">En las inmediaciones del
término municipal de Baena (Córdoba), se halla el impresionante yacimiento
arqueológico de Torreparedones. A la magnética sugestión que inevitablemente
suscitan sus vestigios tartésicos, íberos y romanos, el poeta José Antonio
Santano ha unido el eslabón identitario que lo vincula desde los vórtices del
tiempo a su propia patria chica. El resultado es esta <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sepulta plenitud</i> (Olé Libros), un canto emocionado a la antigua
colonia romana de Ituci y una elegía a su pretérita grandeza ya ajada por el
poder aniquilador del tiempo. Poesía contemplativa y caminera, con ecos
mironianos y azorinianos en algunas estampas («Ayer la tarde estuvo coronada /
de un aire dolorido y de barbecho / que subía conmigo hasta la cumbre»), el
poeta se siente depositario de la memoria de su pueblo: «en su silencio / soy
el himno de su gloria que no calla». A veces, se nos antoja que la propia voz
poética emerge del silencio de las tumbas y mausoleos integrada en los ecos de
los muertos, como ventrílocuo de los siglos o espectro redivivo en el
testimonio físico de la sibila de los versos. Una conexión casi cósmica con los
ancestros en la que el tiempo se pliega a la sincronía para ser, con ellos,
«todos los nombres en uno». En su peregrinaje por las ruinas, el poeta está
acompañado, como si de otro guía virgiliano se tratase, de Lucio Cornelio
Marcus, a quien a veces se le interpela remedando el estilo clásico de las
invocaciones homéricas y ante el que Santano se lamenta de «este tiempo sin
poesía». El tono elegíaco del poemario se acentúa con el uso de la isotopía
religiosa: por los versos desfilan términos como el barro, el aceite, los cálices,
el vino, el agua o las vírgenes. Pero junto a la abstracción conceptual de la
memoria, al poeta le interesa también el fresco de la vida que sucede, la vida
pequeña y, por ello mismo, genuina y auténtica, aunque sea ésta detenida en la
piedra: las ofrendas de exvotos en la cella sagrada; las doncellas
procesionarias de Caelestis; los preciosos versos dedicados a los alfareros; la
historia de Silveria, la esclava africana que se abrió las venas; la casa del
panadero; la vida cotidiana representada en ese sestercio que andaría de mano
en mano en la tremolina de un mercado… «Todo está escrito en las entrañas de
Ituci», en las epigrafías que nos hablan desde su callada paciencia pétrea. La
última parte de libro, la única que contiene poemas con título, es un recorrido
de traza museística por diferentes restos romanos sobre los que se imprime la
mirada poética de Santano para trascender su mera condición objetiva y
convertirlos en materia simbólica relacionada, sobre todo, aunque
implícitamente, con el tópico de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">vanitas</i>.
<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt;">Con la habitual solemnidad
del poeta baenense, los poemas de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sepulta
plenitud</i> se desbordan en la torrencialidad de unos versos que rebosan
acumulación, no el sentido gratuito del amontonamiento <i style="mso-bidi-font-style: normal;">per se</i>, sino desde la estudiada medida del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">crecendo</i> poético, tan a propósito para el tono sacro-elegíaco antes
mencionado. En esa intensificación cobran especial protagonismo las alusiones a
la Naturaleza, que se imbrican entre las ruinas de Ituci en un contraste entre
vida y muerte, entre presente y pasado, que a veces acaban uniéndose. Así, en
la noche tempestuosa que se cierne sobre el yacimiento, los truenos parecen la
lengua materna de los muertos. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 11pt;">Sepulta plenitud</span></i><span style="font-size: 11pt;"> engrosa con broche de oro la prolífica producción de José Antonio
Santano y se convierte en otra epigrafía más con la que grabar el orgulloso
amor por su tierra. Versos para la plenitud, nunca sepulta.<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-88486144745524164672024-03-18T18:48:00.000+01:002024-03-18T18:48:03.685+01:00642. Viajes literarios: Pratdip<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG4d5gvXEpbjhBVTwn8YRO0edh2NvYWteFgucI3wRibeobZiXNMxGbUx63zngAZitjhiwUWeni6r8-WoLrYAkYwO8JnSMogue9m8ncSnlo3eNS1nNkIRBT1dg2G8NPE1CfPSFt7bzCxQPcwgnrg3yV3f2z6m47_cFXuXYYtJN-NepDn1SHDWJzqBLW-amV/s800/pratdip.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="533" data-original-width="800" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG4d5gvXEpbjhBVTwn8YRO0edh2NvYWteFgucI3wRibeobZiXNMxGbUx63zngAZitjhiwUWeni6r8-WoLrYAkYwO8JnSMogue9m8ncSnlo3eNS1nNkIRBT1dg2G8NPE1CfPSFt7bzCxQPcwgnrg3yV3f2z6m47_cFXuXYYtJN-NepDn1SHDWJzqBLW-amV/w400-h266/pratdip.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Conviene llegar a Pratdip en
un día gris y ventoso. El ulular del viento entre los callejones medievales
alentará en la imaginación la presencia agazapada y amenazadora del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">dip</i>, el animal fantástico que se ha
quedado a vivir en el topónimo y en el escudo del pueblo, como si estos perros
vampiros reclamasen el señorío de la villa, y sus habitantes, temerosos de su
ira, hubieran aceptado un vasallaje secular. Y quizás el visitante se tope
realmente con alguno de ellos, dispuestos como están por el ayuntamiento en
once zonas del tortuoso callejero para regocijo de los amantes de las yincanas.
Nada más llegar, se recorta en lo alto el castillo en ruinas y nos da la
bienvenida, como otro Can Cerbero, la escultura vanguardista del montrogense
Santi Fuchs. La empleada de la oficina de turismo nos facilita, con eficacia
burocrática, los lugares de interés del municipio. Pero la expresión de su
rostro cambia cuando le confesamos que nos ha llevado hasta el pueblo la
lectura de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Les històries naturals</i>, de
Joan Perucho. Entonces su entusiasmo de lugareña orgullosa escala por sus
palabras de regocijo y hasta se aventura a localizar la casa que debió de
inspirar al escritor barcelonés el palacio de la baronesa de Urpí, la
aristócrata que reclamará los servicios del naturalista Antoni de Montpalau
para liberar al pueblo del vampiro que asola la vida de sus habitantes. Anoto
en mi memoria la emoción de la empleada al conocer que los dos forasteros que
arriban allende el Ebro han leído en catalán la novela, y lo poco que cuesta
ser uno más cuando se estrechan los lazos de la cultura y la comprensión y
admiración del otro. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">El callejeo sin itinerario
concreto es la mejor fórmula en Pratdip. Sin esperarlo, hallaremos sugestivos
vestigios de su pasado, como las arcadas de Cal Sisa y las torres de defensa
–restos de la antigua muralla medieval–, la iglesia de la Natividad o los
antiguos lavaderos. Hay que subir, claro, al castillo, donde Joan Perucho imaginó
la tumba de Onofre de Dip, el atribulado vampiro condenado a cobrarse la sangre
de sus víctimas para poder sobrevivir. Perucho, que ambienta su novela en plena
guerra carlista, parte de hechos reales para su posterior fabulación. Onofre de
Dip adquiere todas las características del vampiro atesorada por el imaginario
colectivo pero, está basado en los perros vampiros de Pratdip que, exagerados
por la leyenda, aluden a las jaurías de lobos que acababan con los rebaños
alimentándose de la sangre nutricia de las reses con un dentellada en el
cuello. La enfermedad del propio general carlista Ramón Cabrera fue real, pero
Perucho la atribuye al mordisco de Onofre. Montpalau liberará a Pratdip del
vampiro y el pueblo celebrará la gesta con una romería al santuario de Santa
Marina, donde el visitante podrá reparar la sed de la caminata con el agua
salutífera de los famosos caños de su fuente.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 11.0pt;">Les històries naturals</span></i><span style="font-size: 11.0pt;"> no empiezan ni acaban en Pratdip, aunque sea el
pueblo del Baix Camp el que catalice la narración. En el viaje de Montpalau
hasta Pratdip destacan las descripciones impresionistas de la topografía
tarraconense como la propia Tarragona, L’Arboç, Arnes, Falset, Reus u Horta de
Sant Joan, entre otras. La aparición de personajes históricos es también muy evocadora
y para el filólogo que esto escribe fue muy emocionante toparse con Milà i
Fontanals. La novela es, además, un precioso tributo a la lengua catalana, de
la que Perucho sabe extraer sus mil y un matices y un acervo léxico que
sorprende incluso a los que estamos familiarizados con el idioma. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">La novela de Perucho alcanzó
en su día gran éxito, especialmente en los años 80, entre el lector adolescente.
No había instituto que no prescribiera su lectura. Hoy me cuentan los
profesores de Lengua Catalana que sería imposible su inclusión en los planes de
estudio porque el alumnado ya no es capaz de entender una palabra de la novela.
Las leyes educativas. Esas sí que son un sangría y no las de Onofre de Dip.<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-23610492037158370752024-03-04T19:07:00.003+01:002024-03-04T19:07:39.189+01:00641. ¿Qué haces ahí, García Mateos?<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivORvzLB24Xlk7LlAOJH1ly9i_dnbiXbUcj0oaSmmoZ7-h4T_3jppHeffYI_dYWdEzZ7kDjU2C9GJBzl6yCfzdx2i_FIM6brE8P0ai6id_z33hOgSY6CJaEJJJ3JQC2kJXtJfddQKsyqwWEo4-1VouOQF1MfIVvzqNwRqErkNzKVoyGtjNdkBv7s99hc8Z/s1610/RETRATOS%20Y%20FIGURACIONES.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1610" data-original-width="1163" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivORvzLB24Xlk7LlAOJH1ly9i_dnbiXbUcj0oaSmmoZ7-h4T_3jppHeffYI_dYWdEzZ7kDjU2C9GJBzl6yCfzdx2i_FIM6brE8P0ai6id_z33hOgSY6CJaEJJJ3JQC2kJXtJfddQKsyqwWEo4-1VouOQF1MfIVvzqNwRqErkNzKVoyGtjNdkBv7s99hc8Z/w289-h400/RETRATOS%20Y%20FIGURACIONES.jpg" width="289" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Ramón García Mateos ha
obtenido el Premio Internacional de Poesía António Salvado Cidade de Castelo
Branco por su última obra, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Retratos y
figuraciones</i>. El libro, en edición bilingüe en portugués y español, y
publicado por la editorial Labirinto, es uno de los poemarios más hermosos que
he leído en los últimos tiempos. Ya la solapilla biográfica de la cubierta es
toda una declaración de intenciones. García Mateos, a cuya dilatada trayectoria
la jalonan numerosos títulos y premios, queda reducido en la solapilla a su
mera condición de profesor: «Ramón García Mateos (Salamanca, 1960). Catedrático
de Lengua y Literatura Españolas». Y a mí se me antoja que esa humilde
solapilla, donde Ramón renuncia a describir la relación de sus méritos
literarios, es el primer poema del libro. Porque en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Retratos y figuraciones</i> quienes importan de verdad son los poetas allí
homenajeados, un precioso muestrario de los nombres más queridos por el autor
salmantino, a cuya advocación se acoge con un amor conmovedor y un sentimiento
sincero de deuda en cada verso. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">La mayor parte de los autores
que conforman esa nómina casi elegíaca tiene en común su dramática experiencia
vital. Por las páginas del libro desfilan condenados a muerte como Villon;
perseguidos como Juan de Yepes; encarcelados como Quevedo; desterrados y
exiliados como Pedro Garfias o Vallejo; suicidas como Antero de Quental o
Rigaut; derrotados y atribulados como Unamuno; desengañados como José Agustín
Goytisolo; asesinados o deudos de asesinados como Roque Dalton o el «Piojo»
Salinas; nostálgicos de Florencia, como Aldana… Todos estos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">retratos</i> recrean una estampa del
escritor tributado en algún momento especialmente significativo o doloroso de
su existencia. Otras piezas, en cambio, son meros poemas celebratorios
entelados de nostalgia: el poema con ecos manriqueños a Violeta Parra; Estellés
y Ovidi Montllor en Alcoy; los dos versos de Ferlosio sin necesidad de glosa;
Josep Igual entre volutas de tabaco; y, por supuesto, los poemas a los amigos,
como el dedicado a Juan López-Carrillo, divertido e hiperbólico, perfecto
trasunto del propio autor catalán; o el maravilloso poema tripartito a Antonio
Carvajal, donde García Mateos juega con los títulos de los libros del poeta
granadino y con el apellido materno de éste. Una preciosidad.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">En otras piezas se imbrican
literatura y vida como en el homenaje a Ángel Guinda («Escribir como se vive»)
o como aquella otra que penetra en el estudio de Maruja Mallo para que los
versos de Miguel Hernández estallen como rayos que no cesan; intertextualidad
que se repite en el poema lorquiano a Belmonte o en algún poema
autorreferencial. Lo popular (piedra angular en la poética de García Mateos) se
manifiesta en el uso del metro de algunos poemas pero también en el poema
dedicado a Blas de Otero, en la mención a Labordeta o en los versos dedicados a
los payadores. No faltan tampoco las alusiones a las injusticias sociales,
algún verso acerado de ironía epigramática y una enorme generosidad para con
los desahuciados.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">El libro, que es, en
definitiva, un apasionado reconocimiento a los maestros del poeta, como nos
recuerda el último poema, no podía soslayar, claro, la inmensa figura de Ramón
Oteo, destinatario de una de las composiciones más emocionantes del poemario. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Mención aparte merece la
versión portuguesa a cargo de la traductora Leocádia Regalo, donde los versos
de Ramón, tan cargados en realidad de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">saudade</i>,
encajan natural y primorosamente.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Con su acostumbrado estilo
inmersivo, rebosante de intensidad, de bien entendida solemnidad desgarrada, de
esa que te coge de la camisa y te zarandea, evocador, nostálgico, vehemente,
auténtico, secular, doloroso, fraterno y esperanzado, García Mateos debe saber
que, él también, y pese a la solapilla, es retrato y figuración de quienes
aspiramos a parecernos, aunque sea remotamente, a su ejemplo. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-58361591838093379622024-02-19T19:19:00.002+01:002024-02-19T19:19:43.451+01:00640. La mejor crítica literaria está en Facebook<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi09nqSKTHP8Zm17qJtoc5PuiBoZwbdBePHEWkHfV6pmOgElpCCKgQPLREq_Orco2BdNYSORcdNpL0HL4NRw_DKXvhEa7lC2ZV07Xer6-lUUpnzNNa1Ko50KXvPTEy2tmI9G0qEASB8qwyanGHSuUW-IFegFy1shfBFrzWTQt04qgtfRrrulIgSgwW4kxQK/s1662/MANUEL%20RODR%C3%8DGUEZ%20Y%20SALVA%20ROBLES.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="730" data-original-width="1662" height="141" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi09nqSKTHP8Zm17qJtoc5PuiBoZwbdBePHEWkHfV6pmOgElpCCKgQPLREq_Orco2BdNYSORcdNpL0HL4NRw_DKXvhEa7lC2ZV07Xer6-lUUpnzNNa1Ko50KXvPTEy2tmI9G0qEASB8qwyanGHSuUW-IFegFy1shfBFrzWTQt04qgtfRrrulIgSgwW4kxQK/s320/MANUEL%20RODR%C3%8DGUEZ%20Y%20SALVA%20ROBLES.jpg" width="320" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">A principios de año, leí con
estupefacción una declaración del profesor y crítico literario Ernesto Calabuig
donde denunciaba la manipulación de la que había sido objeto una de sus reseñas
en la revista cultural «La Lectura», de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
Mundo</i>. Según Calabuig, las partes de su texto donde no dejaba en buen lugar
la calidad de la novela reseñada habían sido alteradas por otros juicios de
valor mucho más elogiosos. Dicho de otro modo, a Calabuig le hacían decir en su
reseña lo contrario de lo que él, desde su honestidad intelectual, había
escrito. Exonerado el jefe de redacción, de cuya honorabilidad Calabuig no
duda, nuestro crítico ató cabos y pensó en alguna mano negra que, obedeciendo
instrucciones «de arriba», había modificado su texto para no perjudicar al libro
que –oh, casualidad de las casualidades– pertenece al mismo grupo editorial que
el periódico de marras. Calabuig, en un acto valiente que lo ennoblece, anunció
su renuncia a seguir colaborando con ese medio. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">El suceso, uno más de los
tantos que se producen cada día en nuestra prensa patria, ratifica lo que desde
hace tiempo muchos pensamos: la crítica literaria que depende de los grandes
medios no resulta fiable, pues su criterio está adulterado por intereses
económicos alejados de cualquier consideración estrictamente literaria. Por
eso, y siempre tras una meticulosa criba, conviene dejarse aconsejar por
aquellos críticos que, desde su independencia, no obedecen más que al imperio
de su razón y sensibilidad. Antes los blogueros y ahora los buenos lectores que
habitan las redes sociales pueden ser excelentes garantes de la calidad de una
obra literaria, porque a nadie se deben más que a su propia libertad. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Entre estos críticos no
profesionalizados, hay en Facebook dos nombres que merecen toda nuestra atención.
Son Manuel Rodríguez y Salva Robles. El caso de ambos es verdaderamente
admirable. Su bagaje de lecturas comprende un espectro estratosférico y sus
reseñas en la red están llenas de inteligencia, sensibilidad, criterio y buen
tino. Generalmente, publican críticas de libros que les han satisfecho, pero no
les duelen prendas a la hora de desacreditar las alabanzas oficiales de los
críticos supuestamente reputados. Si el libro que va a la hoguera pertenece a
alguno de sus contactos en Facebook, simplemente no lo reseñan, porque nobleza
obliga. Su capacidad de prescriptores fiables se la han ganado a pulso. Quien
escribe estas líneas, ha descubierto, gracias a ellos, a maravillosos
escritores, hasta entonces ignotos para mí, que han contribuido a enriquecer
exponencialmente mi acervo literario. Desde aquí mi agradecimiento. Salva,
además, acaba de publicar su primera novela (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Del desorden y la herida</i>, Talentura), que habrá que leer. Manuel y
Salva solo son la punta del iceberg de toda una entusiasta legión de exigentes
letraheridos que, como ocurre con el club de lectura Yokni, del que son
integrantes, aman la literatura de calidad. Por allí desfilan hasta 200 nombres
como Luis Marín Le Drac, Carlos Tongoy, Mario Marín, José Valenzuela, Aitor
Arjol, Alberto Masa, Jimy Ruiz, Paco Bescós y tantos otros que no puedo
enumerar aquí, muchos de ellos relacionados directamente con la actividad
creativa. Yo ya casi no tengo otros prescriptores. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Cuando salgan las famosas
listas de Babelia, acuérdense de los yonkis de Yokni. Aquellos están en Babia;
estos leen en vena. <o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-48567555550972002172024-02-12T18:58:00.000+01:002024-02-12T18:58:04.624+01:00639. Glosar la vida<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhy3MRqW2Ytu-_KQf_1DIUAom9fjMYW9cndM7GxpnjYFySyL4nndSy8MbpWTRcg9CZPcaxA5YMVtUGJWdzCuuTv7mXEmUU96nABNBEmAz3qS82kstgx35F9TVDMV-dGi82iNU81uk7F6OyRMGbuJtP2LY7YujxL1YBKXx_logOaqCzCVeXKCW1Lr_70jSRE/s1321/ANOTACIONES%20A%20PIE%20DE%20P%C3%81GINA%20(CUBIERTA).jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1321" data-original-width="850" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhy3MRqW2Ytu-_KQf_1DIUAom9fjMYW9cndM7GxpnjYFySyL4nndSy8MbpWTRcg9CZPcaxA5YMVtUGJWdzCuuTv7mXEmUU96nABNBEmAz3qS82kstgx35F9TVDMV-dGi82iNU81uk7F6OyRMGbuJtP2LY7YujxL1YBKXx_logOaqCzCVeXKCW1Lr_70jSRE/w258-h400/ANOTACIONES%20A%20PIE%20DE%20P%C3%81GINA%20(CUBIERTA).jpg" width="258" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">El poeta Ramón Bascuñana ha
obtenido con su último libro (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Anotaciones
a pie de página</i>, Editorial Pre-Textos), el Premio Juan Gil-Albert de Poesía
en el marco de los XL Premios Ciutat de València. El poemario ratifica uno de
las grandes temas recurrentes que jalonan la larga y laureada trayectoria
literaria del poeta alicantino: la reflexión sobre la propia creación poética y
su inextricable imbricación con la vida. La estructura unimembre del libro
parte en cada poema de la cita de un autor, que da lugar a la propia
reformulación poética. Aunque las glosas de poemas ajenos no es algo nuevo, sí
me pareció interesante la disposición visual de los versos que, como el título
del propio libro indica, aparecen a pie de página, como si de un paratexto se
tratase. Y, en todo caso, el libro se convierte también en una preciosa
antología. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">El tema de la poesía es el
más prolífico del libro. Ésta se erige en el refugio donde el poeta halla su
propia purificación, a la manera de la catarsis griega o como «legítima defensa
/contra la realidad que nos rodea». Otras veces se la asocia al misterio, que
subyace en el «fondo abisal de un naufragio» personal y que me pareció
emparentar con aquel poema de Aurora Luque titulado «Obra viva, obra muerta».
Pero Bascuñana no olvida que la poesía, además, lleva asociada una condición
comunitaria, pues la soledad del poeta «incluye a las otras». En ocasiones, al
poeta le sobreviene la perplejidad, de raigambre nihilista, de no reconocerse
en sus propios versos, como si fuera otro el que los hubiera escrito, pues el
espejo «duplica la nada de ser nadie». Hay poemas que reflexionan sobre la
utilidad de la poesía, debatiéndose entre lo absurdo del ejercicio de la escritura
«para que [al final] nada quede de nosotros» y la necesidad de «esgrimir la
palabra» contra el silencio que «protege a los mediocres», pues la
explicitación de la herida es un acto valiente, ya que aquella muchas veces es
indigna; el cuerpo, entonces, «somatiza la poesía». El libro incluye también
algún poema divertido (dicho con todas las reservas, pues su trasunto
metafísico trasciende la mera anécdota), que diferencia a los poetas que tienen
gato de los que tienen perro. Pero el bloque más numeroso lo conforman los
versos que hablan de la imposibilidad del poema, entroncando con la ya clásica
preocupación becqueriana. Así, el poema es siempre un «fruto tumefacto», mera
intuición de la belleza, donde el silencio puede dar mejor cuenta de él, a
salvo de las «impurezas del lenguaje», de la «falacia de ritmo y armonía»,
hogar levantado con «materiales pobres y deleznables»; la verdad reside,
entonces, en el propio acto de escribir, en quien escribe y habita el poema,
pues «el poema no nos salva» y «tiende a la derrota».<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Otros motivos completan la
obra, también muy propios del autor, como son el paso del tiempo y la vida como
fracaso y hastío. Así, el presente es un destierro del pasado y la infancia
adquiere ecos manriqueños cuando el poeta lamenta el error contumaz de
«alejarnos del niño y la inocencia / correr hacia la playa sin salida», que
recuerda a aquel «correr a rienda suelta sin parar» de Manrique, mientras la
muerte prepara su celada. Transita por los poemas, además, un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">spleen </i>baudeleriano, minado por el
fracaso y el miedo («el motor del mundo es el miedo») que convierte el poema en
una mera inercia de la vida, certificación de «la abulia de los días». <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Pocos poetas como Bascuñana
habrán escrito tanto sobre el propio ejercicio de la escritura. Casi se podría
realizar una tesis doctoral con sus apreciaciones. ¿Y de qué extrañarnos? ¿No
es la poesía, una glosa de la vida? Bascuñana vive y muere en sus poemas. Y si
le sirve de algo a su alma atribulada, yo sí creo, como dice en uno de sus
versos, que acabará permaneciendo en el poema. <o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-72677681663420493972024-02-05T16:50:00.003+01:002024-02-05T16:50:33.414+01:00638. Francisco Silvera: el último epígono<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivk-DqpKRo3sKisPvSZs3_noiL0ls5jLN524lbK4HQ0ZNoQv0cKOLG0q6UcyfSRXZgLk1hOOgTzcFhqSi0HoJTtyScspQ0HzKKIpem0NYOz5ADs3miy6IrlRaEknhRqnPfgDBGSXeWBZarJjUe1LOdspaZtNDMbt5M7SVUHhPDD_7_91R0v2A9dr3SkPsI/s792/Portada-11-La-tristeza-del-mundo-Francisco-Silvera.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="792" data-original-width="500" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivk-DqpKRo3sKisPvSZs3_noiL0ls5jLN524lbK4HQ0ZNoQv0cKOLG0q6UcyfSRXZgLk1hOOgTzcFhqSi0HoJTtyScspQ0HzKKIpem0NYOz5ADs3miy6IrlRaEknhRqnPfgDBGSXeWBZarJjUe1LOdspaZtNDMbt5M7SVUHhPDD_7_91R0v2A9dr3SkPsI/w253-h400/Portada-11-La-tristeza-del-mundo-Francisco-Silvera.jpg" width="253" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Abro uno de los libros de
Francisco Silvera y ya en el epígrafe hallo una declaración de intenciones de
clara filiación esteticista: el autor recoge diversas citas de Gabriel Miró,
Valle-Inclán, Baudelaire y Schnitzler. Dime con quién andas… Empiezo a leer los
primeros párrafos, espoleado por los insignes teloneros de marras (permítaseme
la atrevida metáfora pero es que Paco tiene su propia banda de rock) y,
efectivamente, la expectativa queda enseguida corroborada. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Nadie escribe ya en España
como Francisco Silvera y si hubiere algún escritor que se acogiese aún a esta
prosa exquisita en peligro de extinción, habría que rastrear sus huellas en la
periferia de las pequeñas editoriales, donde la literatura, tal y como un día
la concebimos, resiste la mediocridad homogeneizadora a la que desde hace
décadas se prestan los grandes sellos. El libro que leo y que me conduce a los
otros del autor se titula <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La tristeza del
mundo</i> y la publica una editorial de Huelva llamada Alud Editorial. Pronto
descubro los ecos mironianos pero también resabios de Rafael Azuar, con quien
la prosa de Silvera emparenta sorprendentemente (ni siquiera sé si Silvera
conoce el fraseo preciosista del autor ilicitano). Supongo que es una escuela
que no necesita de camarillas para que sus miembros se sientan emparentados. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">La novela, si es que podemos
hablar de novela en este libro de Silvera, se estructura a través de una trama
apenas accesoria: la aparición del cadáver de un gitano en el solar de un
barrio del extrarradio de una ciudad innominada. Al odioso gitano lo sabemos
vivo durante las primeras páginas: el autor nos lo ha presentado con un
realismo sucio y sin ambages, descripciones que entroncan con el costumbrismo
de la literatura tremendista. A partir de esa muerte misteriosa, el argumento
prácticamente desaparece. Silvera, a través de estampas breves, evocadoras,
sugestivas, de potente lirismo, va haciendo desfilar a una serie de tipos
humanos de diferente catadura y extracción social que tienen en común ser
testigos de la presencia del muerto en el solar y su indiferencia o su palmaria
dejación del deber de auxilio. Así, el cadáver permanecerá a la intemperie
mientras dure la novela, a merced del sol, de las alimañas o de los orines de los
perros. Aunque detestable, el cadáver en su soledad mueve a compasión,
sentimiento que contrasta con la deshumanización de muchos de los personajes
que descubren el cuerpo. Esta fenómeno tiene ya su preludio en las primeras
páginas del libro, ejemplo como pocos de primor literario, donde se invierte el
tópico del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">locus amoenus</i> para
presentarnos una Naturaleza desnaturalizada, si se me permite el poliptoton: la
arboleda, «de verde enfermo», está «ordenada, técnicamente podada»; los
estambres del azahar se mezclan en el asfalto con la grasa del cemento; los
gorriones se ceban con los desechos de la comida basura de un bar. Los
habitantes de la ciudad no parecen sino contagiarse de ese extrañamiento de lo
natural, de ese destierro de sí mismos, y la sensación de esas espléndidas
primeras páginas recuerdan a la desazón de los poemas de Lorca en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Poeta en Nueva York</i>. Fruto de esa
inercia, algunos personajes parecen desnortados y sin horizontes que deja un
poso de amargura en el lector.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 11.0pt;">La tristeza del mundo</span></i><span style="font-size: 11.0pt;"> demuestra la ineficacia de los argumentos trepidantes
y de los lances vertiginosos cuando la literatura, en todo su esplendor, se
justifica a sí misma. El placer estético sustituye a la curiosidad del evento
narrativo. Hay libros, como este, donde no pasa nada y, sin embargo, sucede
todo. Y hay, en autores como Silvera, la épica del epígono, que sabe muy bien
dónde está y para qué ha sido convocado por la Literatura. <o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-57667842476920068442024-01-29T17:39:00.004+01:002024-01-29T17:39:36.840+01:00637. Avaro con mi tiempo<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhL6P4ngSHuHsqr85kEOO0Hf1xQZPIank0dGkFxV6FlXx79b_KlJgABgAo4rj1lJQkYpLPOoLkAiFDUj3ks02Pkqy5DdiQe_7zxCCZLxbG0PNX08zvNucPhhASJ1moEoNqIdfWNXb7w0i0LcjT1gHnFIw9oTu4DijBCAnkstVpthjeSYk65kIctCe_EsXfA/s589/EL%20AVARO%20CARTEL.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="589" data-original-width="567" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhL6P4ngSHuHsqr85kEOO0Hf1xQZPIank0dGkFxV6FlXx79b_KlJgABgAo4rj1lJQkYpLPOoLkAiFDUj3ks02Pkqy5DdiQe_7zxCCZLxbG0PNX08zvNucPhhASJ1moEoNqIdfWNXb7w0i0LcjT1gHnFIw9oTu4DijBCAnkstVpthjeSYk65kIctCe_EsXfA/w385-h400/EL%20AVARO%20CARTEL.jpeg" width="385" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Quizás una de las peores
críticas que pueda recibir cualquier montaje teatral es que al espectador se le
haga larga la representación sobre las tablas. Y esa es justamente la sensación
que he tenido con la versión de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El avaro</i>,
de Molière, a cargo de la compañía Atalaya. Había puesto ciertas expectativas
en este trabajo de Ricardo Iniesta, más aún tras la última experiencia con la
irregular pero sorprendente <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Elektra.25</i>,
con la que la compañía celebró en su día su vigésimo quinto aniversario. Sin
embargo, acabé mirando el reloj, más preocupado por si perdía la reserva en el
restaurante donde nos íbamos después a cenar que de desentrañar más claves de
un producto que, a esas alturas del desarrollo, yo ya daba por fallido. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">El problema de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El avaro</i> de Iniesta son sus morosas
adiciones al texto de Molière. El dramaturgo francés concibió una obra ligera,
divertida, algo alocada y con un ritmo narrativo que nunca pierde el pulso.
Iniesta, en cambio, tal vez con una voluntad manierista respecto a las
cualidades del original, se pasa de rosca. El primer cuarto de hora nada tiene
que ver con el texto de Molière y está más pendiente de engarzar el tema
central de la obra con apuntes de la actualidad como los desahucios, los abusos
de la banca, el ánimo de lucro de los políticos corruptos, etcétera. La
intención no solo es legítima, sino loable, sobre todo si pensamos que el texto
de Molière se centra en la figura de un avaro sin aparente intención de
convertir su figura en trasunto de nada más. Luego, el texto empieza a respetar
la deliberada frugalidad del original y la cosa se encauza algo. Pero la
estructura híbrida, en la que se mezclan los parlamentos de los personajes con
pequeños sainetes musicales, rompe el ritmo y, más que amenizar, demora y
hastía. Si alguien quiere añadir nuevos pasajes al texto base, debe hacerlo con
un buen ensamblaje y, sobre todo, cuidar que aquello que se agrega tenga un
mínimo de calidad que no desmerezca la maestría del autor al que se homenajea. Pero
los textos de las canciones interpoladas son pobres y facilones, y la calidad
de los versos se reduce a meros ripios escolares. Comparen ustedes, por
ejemplo, los textos de nueva creación de Álvaro Tato o de Yayo Cáceres al
frente de Ron Lalá o de Ay Teatro, con esta nadería de Atalaya, y reconocerán
el mérito de un trabajo talentoso y lleno de rigor. Si no se tiene esa
capacidad, es mejor ceñirse al texto original y no tocarla más que así es la
rosa. Luego, el histrionismo de los personajes es verdaderamente agotador: cada
parlamento es una mueca, un escorzo circense o una dicción estridente y
desagradable; cada cambio de escena es una barahúnda de actores corriendo aquí
y allá al son de una música irritante; las puertas por donde entran y salen los
actores no acaban de abonar ningún simbolismo ni pragmatismo escénico concretos
y, todo junto, hace de la representación un ejercicio estéril en lo artístico,
aburrido, sobrerrevolucionado y repetitivo en lo rítmico, y soso en la
comicidad (casi ningún actor tiene la habilidad de despertar la carcajada).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Nada de lo dicho más arriba
es aplicable a la única actriz que salva el montaje. Efectivamente, Carmen
Gallardo, en su papel de Harpagón, demuestra tablas, presencia, dicción y
gracia naturales, y es ella sola quien llena el escenario sin necesidad de
tanta batahola colorista. Insuficiente balance, desde luego, para aquellos
espectadores, cuya única avaricia presentida, fue la de su tiempo robado. <o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-43483461389644535792024-01-22T19:55:00.004+01:002024-01-22T19:55:43.526+01:00636. La buena literatura viaja en Cadillac<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtZ5d9d0KXbcUFTI9F6YJwWQmWvHPBb9I9WW6krXCiJ4mKe8LF2ripOzxU9FCc9RheqkhnY84LgZwWIhxMCZ4QGWEY-KoAwwqRg6WA43u1pF2fyidXmb546BRhQeLKHxaPxdgDQvPYwNcASfKO2lldVyOlvAh8dbMyZNdUpGULKAHB1Qr89-4yzfAPWV9R/s1000/CUBIERTA%20CADILLAC%20RANCH.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="574" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtZ5d9d0KXbcUFTI9F6YJwWQmWvHPBb9I9WW6krXCiJ4mKe8LF2ripOzxU9FCc9RheqkhnY84LgZwWIhxMCZ4QGWEY-KoAwwqRg6WA43u1pF2fyidXmb546BRhQeLKHxaPxdgDQvPYwNcASfKO2lldVyOlvAh8dbMyZNdUpGULKAHB1Qr89-4yzfAPWV9R/w230-h400/CUBIERTA%20CADILLAC%20RANCH.jpg" width="230" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">La incorporación de Antonio
Tocornal al catálogo de Sloper demuestra, una vez más, el impecable tino de su
director editorial, Román Piña, así como la ceguera contumaz de los grandes
sellos, que dejan escapar a excelentes autores a cuya consagración
contribuirían de forma decisiva desde sus aparatos privilegiados de
distribución. A falta de todo ello, Tocornal se ha granjeado su prestigio a
través del boca-oreja y gracias al bastión de las editoriales independientes,
desde donde la literatura sigue defendiéndose de los embates del mercantilismo
más atroz.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Tocornal publica ahora <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cadillac Ranch</i>, una colección de 15
relatos, la mayoría de ellos premiados en diferentes certámenes, lo que se
podría argüir como aval de calidad si no fuera porque basta con que los haya
escrito Antonio Tocornal. El común denominador de todos estos relatos es la integración
natural de lo insólito, fantástico o anómalo en el mundo cotidiano de sus
personajes, lo que produce la perturbación y la sorpresa en el lector. Esta
poética de lo inaudito, la aborda Tocornal en dos relatos metaliterarios: «Lo
insólito» y «Cuarto cerrado». La fórmula de marras podría simplemente
constituir una demostración de la portentosa imaginación del autor, pero con
Tocornal conviene ir algo más lejos. Efectivamente, aunque sería también
legítimo, cuesta creer que muchos de los relatos aquí recogidos no aspiren a
trascender su propia naturaleza maravillosa para punzar las conciencias,
denunciar injusticias o conmovernos el corazón. Así, el tema de la soledad,
recurrente en casi todos los relatos, se metaforiza en esa casa que se expande
infinitamente dejando a su inquilino en un aislamiento ártico; o en ese
empresario de éxito a quien una sobrevenida atonía de la voluntad le impide
salir de su coche de alta gama el día que iba a cerrar una operación
millonaria, trasunto, probablemente, de la desnaturalización y vacío de la vida
de lujo. «Ayúdeme a salir» podría ser un alegato contra la invisibilidad y «Los
cacharritos» simboliza la vida detenida de una muchacha que sigue montada, año
tras año, en la misma atracción de la feria. En el delicado relato «Hanami», un
hombre solitario se dedica a contemplar la belleza de sus flores marcescentes. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Otros temas desfilan por el libro,
como la parodia del estilo de vida americano que se aborda en «Cadillac Ranch»,
una suerte de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">road movie</i> literaria
con visos de redención personal; o la crítica a la servidumbre de los artistas
a un fatuo mercantilismo que los explota y los desfigura en «Cara de mujer con
tres ojos». En «Un pueblo pequeño y pintoresco», al personaje le crece un
pueblecito en la palma de la mano, lo que nos lleva inevitablemente a pensar en
una especie de alegoría religiosa, el dios caprichoso que juega con los hombres.
Y en «Ya no hay luciérnagas» asistimos al sobrecogedor desdoblamiento de una
madre y su hija muerta, con el que aquella mantiene viva a ésta. La importancia
de lo azaroso se refleja en «La misión» y hay un halo de misticismo exótico en
«Cundi Macundi». <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Con su habitual estilo
preciso y quirúrgico, su sentido de la ironía y el lirismo de sus estampas,
Tocornal (o sus moscas) nos regala un tesoro de contento para quienes siguen
creyendo que la literatura debe aunar la forma y el fondo. En este sentido, Tocornal
ensambla ambos conceptos con el magisterio con el que lo hacen los escritores que
no se conforman con viajar por las carreteras de la literatura con menos que
con un Cadillac.<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-48644636529101766532024-01-15T15:58:00.003+01:002024-01-15T15:58:15.734+01:00635. Cuando 'Collage' dejó de sonar<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiDTdUMx94ZngciQ8yPw9F3naq_1qcnBaJEfxIuONRJjxMnysep3sKH7mxRMTIRm2rMqBhsfPFY-mMrNFUKaaV9lByBsvR5p214r0qByYhPkl1bWw-Oyxr2GHiwueBt_glZriNYyddRXm6pZ0zOXUkfEMG1sa0hYITp4z7I8AioDpQjFXqRGOStZr3GKBf/s868/Portada-La-ceguera-del-murcielago-web.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="868" data-original-width="600" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiDTdUMx94ZngciQ8yPw9F3naq_1qcnBaJEfxIuONRJjxMnysep3sKH7mxRMTIRm2rMqBhsfPFY-mMrNFUKaaV9lByBsvR5p214r0qByYhPkl1bWw-Oyxr2GHiwueBt_glZriNYyddRXm6pZ0zOXUkfEMG1sa0hYITp4z7I8AioDpQjFXqRGOStZr3GKBf/w276-h400/Portada-La-ceguera-del-murcielago-web.jpg" width="276" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">José Antonio Corrales Ponce
de León tiene apellido de viajero intrépido. Y seguramente lo es, a su manera.
Si el famoso conquistador exploró con enorme audacia el Nuevo Mundo, Corrales
surca con sus novelas el proceloso piélago de la mente criminal, y lo hace
desde su experiencia como inspector de policía, que le ha proporcionado no
pocas situaciones inquietantes. El autor ilicitano publica ahora en Atlantis Ediciones
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La ceguera del murciélago</i>, con la que
quedó finalista del Premio Auguste Dupin de novela negra en 2022. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Lo que más llama la atención
del libro de Corrales es, sobre todo, esa capacidad de observación, atenta a la
minuciosidad y el detalle, que tiene la virtud de orillar por momentos la trama
argumental para centrarse en la psicología de su principal personaje y en
analizar el germen de su comportamiento. Efectivamente, lejos de los
trepidantes excesos argumentales de algunas novelas negras, repletas de lances
y cambios de rasante, a Corrales le interesa, sobre todo, bucear por las causas
que determinan, como un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fatum</i>
inevitable, el destino de los protagonistas, y solo en el último tercio de la
novela asistimos al vertiginoso desenlace donde la acción casi no da cuartel. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">La novela narra las
vicisitudes de Atanasio, cuya infancia transcurre entre la violencia del padre
y la locura de la madre, situación familiar de trágicas consecuencias que marcan
la vida y la concepción del mundo del futuro adulto. He aquí, uno de los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">leit motiv</i> de la novela: el
determinismo, a la manera en que lo concibieron los autores naturalistas
decimonónicos, con Émile Zola a la cabeza, que promulga el destino inapelable
del individuo condicionado por su origen social o biológico, y abocado a la
fatalidad. Atanasio, que antes de ser victimario, ha sido víctima, pasa
irremediablemente de una infancia inocente y llena de buena voluntad, al mundo
de la delincuencia, adoptando los postulados filosóficos roussionanios. En
efecto, Atanasio tiende a la bondad y se siente feliz al amparo de aquel
profesor que dedicaba una parte de las clases a poner discos de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Collage</i>, momento que él aprovechaba para
bailar <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Due ragazzi nel sole</i> apretado
a la Chari, la niña de la que estaba enamorado. Toda esa etapa de ingenuidad
desparece cuando se ve obligado a delinquir y a pasar parte de su vida en
prisión, espacio que acaba convirtiéndose en un refugio seguro, alejado de la
sociedad prejuiciosa y pervertidora. Especialmente simbólico es el apodo que
Atanasio adopta desde ese momento, el apocorístico «Tana», con esa raíz griega
–<i style="mso-bidi-font-style: normal;">thanatos</i>, muerte– que comulga con su
nueva condición. Al salir de la cárcel, el Tana buscará al primer Atanasio a
cuyo cobijo aspira a regresar, y en su alocado peregrinaje de redención querrá
recuperar a la Chari y el recuerdo feliz del barrio humilde en que se crio,
pero a su vuelta, todo ese asidero que anhela no es ya el que ha evocado
durante años en su celda: el disco de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Collage</i>
ha dejado de sonar. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Durante toda la novela, el lector
asiste a una perturbadora contradicción entre las conclusiones psicológicas de
los forenses, intercaladas entre los capítulos, que pintan a un sociópata
irredento, con la empatía que nos produce la asistir a los pensamientos en
primera persona del protagonista, por quien sentimos un paradójico sentimiento
de solidaridad, lo que demuestra le habilidad de Corrales en la construcción de
un personaje complejo y antitético. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Respecto al estilo, llama la
atención, como hemos apuntado más arriba, la precisión quirúrgica por el
detalle, no exenta de numerosas imágenes retóricas que demuestran una
insobornable voluntad de estilo. Así, los pensamientos oscuros de Atanasio son
como polillas que acudieran a la bombilla de su cerebro, o un cigarrillo se
apaga en el suelo con un movimiento de swing, por nombrar solo algunos recursos
de buen gusto literario.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">En definitiva, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La ceguera del murciélago</i> puede
contentar al lector de novela negra, pero también a aquellos que gustan de la
morosidad lírica de su prosa y la cirugía psicológica. Me gustaría pensar que,
al final del libro, Atanasio oye los acordes de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Collage</i>.<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-78903684170372194552024-01-08T19:34:00.000+01:002024-01-08T19:34:06.232+01:00634. Viajes literarios: la Tortosa de Despuig.<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhP5VWNtsHpbMhQx3F8tTGKTAg1guI9b3Ude7mwHWkyuCsUQwE21DJWl2Pe_TDjj7kLQqAOmundxQt9YEHEnDrXwmQkVm2uQ9XPUVclTQ1WSYC9PsKYkSicAQ1VOFoMYwiK3mcxFsD9EKiIa9sqeLTDQmQrXr4BzozG1wHOUGR-MS9__B0L8MO-wL6jvu7S/s800/tortosa.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="533" data-original-width="800" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhP5VWNtsHpbMhQx3F8tTGKTAg1guI9b3Ude7mwHWkyuCsUQwE21DJWl2Pe_TDjj7kLQqAOmundxQt9YEHEnDrXwmQkVm2uQ9XPUVclTQ1WSYC9PsKYkSicAQ1VOFoMYwiK3mcxFsD9EKiIa9sqeLTDQmQrXr4BzozG1wHOUGR-MS9__B0L8MO-wL6jvu7S/w400-h266/tortosa.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los col.loquis de la insigne ciutat de Tortosa</i> (1557), Cristòfol
Despuig se queja, en boca de uno de sus personajes, de la escasa atención que
el obispo de la ciudad, Fernando de Loazes, otorga a la lenta construcción de
la catedral. Efectivamente, Loazes, natural de Orihuela, se mostraba mucho más
generoso financiando el convento de Santo Domingo, en su ciudad natal (donde
luego estudiaría Miguel Hernández) que la sede catedralicia de su propio
obispado. Si 450 años después de su muerte, Despuig volviera a pasear por su
amada Tortosa, se rasgaría las vestiduras al comprobar que la catedral sigue
inacabada. Qué manía nos ha dado en la provincia de Tarragona de dejar las
catedrales desmochadas. En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los col.loquis</i>,
uno de los interlocutores, don Pedro, procedente de Valencia, se maravilla, no
obstante, de cómo luce el jaspe rosa tortosino en la fachada en ciernes de la
Seu. Es el mismo jaspe, dice Lívio, que fue utilizado en el Palau de la Generalitat
de Barcelona y en San Pedro del Vaticano. Hoy resulta difícil encontrar en las
joyerías tortosinas la preciada piedra, ni siquiera como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">souvenir</i>. Pero otra piedra, aparte del jaspe, merece la pena
contemplarse en el museo catedralicio: la lápida trilingüe, esculpida en
griego, hebreo y latín, que sirvió de epitafio a la joven judía Meliosa, hija
de Yehudá y Miriam, del siglo VI. Y debe servir de acicate al viajero para
adentrarse por el sugestivo barrio judío. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">A Despuig, sin embargo,
amante de las artes como era, no le habría desagradado saber que su palacio se
ha convertido hoy en un conservatorio de música. En ese mismo palacio debió de
desarrollarse el quinto coloquio de su libro, cuando los tres interlocutores
que pasean por Tortosa inician el espinoso tema de la guerra civil catalana
contra Juan II de Aragón, y prefieren conversar con mayor seguridad en un
espacio privado. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Durante el paseo, en el que
el vehemente Lívio y el ciudadano Fàbio, describen las maravillas de Tortosa a
don Pedro, se citan otros enclaves interesantes, que el visitante actual aún
podrá toparse en su itinerario. Tal es el caso de los imprescindibles Reales
Colegios o del Portal del Romeu, cuyo origen relata Lívio al evocar la
memorable hazaña de las mujeres tortosinas en la defensa contra los musulmanes
del Castillo de la Suda, ayudadas por un misterioso romero que algunas
versiones de la leyenda identifican como Santiago Apóstol (no es el caso de
Despuig que, aunque algo obnubilado por su chovinismo, se ajusta bien al caballero
renacentista que dialoga con elegancia, respeto y mesura casi científica). Un
ejemplo literario de la leyenda lo podemos hallar en el propio castillo, hoy
Parador Nacional, en cuyo vestíbulo luce, dentro de una vitrina, la novela de
la escritora Verónica Martínez Amat, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
juramento de Tortosa</i>. Desde el castillo se divisan las mejores vistas de la
ciudad, del Ebro y del impresionante Parque Natural de Els Ports, de cuyos
bosques, asegura Fàbio en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los col.loquis</i>,
se extraía la madera para fabricar las galeras reales. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Otros muchos tesoros hallará
el lector en el libro de Despuig, que arrojan algo de luz sobre la actualidad
catalana. Por ejemplo, cómo Lívio se queja de esa Castilla que se arroga la
representatividad de toda España, siendo los catalanes –dice Lívio– tan
españoles como los castellanos, afirmación que hoy sorprendería algo pero que
explicaría una desafección cocida a fuego lento durante siglos. También se
queja Lívio de la adopción del castellano, en detrimento del catalán por parte
de los nobles tortosinos, inicio de una diglosia basada en el prestigio
político y que poco tiene que ver con las lenguas.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Disfrutaremos, en fin, en delicioso catalán,
del diálogo reposado y respetuoso que se establece entre los personajes, a
pesar de sus diferencias, lo que debería darnos alguna lección a los
contertulios de nuestra crispada era digital. <o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-24190158088979039072023-12-18T15:49:00.006+01:002023-12-18T16:42:05.519+01:00633. Vivir en mí: el contrafactum de Santa Teresa<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4Us1szWOw7RRK0baOIImyE4z50uMa9yDygTYl32gRI01hTIW3Q-q9DF1jqFmt_m8p7cKZ7NMsKAGRb1gVh05IqxzicxVyrfUHLvL57tNuCPxkbyRUpj6l0xF0JyUWwnQNYQ8gEv3aMG6YUeFMWim5wNNS676lPPPZJnxw1jEmMubbFQ6cvqs6fgZFFfFh/s1000/MUERO%20PORQUE%20NO%20MUERO%20(CUBIERTA).jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="647" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4Us1szWOw7RRK0baOIImyE4z50uMa9yDygTYl32gRI01hTIW3Q-q9DF1jqFmt_m8p7cKZ7NMsKAGRb1gVh05IqxzicxVyrfUHLvL57tNuCPxkbyRUpj6l0xF0JyUWwnQNYQ8gEv3aMG6YUeFMWim5wNNS676lPPPZJnxw1jEmMubbFQ6cvqs6fgZFFfFh/w259-h400/MUERO%20PORQUE%20NO%20MUERO%20(CUBIERTA).jpg" width="259" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt;">Creo que es la primera vez
que escribo una crónica sobre una obra de teatro sin haber presenciado antes su
ejecución sobre las tablas. La excepción no resulta extraña si pensamos que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Muero porque no muero</i>, el montaje de
Paco Bezerra, merecedor del XXX Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela, ha sido
censurado ya en Madrid y está encontrando dificultades para ser aceptado en los
programas de otros circuitos teatrales. La razón, que es un relato
supuestamente subversivo, provocador y ofensivo, basado en una reformulación
posmderna de la vida de Santa Teresa de Jesús. Y remarco el adverbio
«supuestamente» porque una lectura menos cerril que la de los nuevos
inquisidores del siglo XXI hallará en el texto un enfoque respetuoso y
reivindicativo con la figura de Teresa de Cepeda y Ahumada. La visión pacata y
santurrona de la obra solo reparará en la Teresa 2.0, pordiosera, prostituta,
presidiaria y drogadicta que construye Bezerra, sin atender el juego sincrónico
de espejos y su simbología dignificadora. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt;">El primer gran hallazgo de la
obra de Bezerra es esa Teresa rediviva que trata de recuperar las partes de su
cuerpo que, como reliquias santas, fueron repartidas por media España y parte
del extranjero. La anécdota podría haber dado un título alternativo a la obra
de Bezerra basado en otro verso de la inmortal abulense: «Vivo sin vivir en
mí». Efectivamente, la reunión de los miembros amputados resume ella sola el
gran objetivo de la obra: Teresa vuelve a ser dueña de su cuerpo y, por lo
tanto, es capaz, por primera vez, de explicarse a sí misma, lejos de la
manipulación espuria e interesada de quienes han manoseado su figura a su
antojo: «Sí, esta misma mano, que fue repudiada por la cristiandad, volvió a mí
convertida en doctora de la Iglesia; esta misma mano, que hizo voto de pobreza,
volvió a mí engalanada de joyas y piedras preciosas; esta misma mano, que fue
educada como judía, volvió a mí convertida en Santa de la Raza; esta misma
mano, que se opuso al matrimonio, volvió a mí convertida en patrona de la
Sección Femenina. ¿En qué me han convertido?»<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt;">Tras una primera parte donde
la protagonista explica la historia de su vida, Teresa resucitada se incorpora
a la existencia moderna. Si los clásicos místicos usaron el Romancero popular
para crear el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">contrafactum </i>o «poesía
a lo divino», Bezerra hace lo propio a la inversa: la luz divina son ahora los
faros del camión donde será violada; la Inquisición que la persiguió por sus
reformas es ahora la policía que la detiene por escándalo público al pintar las
paredes del congreso con frases de Larra y Cernuda sobre el desprecio de las
instituciones a la labor de los escritores y por vocear el nombre de las
escritoras olvidadas; la clausura es ahora la cárcel; los accesos místicos, la
heroína (sugestiva explicación de los éxtasis de la Teresa renacentista es la
putrefacción del pan de centeno que comía, que produce efectos alucinógenos);
el trance, la música electrónica de los 90; la apropiación de su figura, la
prostitución; el conocimiento total, la ingesta de drogas con su función
iniciática. Y en mitad de todo ese juego, un alegato precioso sobre la libertad
de expresión y la condena de los prejuicios que debiera pender de las paredes
de todas las aulas de este país. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 11pt;">A la meva estimada companya, Carme
Cases, apassionada iconoclasta</span></i></b><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-size: 11pt;"><o:p></o:p></span></b></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-82379387729694877912023-12-11T19:27:00.000+01:002023-12-11T19:27:01.483+01:00632. Mil y uno seguirán siendo mil y uno<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgI1qRAM2IGX3J8PkGcjogOFHocPcmNtz3uR7ItaAyhJ0p94M-8lViooNApJ3p-FhRTinqGQuunrk6z46TjkqyTHSaYtTd8YZUPgKGgFgefW-fchr7d3v-KlEoYeQjZ5F3m7ur2yEX-0HVo-JmvG3l3D2K3_j-_hpeNkM7CphyphenhyphenhFzniqeQa7Ecx-VO1pAq-/s1200/14%20de%20abril%20(cubierta).jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="762" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgI1qRAM2IGX3J8PkGcjogOFHocPcmNtz3uR7ItaAyhJ0p94M-8lViooNApJ3p-FhRTinqGQuunrk6z46TjkqyTHSaYtTd8YZUPgKGgFgefW-fchr7d3v-KlEoYeQjZ5F3m7ur2yEX-0HVo-JmvG3l3D2K3_j-_hpeNkM7CphyphenhyphenhFzniqeQa7Ecx-VO1pAq-/w254-h400/14%20de%20abril%20(cubierta).jpg" width="254" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Miguel
de Unamuno acuñó el término “intrahistoria” para referirse a las peripecias de
personas anónimas que vivieron los grandes acontecimientos históricos pero que
han tendido a quedar en la sombra. Seres de los que nunca se hablará en los
libros de texto porque forman parte de la historia en minúsculas que ha sido
eclipsada por la Historia en mayúsculas y por sus protagonistas, de nombre
conocido para la posteridad. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Recuperar
la intrahistoria, a grandes rasgos, es el objetivo principal de <i>14 de abril</i>,
obra escrita por Paco Cerdà que ha merecido numerosos reconocimientos -como el
Premio de Ensayo de la Crítica Valenciana 2023 o el II Premio de No Ficción
Libros del Asteroide- que avalan, con absoluta certeza, la valía de este libro.
Esta crónica literaria aúna el rigor periodístico, pues es innegable el arduo y
minucioso proceso de investigación y documentación del autor, con una calidad
literaria y una forma de narrar que permiten que la obra sea leída como una
novela que amasa los hechos reales como único material de trabajo. Lejos de un
estilo plano y burocrático, Cerdà ha impregnado su texto de una belleza
literaria en la que no faltan hermosas o duras metáforas y comparaciones y
guiños poéticos a Lorca o Miguel Hernández, entre otros. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cerdà relata lo que ocurrió en España con la
llegada de la II República y se centra en un único día: desde el amanecer del
14 de abril, cuando se izó la primera bandera republicana en Eibar, hasta el
anochecer, cuando la monarquía vivió su total ocaso. 24 horas en las que tienen
cabida las dos caras de la moneda: las historias de personajes conocidos
-Alfonso XIII, la reina, Franco, Margarita Xirgú, Unamuno, Gregorio Marañón,
Sanjurjo y todo un rosario de ministros, militares y aristócratas- se
entremezclan con las vivencias de personajes anónimos que son ahora recordados,
homenajeados y “nombrados” por Paco Cerdà: Emilio, un encuadernador que se topó
con una manifestación y que perdió la vida por las cargas del gobierno de
Alfonso XIII; la anarquista Teresa; la pescadera Cándida, que murió por los
incidentes que se produjeron en las Minas de La Unión; el telegrafista Pàmies;
el manifestante Francisco; Eduardo, un militar cuyo cadáver nadie supo
reconocer, etc. <i>14 de abril </i>se presenta ante el lector como un crisol
que abarca todas las sensibilidades que entraron en juego aquel día: los
monárquicos, los republicanos, los anarquistas y los comunistas, de nombre
conocido y desconocido, que son tratados con respeto y neutralidad. Incluso hay
una tendencia a humanizar la imagen de algunos de ellos, como los reyes cuyo
Palacio Real se convirtió en un nido de miedo y ellos, en seres llenos de dudas
y de incertidumbre. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Muy
original es la estructura de la obra. Las horas canónicas que marcaban el
inicio de los rezos (Prima, Vísperas, Tercia, Sexta, Nona, Maitines, Laudes)
dan nombre a cada una de las partes del libro que incluyen estampas, de
extensión generalmente breve. La elección de estas franjas horarias abre la
posibilidad de interpretaciones variadas, desde la importancia que la iglesia
tendría en el devenir de la II República hasta que el autor ha escrito una
oración laica por estos seres anónimos que se han ganado, por derecho propio,
el conocimiento de sus experiencias vitales. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cada parte, además, comienza con el nombre de
uno de estos personajes anónimos para devolverles, así, la relevancia que
tuvieron en uno de los días más importantes de nuestra Historia reciente. Destacable
es también el uso de la segunda persona del singular con el que Cerdà se dirige
a los personajes muertos, un “tú” que los actualiza y que confiere al relato un
tono que roza lo elegíaco (“Acabas de morir. Nadie lo sabe, Emilio, pero tú
estás muerto”). Y son estos fallecidos los elegidos para abrir las primeras
estampas de cada bloque, reivindicando así que este día no solo estuvo
caracterizado por la alegría popular y por la valentía de los republicanos que
pudieron hacerse con el poder, sino también por el llanto de tantas familias
que perdieron a un ser querido de forma injusta. Todos los sentimientos que se
vivieron ese día quedan plasmados en la obra: alegría, emoción, nerviosismo,
ambición de poder, esperanza, desolación, venganza… He aquí uno de los grandes
logros de la obra de Cerdà: su capacidad para impregnar al lector de las
distintas emociones de aquel día. Leer <i>14 de abril</i> es viajar a ese día y
ser capaz de vivir, en primera persona, aquellas horas que cambiaron el devenir
de nuestra Historia. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">“La
historia redondea los esqueletos por decenas. Mil y uno siguen siendo mil. Ese
uno es como si no existiera”, se afirma en uno de los capítulos de la obra.
Pero gracias a Paco Cerdà y a esta obra necesaria, justa y hermosa, “mil y uno
seguirán siendo mil y uno”.<o:p></o:p></span></p>Tisbehttp://www.blogger.com/profile/13310048023894166443noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-56496823101175607552023-12-04T19:08:00.004+01:002023-12-04T19:08:35.589+01:00631. Se buscan Pacíficos<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjo21SLL5M8NTCmCHSuYwql55cfLY5oCpayTwUK9GNFvFTigRRfHuUC2EUIhTdxw_J1W9VutqMYg7wZtzD8xb490vdmyaLLAttK7CDXlZwWVpIEErvDoqtJNb33e03q06XjZz90bm1QXIWMgBzSSi3ooHiK2N8KjBvEHPM6EHy5eLZXMxK1AwbMS-9nqTQs/s1528/las-guerras-de-nuestros-antepasados-16.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1528" data-original-width="1080" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjo21SLL5M8NTCmCHSuYwql55cfLY5oCpayTwUK9GNFvFTigRRfHuUC2EUIhTdxw_J1W9VutqMYg7wZtzD8xb490vdmyaLLAttK7CDXlZwWVpIEErvDoqtJNb33e03q06XjZz90bm1QXIWMgBzSSi3ooHiK2N8KjBvEHPM6EHy5eLZXMxK1AwbMS-9nqTQs/w283-h400/las-guerras-de-nuestros-antepasados-16.jpg" width="283" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Uno
de los rasgos que caracterizan parte de la narrativa de Miguel Delibes es su
predilección por los personajes masculinos que no encajan en la sociedad en la
que viven, seres sensibles, diferentes al resto, incomprendidos por ello en
muchas ocasiones. El protagonista de <i>Las guerras de nuestros antepasados</i>
-novela publicada en 1975- cobra vida ahora sobre los escenarios de la mano de
Eduardo Galán, quien se ha encargado de la adaptación teatral, y del director
Claudio Tolcachir, que ha confiado en Miguel Hermoso y en Carmelo Gómez para
enfundarse en la piel del doctor Burgueño y de Pacífico Pérez, respectivamente.
El trabajo de ambos actores es impecable, pero brilla con luz propia Carmelo
Gómez. Desde el minuto uno, el espectador olvida al actor y cree firmemente que
el Pacífico Pérez de la obra de Delibes ha saltado al escenario como si se
tratase de un truco de magia. Si quieren disfrutar de una interpretación que roza
la perfección, excepcional, háganme caso y no se pierdan este espectáculo.
Carmelo Gómez es Pacífico Pérez, sí, un hombre con una sensibilidad y una
inocencia que lo convierten en la deshonra de su familia. Su infancia ha estado
marcada por el ambiente belicista que reinaba en su hogar. Su <i>Bisa</i>, su <i>Abue</i>
y su <i>Padre</i>, cada uno, han vivido un conflicto bélico -la III Guerra
Carlista, la Guerra de Marruecos y la Guerra Civil-. Los cuentos infantiles han
sido sustituidos para Pacífico por relatos sangrientos en los que la violencia,
las armas, la muerte, etc. eran los valores que intentaban inculcarle. Pero
Pacífico siempre fue un alma noble, un ser delicado, capaz de sentir cómo llora
una higuera o de emocionarse contemplando un paisaje. Para él la maldad no
existe, confía plenamente en los demás, hecho que lo ha llevado a estar
encarcelado durante veinte años y a ser acusado ahora de asesinar a un guardia
de la prisión. Este es el punto de partida de la acción, la cual se desarrolla
íntegramente en el sanatorio penitenciario. Como si de un <i>thriller</i>
psicológico<i> </i>se tratase, el doctor entrevista a Pacífico para intentar
demostrar su inocencia. Cree firmemente, tras escuchar el relato de Pacífico,
que este es incapaz de haber cometido un crimen. Quizás alguien se esté
aprovechando de la bondad del preso y sea este un chivo expiatorio. Mas
Pacífico, que es depositario de unos valores nobles, un alma blanca y pura,
asumirá su “culpa” y será inflexible en su determinación. A través de las
entrevistas que mantienen ambos personajes, el doctor va reconstruyendo la vida
de Pacífico y se afianza su seguridad en la no culpabilidad del preso. La
narrativa de Pacífico, que parece al principio inconexa, va encajando en la
mente del doctor Burgueño y del espectador. Cada entrevista es una pieza que se
ensambla con las demás. Y piezas, módulos, son los que componen el decorado
minimalista que los actores van cambiando de posición a medida que avanza la
acción. Una luz tenue completa la escenografía. Un decorado escaso que potencia
más la importancia de la palabra. Los relatos de Pacífico, plagados de
muletillas y de léxico propio del mundo rural, van cautivando al espectador,
quien se encariña de un ser tan hermoso -es casi imposible no sentir rabia
cuando el <i>Bisa</i>, el <i>Abue</i> y el <i>Padre</i> están decepcionados
porque Pacífico será el único hombre de la familia que no tenga su propia
guerra, y es casi imposible no enfurecer cuando quieren obligarlo a disparar a
un perro y lo maltratan verbalmente por su supuesta cobardía-. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">¡Cuántos
Pacíficos nos harían falta en un mundo violento y desnortado, en el que la
guerra se extiende como un deletéreo veneno! Seamos más “Pacíficos” y
aprendamos, como él, lo que su tío Paco le enseñó: a apreciar la belleza de lo
que tenemos delante, sin violencia. <o:p></o:p></span></p>Tisbehttp://www.blogger.com/profile/13310048023894166443noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-62181087887349614162023-11-27T18:50:00.001+01:002023-11-29T18:51:26.583+01:00630. 'El lector por horas'<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivhoGmjXtPXr0RbZM4Qklpyz1RtBh6sT1YgfAHVqa7-lAvVJlbTDw3RHZA8OWH1H2B1qCmeXbLqKBMkdW_KHPXufRSOJG2F4RoOReuJkGeZBDugHzP_lcZxIBq44pfqTmf52nIiZ6QzkxaQmPaM7Inb2ICAj3pQYOiCriDcOFcWX5MVknzB-cgSiyrBvfk/s1119/el%20lector%20por%20horas%20(cartel).jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="480" data-original-width="1119" height="171" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivhoGmjXtPXr0RbZM4Qklpyz1RtBh6sT1YgfAHVqa7-lAvVJlbTDw3RHZA8OWH1H2B1qCmeXbLqKBMkdW_KHPXufRSOJG2F4RoOReuJkGeZBDugHzP_lcZxIBq44pfqTmf52nIiZ6QzkxaQmPaM7Inb2ICAj3pQYOiCriDcOFcWX5MVknzB-cgSiyrBvfk/w400-h171/el%20lector%20por%20horas%20(cartel).jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">José
Sanchis Sinisterra es uno de los dramaturgos contemporáneos más representados
en el teatro español. Buena prueba de ello es que <i>El lector por horas</i>,
obra escrita en 1996 y estrenada tres años después en el Teatro Nacional de Cataluña,
gira de nuevo por las tablas de nuestro país de la mano del director Carles
Alfaro, quien ha confiado en Mar Ulldemolins, Pere Ponce y Pep Cruz para dar
vida a los protagonistas de esta singular pieza. El propio dramaturgo confesó
su convencimiento de que <i>El lector por horas</i> sería una obra destinada a
un público minoritario. Erró en su afirmación, pues tuvo una gran acogida. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">El
argumento de la pieza es aparentemente sencillo. Celso, un importante hombre de
negocios, contrata a Ismael para que lea novelas a su hija Lorena, quien ha
perdido la vista tras un trágico accidente. Condición <i>sine qua non </i>es
que sea capaz de hacer una lectura totalmente neutra, en la que no se atisbe
ningún tipo de emoción o de interpretación que pueda influir en la recepción de
los textos por parte de la joven invidente. Comienza así una extraña relación
entre los personajes, un juego de poder que terminará con un enigmático
intercambio de papeles. En el inicio es Celso quien selecciona las lecturas
para su hija y quien controla la acción. Se diría que la invalidez de la joven
le permite sentirse importante pues de nuevo es útil para ella. Cree que su rol
de padre está completo y lo ejerce con autoridad y con un espíritu controlador.
Lorena es una joven algo inestable, a veces caprichosa, voluble y rebelde que
mantiene con su padre una tensa relación marcada por la embriaguez de este y
por el maltrato al que sometió a la madre de Lorena. Ismael es un apocado señor
que se pone a disposición de esta familia y acepta con sumisión, al principio,
los deseos de Celso y Lorena, quien poco a poco va ejerciendo una influencia
mayor en el lector. Incluso se atreve a aventurar, tras varias sesiones de
lectura y gracias al desarrollo de su oído -tiene una capacidad especial para
descubrir secretos en la pronunciación de los verbos, los adjetivos, los
adverbios-, que Ismael es un profesor que oculta un oscuro pasado. Este, lejos
de desmentir las acusaciones, se muestra totalmente obediente a las órdenes y
caprichos de la joven. He aquí una de las claves de la obra. ¿Son reales las inculpaciones
que Lorena vierte sobre Ismael? A lo largo de la pieza no se sabrá con certeza.
Se abre, pues, una gran incógnita en cuya resolución debe participar el espectador.
No se ha de olvidar que la obra se asienta en los postulados de la Estética de
la Recepción, la cual concede una gran importancia al lector/espectador en el
proceso de comunicación literaria, quien debe rellenar los huecos argumentales.
El propio dramaturgo habla de la “Poética de lo translúcido” pues en esta pieza
juega con la ambigüedad constantemente, nada es opaco ni transparente sino que
se abre un abanico de sugestiones y posibilidades en las que el espectador
tiene un papel central. Ya Bernard Shaw había definido el teatro como una
“fábrica de pensamiento” en la que el espectador debe que reflexionar sobre la
función y en la que los finales han de ser abiertos para que el público se
involucre mucho más en las acciones representadas. Esto, sin duda, lo consigue
Sanchis Sinisterra. Al interrogante ya mencionado se suman otros, como quién
selecciona realmente los textos, qué finalidad tiene la lectura -¿salvar a la
joven o condenarla todavía más al sufrimiento que padece por su ceguera?-,
quién tiene realmente el poder en la casa, quiénes son seres dominados y
dominantes -tema característico en la producción de Harold Pinter, quien
influye en Sanchis Sinisterra-, si funciona o no el teléfono… <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Las
lecturas de fragmentos de grandes obras de la literatura ocupan un lugar
central en la representación. En el montaje de Alfaro, una pantalla anuncia los
títulos de las obras para facilitar su reconocimiento al público. <i>El
Gatopardo, Madame Bobary, El corazón de las tinieblas, Pedro Páramo, Relato
soñado </i>y un último libro cuya autoría no desvelaremos en estas líneas, van
emocionando, entristeciendo, subyugando, inquietando, enfureciendo a Lorena,
pero también al espectador que sea capaz de reflexionar sobre los fragmentos
leídos. Se demuestra así cómo la experiencia literaria también es una
experiencia vital, cómo la lectura puede influir en la vida o ¿acaso no son lo
mismo?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">La
puesta en escena es minimalista. Dos sofás, una lámpara de pie, un teléfono
supuestamente sin línea y un piano simulan el salón de la casa en el que hay
una nutrida biblioteca que hemos de imaginar en la denominada cuarta pared.
Predomina la penumbra, en la que vive también sumida Lorena, y los silencios
juegan un importante papel. Se crea, por tanto, una atmósfera inquietante, en
la que no hay nada claro ni para los personajes ni para el espectador. Notables
son también las interpretaciones de los tres actores que no deslucen en ningún
momento y que consiguen sumergir al espectador en este juego dramático plagado
de enigmas, de vacíos que rellenar que invitan a reflexionar. Puede gustar o no
la representación, pero lo que es cierto es que generará debate entre los
espectadores, a los que no dejará indiferentes. Y lograr esto ya es un éxito. <o:p></o:p></span></p>Tisbehttp://www.blogger.com/profile/13310048023894166443noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-34294090921390390252023-11-20T18:49:00.000+01:002023-11-21T18:50:20.715+01:00629. Compañeros en la poesía y en la vida<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjww-UEeX3QoKtIK2Le3VQhpT3x69mrUwfk6YQMTbL0tTVBRK0vmuN5Y3c3ArfljNXWdLka3HQkierc8iJVP7UO73S3Pe09S2_tH4o3JTv26D2xhEG_0sVEB8ZYLF5bKNiRwNcSWCDKgx6B2oRPWWaikh-r4NjXpgTvbEVuZ1tZ6-bHd_eZ3dn_V-uViRKv/s2480/EL%20QUERIDO%20HERMANO%20(CUBIERTA).jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2480" data-original-width="1512" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjww-UEeX3QoKtIK2Le3VQhpT3x69mrUwfk6YQMTbL0tTVBRK0vmuN5Y3c3ArfljNXWdLka3HQkierc8iJVP7UO73S3Pe09S2_tH4o3JTv26D2xhEG_0sVEB8ZYLF5bKNiRwNcSWCDKgx6B2oRPWWaikh-r4NjXpgTvbEVuZ1tZ6-bHd_eZ3dn_V-uViRKv/w244-h400/EL%20QUERIDO%20HERMANO%20(CUBIERTA).jpg" width="244" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">La
historia ha tendido a posicionar a los hermanos Machado, Antonio y Manuel, en
bandos opuestos durante la guerra civil española, como si fueran piezas de
ajedrez cuya única finalidad fuera acabar con los trebejos enemigos. Esas dos
Españas de las que hablara don Antonio se han asociado a las figuras de ambos
para ensalzar a uno y minusvalorar al otro en cuanto a calidad estética y
ética. Ante esta simplificación injusta, defendida por quienes se arrogan el
derecho a juzgar desde una posición totalmente alejada del peligro que se vivió
durante la contienda, se alzan algunas voces como la de Joaquín Pérez Azaústre,
quien en su novela <i>El querido hermano</i> reivindica la figura de Manuel
Machado no solo como escritor, sino plasmando su dimensión más humana y
demostrando el amor verdadero que ambos hermanos se profesaban pese a las
circunstancias históricas que vivieron, las cuales supusieron su separación
física definitiva, pero no afectiva.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La obra, ganadora del XVI Premio Málaga de
Novela, publicada por Galaxia Gutenberg, defiende a don Manuel, quien quedó
atrapado en Burgos con su esposa Eulalia en julio de 1936, cuando estalló la
guerra y se interrumpieron las comunicaciones en todo el país. En dicha ciudad
castellana fue encerrado entre el 29 de septiembre y el 1 de octubre del 36.
Tras su liberación, el poeta parece adherirse al Alzamiento Nacional, aunque se
desconocen los verdaderos motivos de este cambio ideológico. Por ello, siempre
pesará sobre su figura la duda de si fue un verdadero franquista.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">El
querido hermano</span></i><span style="font-family: "Times New Roman",serif;"> es
una obra dividida en tres partes, cuyo título está extraído de un verso del
poema “El viajero” de Antonio Machado, que se articula en torno a un argumento
muy sencillo: Manuel recibe la noticia de que su hermano Antonio ha fallecido
en Francia. Profundamente afectado, visita a José María Pemán para cerciorarse
de la veracidad de la tragedia. Pemán no duda en poner a su disposición a Raúl,
un joven falangista, quien llevará al matrimonio hasta París para dar el último
adiós a don Antonio. La novela se estructura, pues, en saltos temporales
durante el viaje en automóvil. Los recuerdos y la nostalgia invaden a Manuel
Machado, quien rememora momentos felices como el tiempo que ambos hermanos
vivieron en el París modernista, empapándose de la poesía de Verlaine, Rimbaud,
Jean Moréas, Baudelaire, O. Wilde, Rubén Darío y muchos otros con los que
compartieron versos, paseos por Montmartre, tragos de absenta y amores
bohemios. La mente de don Manuel nos lleva también al Madrid de los años 20 en
el que Antonio y él triunfaron con sus obras de teatro escritas a cuatro manos
y a las reuniones familiares en las que la poesía era una invitada de honor. Obsérvese,
por tanto, cómo Pérez Azaústre crea un juego en el que participan personajes
reales y ficticios que le sirve para defender la postura vital de don Manuel,
para esbozar un retrato de la España del 39, con cadáveres en las cunetas,
destrucción, dolor y muerte por doquier y para constatar el amor y la
admiración mutuos de los dos hermanos (un ejemplo significativo es cuando
Manuel le aconseja a Raúl que lea los poemas de su hermano y le presta un libro
suyo que el joven toma con recelo y que acaba leyendo extasiado o cuando se
deja constancia de que don Antonio intentaba tener noticias de su hermano a
través de los periodistas con los que tenía contacto). <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">El
tono narrativo se vuelve más cronístico en los capítulos dedicados al momento
en que Manuel Machado es nombrado académico. El autor analiza minuciosamente el
discurso que pronunció el poeta en el Palacio de San Telmo. Así, el narrador
omnisciente deja paso a la voz propia de Pérez Zarústre, quien declara
abiertamente su intención de demostrar que Manuel Machado preparó un discurso
valiente en el que aludió a su pasado -incluida su vida bohemia en París-, a su
hermano Antonio y a su nueva poesía, alineada con el nuevo régimen. En esta
disquisición predominan el uso de interrogaciones retóricas, el léxico taurino
cuando se detallan algunas de las “manolerías” que el poeta hizo en dicho
discurso para torear su presente sin renunciar a su pasado y, en algunos
momentos, un tono demasiado didáctico cuando el autor glosa con detalle algunos
versos del poema “Adelfos”, el cual puede contrariar a lectores avezados a los
que les guste llegar a sus propias conclusiones. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Especialmente
emotivos son los capítulos en los que los personajes llegan a Colliure y
conocen los detalles de la muerte de don Antonio y de su madre. La figura de
Manuel, desolado ante la tumba de Antonio, queda legitimada ante los ojos del
lector. Ya no hay duda de que el poeta que “eligió vivir” y su querido hermano
siempre fueron “compañeros en la poesía y en la vida”. <o:p></o:p></span></p>Tisbehttp://www.blogger.com/profile/13310048023894166443noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-40122614444737104432023-11-13T18:20:00.002+01:002023-11-13T18:20:45.960+01:00628. En las entrañas del maltratador<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS8bEP-IqCZOMKvzpcG9RlexKInY2kv39EJhb0GoR_jdXcAIcdcZVfU5w-Lkxbbm_pPaB56N26jW2K98o9PMGcRzivx2ONESJ9ldS8pvLycQ2B1XUpI4ZIwdeFSWYX2iHXRg8FXQMtJZh9xBT1dlFEduBO9vl0wiZVYa7UKKUQ0uvhf6_VDjJ-klgeabCh/s2560/yo%20que%20fui%20un%20perro%20(cubierta).jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2560" data-original-width="1668" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS8bEP-IqCZOMKvzpcG9RlexKInY2kv39EJhb0GoR_jdXcAIcdcZVfU5w-Lkxbbm_pPaB56N26jW2K98o9PMGcRzivx2ONESJ9ldS8pvLycQ2B1XUpI4ZIwdeFSWYX2iHXRg8FXQMtJZh9xBT1dlFEduBO9vl0wiZVYa7UKKUQ0uvhf6_VDjJ-klgeabCh/w261-h400/yo%20que%20fui%20un%20perro%20(cubierta).jpg" width="261" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Vaya por delante que Antonio
Soler es para mí uno de los escritores más sobresalientes de los que ejercen la
literatura en nuestro país. Quedé absolutamente anonadado con la potencia
estilística de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sacramento</i> y toda la
crítica es unánime al considerar <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sur</i>
una obra maestra. Por eso, hay que recibir con gozosa expectación cada nueva
publicación del autor malagueño. Sin embargo, con <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Yo que fui un perro</i>, el lector leal de Soler deberá asumir algunas
dolorosas renuncias. La primera de ellas es olvidarse de que es un libro
escrito por Antonio Soler. Porque esta novela no la escribe él sino el
personaje ideado por el autor, un muchacho estudiante de Medicina con serios
problemas de sociopatía, que vierte sobre su diario toda la bilis negra que lo
envenena. Quien nos habla, pues, es Carlos, y lo hace con su registro parco,
repetitivo y poco estimulante desde el punto de vista del lenguaje literario,
salvo por algún que otro hallazgo lírico que la desazón del joven inspira. El
mérito de Soler está justamente en su capacidad para hacer verosímiles las
vicisitudes de Carlos al usar el registro propio de un diario espontáneo
escrito por un desquiciado. Esa habilidad camaleónica es también una virtud de
los grandes. Pero el lector, acumuladas decenas de páginas con el mismo
desalentador tono, acaba fatigado. Las continuas repeticiones podrán plasmar
muy bien el carácter obsesivo del personaje, pero el material será muy útil
para el psicoanalista, no para el lector de una novela. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 11.0pt;">Yo que fui un perro</span></i><span style="font-size: 11.0pt;"> narra, en forma de diario, la vida de Carlos, quien mantiene una
relación sentimental con su vecina de enfrente, Yolanda. Las páginas de su
dietario describen una personalidad oscura, misántropa, controladora,
atormentada por los celos, patológicamente voluble. Toda su aspereza creciente
configura el perfil del futuro maltratador. Para mí, el gran mérito de la
novela es la sensación perturbadora que puede producir en el lector ese asomo
de empatía que podemos establecer con el personaje. Desde el primer momento,
sabemos que algo no funciona bien en su mente, pero también entendemos su vacío
existencial, su depresión, su descreimiento del mundo, su orfandad (la real y
la metafísica), su baja autoestima, sus inseguridades, su conmovedora
vulnerabilidad. Dan ganas de ponerse a hablar con él, de zarandearlo, abrazarlo
y de encauzar su vida. Porque allá, en lo más profundo, atisbamos una brizna de
nobleza que muchas veces pugna por imponerse. Sus estudios de Medicina,
incorporan a la novela otra interesante perspectiva: la víscera, descrita a
veces con crudeza durante sus prácticas forenses, como constatación del
nihilismo espiritual del personaje.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">No podemos juzgar
objetivamente a los otros personajes porque todos están tamizados desde la óptica
de Carlos, pero sí llama la atención la actitud de Yolanda, a quien Carlos,
según sus propias páginas, trata horriblemente la mayoría del tiempo, y que,
sin embargo, acepta los vaivenes emocionales de su relación con relativa
laxitud. Yolanda, que parece una chica desinhibida sexualmente parece solo
disfrutar de esa vertiente de su relación con Carlos, que en ocasiones, parce
utilizado (el perro de la cubierta). Y, aunque la acción se desarrolla en los
90, cualquier chica en sus cabales habría abandonado a Carlos a la primera
palabra intempestiva. ¿Alerta, tal vez, la novela de la ceguera de muchas
mujeres que no saben ver desde dentro la toxicidad de su relación, o es Carlos,
también, una víctima de la propia Yolanda?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">La novela, de soslayo, trata
también temas como el de la homosexualidad y los prejuicios que aún arrastra el
colectivo en esa década (aunque Carlos nunca la desprecia) o el problema de la
drogadicción. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 11.0pt;">Yo que fui un perro</span></i><span style="font-size: 11.0pt;"> abonará el debate en muchos clubes de lectura pero no estoy seguro de
que sea una novela memorable. Habrá que esperar a la próxima, cuando Soler
escriba como Soler.<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-32011279274678294082023-11-06T17:51:00.004+01:002023-11-06T17:51:53.861+01:00627. Jordi Coboia gana el premio PIPSI de narrativa<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdKD9LytFBL997Mlricg8_rpT1xLTY3JTUY11BIp3DSkZOBU3t-PFYKYC2PK42KLVs7N5EdNZjRnnU_sfoqeP01iMGd_wAWWCbkoDehYlw0DI6xhuX7u44JitIMt7TIt3WZbwMCNURqytn9GRWk8GPjU_Aawv4nwoa8FGc9pTpkZgyDZFjuwcxYBCxuaiP/s2400/PROSO%20MODO%20CUBIERTA.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2400" data-original-width="1584" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdKD9LytFBL997Mlricg8_rpT1xLTY3JTUY11BIp3DSkZOBU3t-PFYKYC2PK42KLVs7N5EdNZjRnnU_sfoqeP01iMGd_wAWWCbkoDehYlw0DI6xhuX7u44JitIMt7TIt3WZbwMCNURqytn9GRWk8GPjU_Aawv4nwoa8FGc9pTpkZgyDZFjuwcxYBCxuaiP/w264-h400/PROSO%20MODO%20CUBIERTA.jpg" width="264" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">El poeta Jordi Coboia ha sido
distinguido con el prestigioso Premio PIPSI en su primera incursión como
narrador gracias a su obra <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Proso modo</i>,
que publicará la editorial Vianborís en colaboración con Reino de Cordelia.
Coboia, que se había presentado al galardón bajo el seudónimo de «Juan Carlos
Elijas», se une así a la selecta nómina de escritores capaces de superar la
rigurosa criba del exigente jurado. De hecho, ha trascendido que la decisión
final tuvo que superar el duro escollo de su presidente, Eudald Setós,
contrario a la candidatura, y que éste no tuvo más remedio que claudicar ante
la unánime determinación de los vocales, compuestos por los espectros de Josep
Pla, Miguel Delibes, Joseph Conrad o Vladimir Nabokov, entre otros. En su nota
de prensa, el jurado destaca del libro de Coboia «su frescura y originalidad
estructural, que le regala al género narrativo un nuevo hallazgo, el de los
llamados <i style="mso-bidi-font-style: normal;">prosos</i>, hito comparable al de
la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">nivola</i> unamuniana, así como la
creación de un espacio mítico, el del Fuerte del Olivo, que ya une su nombre al
de otros famosos lugares literarios como Comala, Región o Yoknapatawpha». Este
artefacto literario nace casi por casualidad, cuando el gran editor Quim, de
Vianborís, le pide a Coboia una novela sobre la situación política en Cataluña
tras el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">procés</i> y, más tarde,
coincidiendo con la pandemia, un testimonio narrativo del confinamiento. A todo
se niega Coboia, convencido de su incapacidad para abordar tales empresas y
disuadido por lo manido ya de ambos temas, pero, entretanto, y mientras
confiesa para su coleto, en forma de diario, todas estas dudas, el libro va
creciendo orgánicamente, casi empujado por una gozosa y espontánea
improvisación, sin aparente planificación, que es justamente uno de los valores
de sus páginas, hasta convertirlo en una suerte de miscelánea que recuerda a la
libérrima ejecución del Arcipreste de Hita y donde cabe de todo: la poesía, el
dietario, las recetas gastronómicas, las representaciones teatrales con
acotaciones valleinclanescas, el cuento oral con guiños al <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Decamerón</i>, el ensayo metaliterario, la novela negra, la crítica
política y social, la crónica histórica local, el humor, el relato onírico o la
parodia. Qué duda cabe de que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Proso modo</i>
es un divertimento de su autor, pero también un inteligentísimo alegato sobre
los límites entre la literatura y la realidad, que en el libro se difuminan de
tal modo, que permite que, hoy mismo, en este periódico, se anuncie el ganador
ficticio de un premio que no existe y que se haga con la convicción de que
Coboia es más real que Elijas, que el Premio Pipsi es el más prestigioso
de<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>todos los premios y que este artículo
no sabemos ya si se halla entre las páginas del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diari de Tarragona</i> o entre las de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Proso modo</i>. Por lo demás, el lector avezado y con un buen bagaje de
lecturas gozará con los juegos de palabras intertextuales donde reconocerá a
multitud de referencias literarias (una forma de respeto, por cierto, al propio
lector); disfrutará con el estilo quirúrgico de su autor, a veces desenfadado,
otras profundamente humano; conocerá a personajes inolvidables, como Ferran, el
profesor jubilado que clama al cielo, como un estilita, la ruina del sistema
educativo; fumará yerbaluisa y se topará, como los demás protagonistas, con el espíritu
de Salme, el general francés que murió durante el asedio a Tarragona y cuyo
cuerpo, se dice, reposa bajo el acueducto de Tarragona y su corazón en el
monumento a Escipión, pero también con los de una selecta pléyade de escritores
muertos; se reirá con las veleidades del taller literario de Francina, al que
un inseguro pero descreído Coboia seguirá para poder avanzar en su proyecto,
aunque haya que incluir muchas descripciones y algún muerto para el éxito
comercial del artefacto; y obtendrá un fresco de un momento de nuestra historia
que, con el paso de los años, devendrá, por la forma en que está plasmado, en
un testimonio vivo e imperecedero. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Coboia, que ha manifestado su
incredulidad al conocerse ganador, recogerá el premio PIPSI en un acto solemne
que se celebrará qué más da cuándo y en qué lugar. <o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-88336486006705594652023-10-30T17:56:00.000+01:002023-10-30T17:56:06.363+01:00626. Los muertos somos nosotros<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhra9VNsPlDw38ey-_lHlwK8kCRrtTqBsq2x5NxSKTGxXfKhI5_oftBrRb644XuE7lswJ2ODcWwLOk_ldNoy1G7xWMFR0ueh0hY_O8v3Hnz43oncYmy2l5tuNEY34U4zOOla2Lr3q9FF1osfIY9g7_Dce5EhG-cBDxeyqDtpEDjJ5KdkDsyt58WdChKND4v/s400/Tumba%20de%20Larra.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="400" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhra9VNsPlDw38ey-_lHlwK8kCRrtTqBsq2x5NxSKTGxXfKhI5_oftBrRb644XuE7lswJ2ODcWwLOk_ldNoy1G7xWMFR0ueh0hY_O8v3Hnz43oncYmy2l5tuNEY34U4zOOla2Lr3q9FF1osfIY9g7_Dce5EhG-cBDxeyqDtpEDjJ5KdkDsyt58WdChKND4v/w400-h300/Tumba%20de%20Larra.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Pasado mañana es el Día de
Todos los Santos. Siempre que se acercan estas fechas, recuerdo a Mariano José
de Larra y aquel artículo suyo, publicado en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Español</i>, el 2 de noviembre de 1836, en el que zarandeaba las
conciencias de los españoles, haciéndonos ver que los muertos no se hallaban en
el cementerio, que los muertos, en realidad, éramos nosotros mismos. Escribió
su artículo poco después de perder su escaño como diputado por Ávila tras el
Motín de la Granja de San Ildefonso, tal vez la última oportunidad de cambiar
desde dentro la política de un país desnortado. Tampoco iban bien las cosas en
lo personal, tras su enésima discusión con su amante, Dolores Armijo, quien
alternó con él momentos de apasionada efusividad con otros de absoluto desdén.
En su columna, Larra imaginaba un cementerio dentro de Madrid: los nichos eran
los de la Constitución, el del Palacio Real, el del periodismo o el del
Ministerio, cuya lápida rezaba: «Aquí yace media España; murió de la otra
media». Y denunciaba la pasividad de la ciudadanía ante los desorbitados
impuestos, la obligatoriedad del servicio militar, la opresión contra la
disidencia o la falta de libertad de imprenta, entre otros males del país. Los
muertos, que no estaban sometidos a tales represiones, eran más libres y
estaban más vivos que los que ese día iban a ofrecer flores a sus familiares. Poco
menos de un año después de escribir su artículo, Larra se descerrajaba en su
despacho un tiro en la sien. Descubrió el cadáver su hija Adela, de seis años,
cuando se disponía a darle las buenas noches. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Casi dos centurias después,
los muertos seguimos siendo nosotros. Tenemos un presidente del gobierno que
miente compulsivamente, ya sin pudor ni disimulo, y a quien se le sigue votando
a pesar de lo sonrojante que resulta repasar la hemeroteca; tenemos una
oposición a la deriva con la capacidad intelectual de un niño del parvulario y
un partido extremista, enemigo de la cultura; en la literatura triunfan los
escribanos pero no los escritores; mis alumnos se adhieren a una huelga para
protestar contra la guerra en Palestina pero solo lo hacen para saltarse las
clases de ese día, para arañarle unas horas de sueño más a la almohada o para
jugar a los videojuegos. A estos chavales les compensan las muertes diarias en
Gaza si con ello duermen un poco más; les compensa el sacrificio de quienes se
dejaron la vida para que hoy ellos disfruten de su derecho a huelga, aunque
desprecien ese derecho ganduleando en casa. Los sátrapas megalómanos siguen
mandando a otros hombres a la guerra por un pedazo más de tierra. Mientras
escribo estas líneas, me entero de que ha muerto Armita Garavand, apaleada por
la policía de la moral iraní en un metro por no llevar bien puesto el velo;
entretanto, aquí, un feminismo mal entendido estigmatiza la cortesía de un
hombre confundiéndola puerilmente con un acoso. También leo que un informe del
Defensor del Pueblo cifra en más de 400.000 víctimas, los casos de pederastia
de la Iglesia española. El sistema educativo coloca a los estudiantes en su
cadena de producción del analfabetismo, con la connivencia de los inspectores
educativos, para que los gobiernos puedan dormir tranquilos teniendo alienados
a los futuros ciudadanos. Pero las gentes –esos muertos vivos– solo saldrán a
la calle para manifestar su descontento por la mala gestión de la directiva de
su equipo de fútbol. Valores como la amistad se revelan falaces y uno se da
cuenta de lo solo que se encuentra en el mundo cuando las cosas van mal: uno
descubre que solo tuvo buenos compañeros de ocio para tomar unos vinos, pero no
amigos. Las redes sociales son los nuevos paredones para las lapidaciones. Se
mira de soslayo la tragedia migratoria. Y así, dadas las circunstancias, se
entiende mejor la desazón de aquel Larra abatido cuya sensibilidad e
inteligencia no encajaban con el mundo en el que vivía. Quizás es lo que haya
que hacer: pegarse uno un balazo y mandarlo todo a la mierda. Anuncio
clasificado: ¿alguien vende por ahí alguna pistolita de contrabando?<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-46422074834915342252023-10-23T17:58:00.007+02:002023-10-23T18:57:42.702+02:00625. Escribir a mano en clase<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjI0p97cZzCJ_jvFCSamNKDNOnrObKXxQXdlOw7zIQKItJGEuRgzOIxhdP923xeAzx9OudfeMpb-viK-PidtxubnbY6osXobVzTFQcLIWoZldb4R-HKRC0zN-OhkrRpCLGfFSw8rOFg-opcoD6a5yjL_nS1Qie_YU4dLbIMgaVRk7qjiGad67a1URWJM3GE/s2166/artesan%C3%ADa.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1220" data-original-width="2166" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjI0p97cZzCJ_jvFCSamNKDNOnrObKXxQXdlOw7zIQKItJGEuRgzOIxhdP923xeAzx9OudfeMpb-viK-PidtxubnbY6osXobVzTFQcLIWoZldb4R-HKRC0zN-OhkrRpCLGfFSw8rOFg-opcoD6a5yjL_nS1Qie_YU4dLbIMgaVRk7qjiGad67a1URWJM3GE/w400-h225/artesan%C3%ADa.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11pt;">Desde 3.º de la ESO, mis
alumnos prescinden del libro de texto en las clases. Practico esa modalidad
pedagógica ya casi extinta que se dio en llamar «sesiones magistrales». Hoy no
puedes decir que impartes clases magistrales porque corres el riesgo de arder
en la pira que los buenistas educativos levantan para los heréticos. A mí,
además, alguien me ha tildado de engreído porque considera que atribuir a mis
clases la cualidad de «magistral» redunda en cierto narcisismo. El que así me
reconviene no conoce, claro, que el término no se refiere a la calidad de la
lección (otro término desterrado ya del nuevo gay-trinar) sino a su origen
etimológico: la clase que imparte el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">magister</i>.
En las clases magistrales, el profesor es el protagonista del proceso de
enseñanza-aprendizaje y el alumno, el sujeto que recibe la información y que,
cuando conviene, interviene en el debate de ideas, que el propio profesor
promueve y gestiona. Esto es así porque el profesor es el que enseña y el
alumno el que aprende, una perogrullada que todavía hay que aclararle a
algunos. No se crean, yo también aprendo mucho de mis alumnos. Pero creo que
ellos aprenden un poquito más de su profesor. El caso es que en las clases
magistrales, yo hablo y mis alumnos toman apuntes a mano en sus libretas
(¡anatema!). No dicto las clases, claro: explico los contenidos, dando decenas
de vueltas sobre lo mismo, y ellos no copian literalmente lo que comento, sino
que, una vez que se quedan con la copla, trasladan a sus cuadernos con sus
propias palabras lo que han entendido. Y lo que no han entendido, se les repite
hasta que lo entiendan. Eso sí es para mí un aprendizaje significativo y no las
milongas que otros asocian al concepto pedagógico de marras. Y si se trata de
innovar, oigan, tomar apuntes a mano es la puta revolución. Porque nadie lo
hace ya. Lo nuevo es lo antiguo. El alumno está hasta las narices de los Power
Points y de las peliculitas y del Youtube y de «hagamos más guais las clases
creando un Instagram de Góngora». Pues no, oigan: a esta generación, que ya ha
nacido y crecido con todo el consabido repertorio digital, lo que le mola de
verdad (término viejuno) es llenar papeles a mano. Lo que oyen. La atención en
clase es total y se crea un silencio absoluto que beneficia el trabajo
intelectual porque saben que de la calidad de sus apuntes, dependerá su éxito
en el examen (¡sacrilegio!). Mientras toman sus notas, además, están ya
estudiando, porque el vínculo artesanal que se genera entre el bolígrafo, el
papel y su propio razonamiento cala en su discernimiento mucho más que el
atolondramiento visual de las pantallas. Cuando finaliza la clase, los chavales
se muestran los unos a los otros los tres o cuatro folios que han llenado con
el orgullo del trabajo bien hecho, y se masajean las muñecas, contentos y
risueños, como un aguerrido batallón del conocimiento satisfecho de sí mismo y
de su esfuerzo después de la lid. Se identifican con su propia caligrafía, como
con una patria, blanden sus hojas como una bandera, sienten que ellos mismos
están allí, en esos folios; han entrado en contacto con la paciencia y la
lentitud del orfebre en estos tiempos de prisa; se han relajado, han
establecido entre la psique y sus cuerpos una trabazón física merced a la
escritura; han enriquecido sus conexiones neuronales; los más creativos han
colocado títulos coloridos y originales. El día del examen recuerdan (porque lo
entienden) lo que se les pregunta, y evocan el rincón exacto de los apuntes
donde se hallaba aquel concepto por el que ahora se les requiere. Quizás en
aquella esquina donde se manchó de chocolate el papel <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>durante la merienda o en aquel otro rincón
donde la compañera de pupitre accedió intrusamente con su bolígrafo en los
apuntes de él para dibujar un corazón. <o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-1858764645902507052023-10-16T19:16:00.001+02:002023-10-18T19:18:34.752+02:00624. Lealtades viejunas: el Teletexto<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh404KpTMi_cBJiqE7pL73Y6SP_E2gQ436dndwyoOXTDfUyXMEWnxPcDUZprM98K0rm5P_xIfGIh_eL_I4eIBVqkZ8aB4OkMiTvHltekIf1vxw8AbOLyEReNXZ3Ft6NGSJRFdRhoPQ4PCEadNqx5n7f6yeaF4mZr-eW5m_bYfubTEVIH3x9j9fgDj6LmZFr/s2942/Teletexto.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1770" data-original-width="2942" height="241" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh404KpTMi_cBJiqE7pL73Y6SP_E2gQ436dndwyoOXTDfUyXMEWnxPcDUZprM98K0rm5P_xIfGIh_eL_I4eIBVqkZ8aB4OkMiTvHltekIf1vxw8AbOLyEReNXZ3Ft6NGSJRFdRhoPQ4PCEadNqx5n7f6yeaF4mZr-eW5m_bYfubTEVIH3x9j9fgDj6LmZFr/w400-h241/Teletexto.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Uno de los ejercicios que
tienen que desarrollar los estudiantes de Bachillerato en la prueba de
Selectividad de Lengua Castellana es la redacción de una opinión personal
acerca del texto propuesto «a partir de la cultura del alumno y de su
conocimiento del mundo». La idea es que los muchachos demuestren que son hijos
de su tiempo, que están informados del mundo en el que viven y que puedan
cimentar sus argumentos sobre ese bagaje académico y vital. Como la mayoría de
alumnos no ve el telediario ni lee los periódicos, yo les proponía una manera
directa y sintética de estar al pie de la calle de lo que ocurre más allá de
los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Pokémon</i>: echar un vistazo al
Teletexto. Y, claro, nadie en la clase sabía lo que era eso del Teletexto. Uno
de los indicios que demuestran que los profesores nos hacemos mayores es que ya
no nos sirven algunas de las estrategias o de los recursos nemotécnicos que hasta
no hace tanto ofrecíamos a nuestros estudiantes. Por ejemplo, cuando les
explicaba la filosofía de los estoicos, les proponía que se acordasen de Hristo
Stoichkov, el famoso jugador búlgaro del Barcelona. Pero ya nadie en el aula
sabe quién es Stoichkov. Otro tanto ocurre con las canciones de Sabina, de
Madonna o de Mecano que usaba para explicar la tradición oral de los cantares
de gesta, el hibridismo del mozárabe o el «Romance de la luna, luna» de García
Lorca. O cuando hablo de Rosalía o de Quevedo y surge, indefectiblemente, el
rumorcillo jocoso entre los pupitres. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Viene todo esto a que el
Teletexto de TVE cumple ahora 35 años, aunque fue la BBC quien lo introdujo
hace ya 5 décadas. A día de hoy, en Europa, solo permanece en España y en Alemania
y se estima que un 4% de los españoles aún lo utiliza. Así que resulta que no
estaba uno tan solo: el 4% equivale aproximadamente a unos 2 millones de
habitantes, que no es poca cosa. Esta lealtad viejuna por algo tan rancio como
el Teletexto, con esa interfaz casposa de pajillero de los 90 o de clandestino
delincuente cibernético, responde seguramente a una necesidad de conservar los
orígenes en un mundo que empezamos a no reconocer y que se nos escapa
vertiginosamente de las manos. Pero no se crean, tiene su utilidad. Uno busca
el número 102 para las noticias nacionales; el 120 para las internacionales; el
135 para los deportes; y el 185 para los titulares de la prensa escrita, y
tiene una panorámica del mundo en pocos minutos en su pantalla del televisor,
sin la dispersión de los periódicos digitales y su apremiante clic en los
inúmeros enlaces, que tientan como las sirenas a Ulises. Por cierto, que
durante un tiempo, el encargado de colocar los titulares de los periódicos en
la página 185 y siguientes olvidó lamentablemente sus obligaciones, reduciendo
la sección tan solo a los fines de semana, por lo que tuve que elevar,
indignadísimo, una queja al defensor del espectador para que se retomara su
regularidad semanal. Oye, pues me hicieron caso. De nada, aguerrido ejército
del 4% de nostálgicos. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Y así llevo, toda una vida,
cumpliendo con el ritual teletextario. Aunque es cierto que he reducido algo
las consultas a las otras secciones. Antes leía incluso el horóscopo y el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ranking</i> de los libros y discos más
vendidos cuando todavía era un ingenuo y creía en algo; y el mapa con el
recuento de pólenes; y la agrosfera; y el santoral; y los husos horarios del
mundo; y la predicción de la salida y la puesta del sol; y los ciclos de la
luna; y el zoco; y todas esas cosas que no sirven para nada a las que accedía
por el mero placer de trastear cuando internet todavía era una quimera y la
tecnología, aún en ciernes, nos fascinaba.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">El viernes volví a
intentarlo. Podéis consultar el Teletexto, les he dicho a mis alumnos. Y al
sentir clavadas sobre mí sus miradas de extrañeza, me he sentido como un viejo
televisor de tubos catódicos.<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-88921518145221052012023-10-02T20:07:00.000+02:002023-10-02T20:07:00.901+02:00623. Con la frente marchita<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUd7tF6Gk5KO_ChaEFzIlz0JyKHeG6OmR45h5eNQ9dLAJ-aHiynSx5l3xYusaM3CteYQglPOtdnecv1f71XrNWCuSmFg5kYdhbv69tUCGxLdEp6VF1L_qxhLVyjU9P55W_GhmUGd673-hOdEBw6Zx-yz1Ay-_pBP7ZsomVhZs67PIMZvqLYyUNHOFqhdCz/s522/NO%20TE%20VER%C3%89%20MORIR%20(CUBIERTA).jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="522" data-original-width="303" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUd7tF6Gk5KO_ChaEFzIlz0JyKHeG6OmR45h5eNQ9dLAJ-aHiynSx5l3xYusaM3CteYQglPOtdnecv1f71XrNWCuSmFg5kYdhbv69tUCGxLdEp6VF1L_qxhLVyjU9P55W_GhmUGd673-hOdEBw6Zx-yz1Ay-_pBP7ZsomVhZs67PIMZvqLYyUNHOFqhdCz/w233-h400/NO%20TE%20VER%C3%89%20MORIR%20(CUBIERTA).jpg" width="233" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Evocando su juventud, Antonio
Muñoz Molina ha dejado escrito en alguno de sus libros el recuerdo de su nula
vocación para las tareas agrícolas y cómo aquella desafección por los trabajos
del campo, unida a su prematura e insobornable inclinación por la lectura,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>engendraron en aquel niño sensible un
complejo de inferioridad auspiciado por un contexto familiar en el que el
trabajo físico estaba revestido del prestigio de lo viril, mientras que lo
contrario era estigmatizado con el humillante epíteto de la «flojera». Aunque
con una situación muy distinta, algo de eso hay en el nuevo libro del escritor
ubetense, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">No te veré morir</i>. También
su personaje, Gabriel Aristu, recibe la presión de su padre para tomar un
camino que no desea pero, al contrario que Muñoz Molina, Aristu sí se presta a
los deseos paternos, en parte por su falta de empuje vital, pero también por el
sentimiento de culpa que le generaría no corresponder a los esfuerzos de su
padre por darle una educación privilegiada. Efectivamente, el padre de Gabriel,
de quien se nos narra su sufrimiento como víctima de la Guerra Civil en unas
páginas que tanto nos recuerdan a <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
noche de los tiempos</i>, programa sobre la vida de su hijo un ambicioso plan
que Aristu no quiere desbaratar para no infligir sobre aquel un doble
sufrimiento. Por eso renuncia a su pasión por el chelo y, sobre todo, a su amor
por Adriana Zuber a cambio de una vida de éxito en Estados Unidos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En la novela, hallo una relación ambigua entre
el autor y su personaje. Por un lado, Muñoz Molina parece compadecerse de
Aristu, pero siento también, en la forma en que está construido el personaje,
una cierta distancia rayana en el reproche, como si Muñoz Molina proyectase
sobre Aristu, rechazándola casi con desprecio, la vida de renuncias a la que el
autor mismo podría haber estado sujeto de no porfiar por sus sueños de
escritor. Esa sensación la percibo, sobre todo, en un cierto elitismo
antipático del personaje, que parece formar parte de su propia desnaturalización.
En algún momento, incluso, confiesa que Julio Máiquez, que le ha abierto su
corazón para contarle su drama familiar, llega a cansarle con su tristeza. Este
último personaje, que parece ser concebido con un rol estructural, el de narrar
las vicisitudes de Aristu, acaba tomando corporeidad y se convierte en otro
sujeto a le deriva. Hasta en el encuentro 50 años después con Adriana Zuber, el
diálogo que Aristu mantiene con ella es apocado, con justificaciones pobres y
poco apropiadas para la solemnidad de ese acontecimiento. No sé si hay en todo
ello una cierta reprobación del autor hacia su personaje.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Además de la música
(tremendamente sugestiva la aparición de Pau Casals en la novela), otros temas
alcanzan gran relieve en la narración. Entre ellos, el del limbo identitario de
Aristu en Estados Unidos, cuyo origen español no le permite nunca la
integración completa y le hace sentir eternamente extranjero. Extranjería que
también siente cuando regresa a un Madrid que ya no reconoce. También son
interesantes las escenas, casi costumbristas, de la alta sociedad americana,
así como el mundo de los sueños y del recuerdo, que trazan su ontología
paralela, a veces más real que la vida misma. Y, por supuesto, la importancia
de las decisiones y la permanencia del amor en el tiempo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Respecto al estilo, volvemos
a encontrar al Muñoz Molina del fraseo inmersivo y de la subordinada. No
entiendo muy bien la relevancia, tan traída por la crítica y lectores, que se
le da a las primeras 73 páginas sin puntos. Los que leímos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El jinete polaco</i> nos sentimos como en casa, y a esa primera parte,
donde la evocación y la acumulación tumultuosa del recuerdo y de los nervios de
Aristu ante el reencuentro con su antiguo amor se imponen todo el tiempo, el
recurso se antoja muy eficaz. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 11.0pt;">No te veré morir</span></i><span style="font-size: 11.0pt;"> añade a la oceánica producción del autor, otra gozosa experiencia
literaria para los que creemos que la Literatura se debe, por igual, al fondo y
a la forma. Regresar a Muñoz Molina es como reencontrarse con Adriana Zuber y
reconocerse en el brillo de sus ojos.<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-35357734557271364662023-09-25T12:00:00.001+02:002023-09-25T12:00:00.141+02:00622. Torba: 40 años soñando<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUI2fLJQ4otgXNLqbEdLa75MZs_mTnM2w5esA3CRm387ZW8jTCn8r_NYkuAfWnlcWLDVARG7KGWaVmJkPledsPkOTUtw6D75unQfOWKDuzK6BbbFejGmb2jyK-vsjMaMvlYZ1g5HzHBgOZAJ4IPXxlqila-2ctsNVsDnGlRCX8rg1AHEHZkDLr4uOORTCY/s822/el%20sue%C3%B1o%20de%20torba.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="822" data-original-width="558" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUI2fLJQ4otgXNLqbEdLa75MZs_mTnM2w5esA3CRm387ZW8jTCn8r_NYkuAfWnlcWLDVARG7KGWaVmJkPledsPkOTUtw6D75unQfOWKDuzK6BbbFejGmb2jyK-vsjMaMvlYZ1g5HzHBgOZAJ4IPXxlqila-2ctsNVsDnGlRCX8rg1AHEHZkDLr4uOORTCY/w271-h400/el%20sue%C3%B1o%20de%20torba.jpg" width="271" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Han pasado ya varios meses
desde que leí <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El sueño de Torba</i>, de
Rafael Soler, título que este año cumple cuatro décadas. Así que escribo estas
líneas de memoria, que es como debieran escribirse a veces las críticas
literarias, más como experiencia lectora –el famoso poso que deja una lectura–
que como análisis académico. Lo he leído, además, en la vieja edición de
Cátedra de 1983, a pesar de que Olé Libros ha reeditado recientemente la novela
con un iluminador prólogo. Uno tiene sus fetichismos. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El sueño de Torba</i> constituye uno de los grandes hitos de la llamada
literatura experimental, cuyo precedente más señero fue <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tiempo de silencio</i>, de Luis Martín-Santos. Hoy muchos escritores se
lanzan al experimentalismo, aunque solo son acogidos por las editoriales
independientes porque los grandes sellos, además de timoratos, desprecian la
inteligencia de sus potenciales lectores. Pero, salvo honrosas excepciones,
hallo en estos autores experimentalistas un afán innovador que a veces parece
responder más a un prurito de distinción elitista y deslumbradora que a una
verdadera ontología literaria. En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
sueño de Torba</i>, en cambio, el extrañamiento del lenguaje tiene un sentido
estructural y argumental, y es inseparable de ambos. Así, el fragmentarismo,
las violentas torsiones sintácticas, los neologismos, las magistrales elipsis o
los trallazos líricos a bocajarro están al servicio de la terrible tragedia de
su personaje principal. Porque Jaime Sarduy es, como la prosa de Soler, un ser
disociado, a la deriva. Enfermo de cáncer, tiene una tortuosa relación adúltera
con la esposa de su oncólogo pero añora a su amor de juventud, cuya hija
aparece repentinamente en su vida removiendo un pasado donde la culpa se
erigirá, inopinadamente, como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">leit motiv</i>
de la novela. Y digo inopinadamente porque Jaime se comporta durante todo el
libro con un cinismo y un sentido de la ironía que –luego lo sabremos– no son
más que la coraza para su conmovedora vulnerabilidad. Coleccionista compulsivo
de los objetos más variopintos, guarda en Sarrión, su pueblo de origen, las
piezas de un viejo Rolls Royce desmantelado, como lo es también su vida. El
regreso al pueblo y su obsesión por reconstruir el coche alcanzan un simbolismo
de enorme altura literaria. Los personajes secundarios, aunque satélites de
Jaime, están también muy bien construidos. Especialmente importante es el del
librero José Radek, quien anota sus conversaciones con Jaime con la intención
de escribir una novela que cuente la vida de éste, lo que introduce la fórmula
metaliteraria de la novela dentro de la novela. Existe, además, un formidable
dominio de los diálogos, de precisión casi magnetofónica. Y no falta la crítica
social, como aquella que incide de forma acerada, a la manera de Chirbes, en la
uniformidad despersonalizada de las ciudades costeras. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Autor de claras convicciones
literarias, alejadas de escuelas, de modas y de imperativos mercantilistas,
Rafael Soler, de quien no deja de llamar la atención su silencio narrativo
durante la friolera de más de 30 años, puede adscribirse sin duda a eso que se
ha dado en llamar autor de culto. Por eso es de agradecer, no solo su vuelta a
la novela en 2019, sino también la encomiable labor por parte de determinadas
editoriales de recuperar algunas de sus novelas más importantes, como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El grito </i>y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El corazón de lobo</i>, que ahora publica al alimón la editorial
Contrabando. Porque, como Jaime Sarduy, también nosotros necesitamos que al fin
Torba se desperece. <o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-45883053718943575032023-09-18T17:02:00.001+02:002023-09-19T17:03:46.922+02:00621. Suicidas literarios<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQ390GaaGnCdjD-rN4_PfD65GVnnQEmc-0WH24Ye-hjF8p1ZRU68-VgXjkgfGxhhsk5UVoAUohrBN4cANjnTihpSM6u-aPet68Pce7RleJUr7nZ26C6ozAj-9fiyl0Wq8Iv1oQTRbyg87wTNqo6pmuqrLBgF09zck6HmZMy2ZUYMDW0HcxVHLXMLNcqL9i/s1500/MUERTE%20DE%20WERTHER.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1128" data-original-width="1500" height="301" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQ390GaaGnCdjD-rN4_PfD65GVnnQEmc-0WH24Ye-hjF8p1ZRU68-VgXjkgfGxhhsk5UVoAUohrBN4cANjnTihpSM6u-aPet68Pce7RleJUr7nZ26C6ozAj-9fiyl0Wq8Iv1oQTRbyg87wTNqo6pmuqrLBgF09zck6HmZMy2ZUYMDW0HcxVHLXMLNcqL9i/w400-h301/MUERTE%20DE%20WERTHER.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">La
semana pasada conocíamos a través de los datos facilitados por el Instituto
Nacional de Estadística el número de suicidios registrado durante el año 2022
en España. La cifra es estremecedora y va al alza: 4.097 personas se quitaron
la vida en nuestro país, 84 de las cuales son menores de 20 años. Hay algo
chocante entre esa sociedad que exhibe su hedonismo como principio fundamental
de la vida y los problemas de salud mental de los que el suicidio es solo la
punta del iceberg. Según la OMS, unos 280 millones de personas sufren depresión
en el mundo, unos 2 millones en España. Y aunque, obviamente, la casuística
individual es muy variada, es como si el actual desprestigio del conocimiento y
de su consiguiente sustrato espiritual hubieran socavado las almas de las
personas y dejado un vacío que el materialismo y la superficialidad, de
naturaleza siempre fungible, no pudieran llenar. No es de extrañar que la
Literatura, siempre atenta a las cuestiones de su tiempo, esté abordando esta
problemática. Conviene, eso sí, diferenciar la literatura de calidad y
necesaria, de aquella otra que apuesta por el oportunismo coyuntural con el
único objeto de medrar en el mercado editorial. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Claro
que el tema del suicidio no es nuevo en Literatura, empezando por la luctuosa
nómina de autores que decidieron acabar con sus vidas y pasando por la no menos
triste lista de personajes literarios abocados a la misma fatalidad. Y digo no
menos triste, aunque se trate de vidas ficticias, porque para muchos lectores
algunos personajes son más reales que su propio autor y porque, en no pocas
ocasiones, sus historias fueron trasunto de experiencias reales. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">El
personaje suicida más célebre de la Literatura ha sido, sin duda, el joven
Werther, cuya historia produjo una oleada de suicidios por amor tan
preocupante, que muchos países prohibieron la venta del libro de Goethe. Pero
hay muchos otros que no caben en este espacio. Así, a vuelapluma, aquí van unos
cuantos. Píramo, al ver el velo de Tisbe ensangrentado por el hocico de un león
que volvía de cazar, creyó que su amada había sido devorada por el animal; a su
suicidio le siguió el de Tisbe, al ver muerto a Píramo. El equívoco le pudo
servir a Shakespeare para idear las muertes de Romeo y Julieta, y más tarde, a Hartzenbusch
para su intrincada versión de <i>Los amantes de Teruel</i>. Dido no pudo
superar el abandono de Eneas en la <i>Eneida y </i>Melibea no sabe vivir sin
Calisto.<i> </i>Espectacular es el suicidio de don Álvaro, en el drama del
duque de Rivas, con toda su impresionante tramoya romántica. Benito Pérez
Galdós creó a dos suicidas memorables: Marianela y, sobre todo, Ramón de
Villaamil, que queda cesante a escasos dos meses para jubilarse con los cuatro
quintos del sueldo regulador; no recuerdo un final más triste en una novela.
También es triste el desenlace de Emma Bovary y de Anna Karenina, víctimas del
corsé moral de su tiempo; el suicidio de Anna, arrojándose a las vías del tren
(el mismo lugar donde había conocido a su amor Vronsky) no puede ser más
simbólico. Augusto Pérez, en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Niebla, </i>muere
mediante el suicidio inducido por su propio creador, Unamuno. Terrible es
también la muerte de Tonet en <i>Cañas y barro</i> que, abrumado por la culpa,
se dispara con la escopeta en mitad de la Albufera; su padre, que había dedicado
una vida entera a ganarle terreno a la laguna para cultivar arroz, nunca habría
imaginado que la tierra conquistada iba a servir de sepultura para su hijo.
Andrés Hurtado, el personaje de Pío Baroja en <i>El árbol de la ciencia</i>,
lector de Nietzsche y de Schopenhauer, no podrá superar su vacío existencial.
Virgilio Delise, el inolvidable personaje de Mario Lacruz en <i>El inocente</i>,
nos deja atónitos con su suicidio: «tenía vocación de culpable», dice el
narrador. Más recientemente, Aurora, protagonista de <i>Lluvia fina</i>, de
Luis Landero, se lanza contra la carretera, cansada de escuchar y mediar en los
problemas de los demás y que nadie haya estado atento a su propia desazón. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">El
lector, seguro, podrá añadir a este catálogo muchos otros ejemplos. Lo
importante es que no los siga en su derrota.<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-13179439593692484462023-09-11T12:00:00.004+02:002023-09-11T17:16:58.102+02:00620. La joven alumna de Minerva<p> </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglGh7fi6B-WfvEzbFTp6m_ePCRqExcLMwrwuic9uvKDEoNW27g6zD3YnoKWWqYGv8UF2i8oyY-ERiLUbQR0L4Qb5nYzjxGTRlpQGHLaibjFP8tAhLqODYC_tdA8uR3fQW23iYfK3p6WA1TxeLfyqeZJT4xGwOwPcwS58UHAi-WZx2Sc49NKqvzUCdAm4Y1/s1200/MAR%C3%8DA-GOYRI.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="739" data-original-width="1200" height="246" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglGh7fi6B-WfvEzbFTp6m_ePCRqExcLMwrwuic9uvKDEoNW27g6zD3YnoKWWqYGv8UF2i8oyY-ERiLUbQR0L4Qb5nYzjxGTRlpQGHLaibjFP8tAhLqODYC_tdA8uR3fQW23iYfK3p6WA1TxeLfyqeZJT4xGwOwPcwS58UHAi-WZx2Sc49NKqvzUCdAm4Y1/w400-h246/MAR%C3%8DA-GOYRI.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">María Goyri ante varios espejos. Fotografía de 1914. @Fundación Ramón Menéndez Pidal</td></tr></tbody></table><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Desde
siempre he sentido un afecto muy especial por María Goyri. Pero reconozco
avergonzado que esa simpatía respondía, sobre todo, a su relación conyugal con
mi admirado Ramón Menéndez Pidal. Una esposa que acompaña a su marido durante
su luna de miel a recorrer los caminos del Cid y a recoger los viejos romances
que sobrevivían en Castilla tiene mucho de mujer ideal para mí. A mi hipotética
hija iba a llamarla Jimena solamente porque así se llamaba la hija del
matrimonio. Pero desde que vamos eliminando ya el prejuicio patriarcal y María
Teresa León es María Teresa León y no “la mujer de Alberti”, María Goyri (que
era, por cierto, pariente lejana de aquella), puede ser con propiedad,
simplemente María (Goyri). <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Y
más aún cuando buceamos por su vida y hallamos en su biografía hitos
admirables, como el de ser, si no la primera mujer licenciada, sí la primera
que cursó presencialmente sus estudios universitarios. Al principio lo hizo sin
matrícula, acompañando a su íntima amiga Carmen Gallardo, cuyo padre, Mariano
Gallardo, cansado de los obstáculos que la Universidad de Madrid aducía para
impedir la matrícula de su hija, decidió él mismo acudir a las clases con ella
como oyente. Pero a la muerte de Mariano Gallardo, Carmen perdió su
salvoconducto y María Goyri quedó sola y tuvo que luchar denodadamente para ser
admitida, pues se requería un informe positivo del Claustro, autorizando la
presencia de la joven previa consulta al Ministerio de Instrucción Pública.
Finalmente, un Claustro dividido autorizó la matrícula con la condición de que
la alumna debía esperar al catedrático en el decanato de la facultad e ir
acompañada de este hasta el aula, donde ocuparía la primera fila. Al finalizar
la clase, se repetía el protocolo a la inversa. La idea era evitar que María
estuviera sola en los pasillos con la idea de no alterar a sus compañeros
varones que, por cierto, siempre tuvieron con ella un trato respetuosísimo y
exquisito. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">El
corpus del Romancero que hoy disfrutamos hubiera sido imposible sin el concurso
de María Goyri. Durante el viaje de novios, detenidos en Osma para contemplar
un eclipse solar, a María se le ocurrió recitar el romance de la <i>Boda
estorbada</i> a una lavandera con quien conversaba la pareja. La lavandera dijo
conocer el romance y se lanzó a cantar otros entre los cuales Pidal reconoció
una versión del romance del Príncipe don Juan, que demostraba que el Romancero
seguía vivo entre las gentes de Castilla tras varios siglos. Empezaba así el
trabajo recopilatorio de toda una vida. Las imprescindibles fichas que guarda
el archivo de la casa de Pidal en el Olivar de Chamartín son cosa de María.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">María
Goyri fue, además, una de las pioneras del feminismo en España. Afectada por
las críticas que había recibido Concepción Arenal tras su ponencia “Educación
de la mujer”, María escribió una réplica valiente que obtuvo el cariñoso abrazo
de Emilia Pardo Bazán, quien desde entonces apodó a María como la “la joven
alumna de Minerva”.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Además
del Romancero, María sintió pasión por la personalidad de Lope de Vega, de la
que se encargó en varios trabajos. También llevó a cabo una edición crítica
(inconclusa) de <i>El conde Lucanor</i>, amén de otros trabajos sobre
literatura y pedagogía.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">Enrique
Súñer, presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza del Gobierno de Burgos,
dirigió esta acusación al Servicio de Información Militar, en relación a María
Goyri: “Menéndez Pidal, señora de: Persona de gran talento, de gran cultura, de
una energía extraordinaria, que ha pervertido a su marido y a sus hijos. Muy
persuasiva y de las personas más peligrosas de España. Es sin duda una de las
raíces más robustas de la revolución”. Sirva este dislate para engrandecer aún
más su figura.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif;">El
lector interesado podrá hallar una bonita semblanza de María en el trabajo de
Jesús Antonio Cid, editado por la Fundación Ramón Menéndez Pidal, que puede ser
una buena manera de celebrar el 150 aniversario de su nacimiento y de descubrir
aún más su personalidad. El imbécil de Enrique Súñer no, pero la avala Minerva. <o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4888963284701660511.post-9715611759022062982023-09-04T11:00:00.001+02:002023-09-04T11:00:00.145+02:00619. Besar a una mujer<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV4NyhkQzO-0YoBYBRSYJRdX3A-rrk75md_FnOl2fIITCQ7dk5RIoiBTiru-uVoCC8NcoBIQBS_kdLu2E3icXhPeg0201Dra7Wz91o4Lvhd12piHlr6m9gnMoUt0MGKPV-wWpYN9C8hcqvyPUv6WP4l29ZS0gtrOGSJ7S9HoFZbd8HtcTu4-iDX6hLd-0B/s2000/KLIMT.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2000" data-original-width="1993" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV4NyhkQzO-0YoBYBRSYJRdX3A-rrk75md_FnOl2fIITCQ7dk5RIoiBTiru-uVoCC8NcoBIQBS_kdLu2E3icXhPeg0201Dra7Wz91o4Lvhd12piHlr6m9gnMoUt0MGKPV-wWpYN9C8hcqvyPUv6WP4l29ZS0gtrOGSJ7S9HoFZbd8HtcTu4-iDX6hLd-0B/s320/KLIMT.jpg" width="319" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Cuando yo iba al colegio y
después al instituto, la mayoría de mis compañeras de clase iban vestidas con feos
y holgados chándales ochenteros y enfundadas en blusas que llegaban casi hasta
el mentón. Con aquellos atavíos, uno nunca podía hacerse una idea cabal de sus
siluetas y contornos femeninos. Por aquel entonces no se veían en las aulas los
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">shorts</i> nalgueros ni los escotes
generosos que hoy abundan sin recato por los pasillos de los centros educativos
y que no dejan lugar a la imaginación. Si uno se encandilaba de una chica, lo
hacía sin más remedio de una mirada hermosa, de unas facciones delicadas, de la
grácil lasitud de una melena, de una sonrisa luminosa, del dulce timbre de una
voz, del aroma subyugante de un perfume. Vetadas a los ojos las presumibles
turgencias de nuestra compañera de pupitre, quedaba neutralizada de antemano
cualquier posibilidad de examen concupiscente o libidinoso y uno solo podía
enamorarse espiritualmente de una <i style="mso-bidi-font-style: normal;">donna
angelicata</i>. Quizás por eso, el cuerpo de una mujer ha sido desde siempre
para mí un bellísimo misterio. Y aunque después la vida me ha permitido
demorarme, ya sin restricciones, en cada milímetro de piel, sigo siendo aquel
niño para quien el cuerpo de una mujer era un templo guardado por una vestal y
el ingreso en él, un privilegio inmerecido que se ofrece a un hombre, siempre
neófito, siempre aprendiz y siempre turbado ante el arcano, sempiternamente
inédito, de la intimidad de una mujer. Y si ha habido audacia u osadía en mis lances
amorosos, siempre ha sido con la vocación de reintegrar con lo mejor de mí la
deuda que debía más que por complacer mi propio deseo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">Si el cuerpo de una mujer es
un templo, entonces su boca y la promesa del beso es el primer atrio que
conduce a su sagrario. Por eso a mí, que tengo la extravagancia de situarme a
menudo en las regiones periféricas de las polémicas, lo que me ha sorprendido
del beso de Rubiales no es tanto el beso mismo como la zafiedad con que lo ha
pedido. He tenido la oportunidad de besar y ser besado por muchas mujeres (no
es jactancia –tampoco es que yo sea precisamente un Adonis– sino agradecida
constatación del regalo, seguramente injusto, con que me ha ofrendado la vida)
y siempre me ha electrizado el contacto con unos labios y el húmedo vértigo con
que, al cerrar los ojos, cae uno en su abismo y su asombro. Ese milagro, que es
el beso de una mujer, Rubiales lo ha degradado, incluso semánticamente: «un
piquito» lo ha llamado. Y su modo de agarrar la cabeza de Jenni Hermoso y
plantarle los morros en la boca tiene para mí algo de profanación que va más
allá de todo el debate jurídico y moral que se ha dirimido durante estos días.
Lo que quiero decir es que lo que a mí me deja perplejo de verdad es que un
hombre, cuya expectativa del beso de una mujer debiera tenerlo temblando, lo
tome así, sin más, como quien recoge coles. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 11.0pt;">No me olvido de que esto es
una columna sobre literatura. Ahora voy. Escribe Cortázar en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Rayuela</i>: «Entonces mis manos buscan
hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras
nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de
movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y
si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa
instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta
madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua». Rubiales no
ha leído, claro, a Cortázar. Pero tampoco ha leído <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La Regenta</i>. De haberlo hecho sabría que su beso, tan distinto del
de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Rayuela</i>, emparenta más bien con el
beso de sapo de Celedonio a Ana Ozores.<o:p></o:p></span></p>Píramohttp://www.blogger.com/profile/05484791892315808396noreply@blogger.com0