CESÓ TODO Y DEJÉME. Blog literario

lunes, 19 de mayo de 2025

689. La mujer diccionario

 


Andrés Neuman ha tomado una cita de Emily Dickinson para dar título a su última incursión en la narrativa, y no podía haber escogido mejor pues esa forma especial de mirar las palabras, esa vocación casi obsesiva por estudiarlas, por dominarlas, por conocerlas, por masticarlas hasta obtener de ellas su más mínimo matiz semántico se condensa acertadamente en el verbo “brillar”. Que brillaran es lo que consiguió precisamente María Moliner, protagonista de la obra, con las palabras que dieron forma a su famosísimo diccionario, al igual que brilló ella en una época oscura de nuestra historia reciente, pese a las no pocas dificultades a las que tuvo que hacer frente y pese a las múltiples injusticias que vivió simplemente por ser mujer. Neuman dibuja una semblanza de la bibliotecaria aragonesa remontándose a su infancia y hace un recorrido por toda su trayectoria vital en el que se narran los acontecimientos personales y profesionales más destacados con los que queda patente la vinculación casi sagrada que tuvo desde la más tierna edad con la lengua, con las palabras. De modo que logra perfilar un personaje muy redondo cuyas experiencias condicionaron o justificaron su manera de actuar a lo largo de toda su vida, desde el momento en que tuvo que pelear para poder estudiar hasta sus últimos años, cuando una enfermedad, que fue mermando su capacidad para comunicarse, no impidió que siguiera intentando articular sonidos y sílabas. En este sentido, resulta especialmente hermoso el episodio en que la niña María está aprendiendo a hablar y juega a estirar las sílabas de las palabras, las examina demostrando su capacidad de asombro ante la maravilla del lenguaje; así como los momentos en que se dedica al cuidado de sus plantas, trasunto de las palabras a las que durante tantos años cuidó, adecentó y purgó de “plagas”, pues ella concebía “la lengua como un cuerpo en mutación, el vocabulario como un órgano vital”.

Neuman vuelve a demostrar que domina con maestría las palabras ya que consigue una naturalidad en su forma de narrar que lleva al lector en volandas por este hermoso y merecido homenaje a una mujer valiente y luchadora, trabajadora infatigable, que estudió incansablemente hasta formarse, que trabajó como bibliotecaria durante la República, llegando a gestionar un centenar de bibliotecas rurales junto a las Misiones Pedagógicas, que sufrió la depuración franquista y que con cincuenta años se embarcó en el que sería el gran proyecto de su vida: la elaboración de un diccionario cuya extensión duplicaría el de la RAE y cuya principal finalidad era revisar y actualizar las definiciones de las palabras. La parte en la que Neuman nos muestra a María Moliner trabajando incansablemente durante quince años en la preparación de esta obra es interesantísima, pues conocemos su método de trabajo, el impacto familiar que supuso, su aislamiento social, los entresijos editoriales, las dificultades que tuvo que sortear y otras anécdotas que perfilan, más si cabe, el retrato de una mujer comprometida hasta límites insospechados con su amor por la lengua, hasta el punto de que llega a convertirse ella misma en su diccionario (“¡Usted piensa en fichas!”, le dirán). Un gran acierto es la reproducción de las famosas fichas que Moliner preparó de cada palabra. Aparecen recuadradas y con una tipografía diferente e ilustran cómo redactaba las definiciones, completando, modificando, ampliando matices, atreviéndose a incluir lo que en otros diccionarios se había obviado o silenciado. Estos ejemplos no son traídos al azar, sino que Neuman los va enlazando con el momento vital de la autora que está mostrando en cada momento, lo que constituye todo un acierto pues cada definición interpela a su propia historia personal y se forma así una suerte de autobiografía incrustada en su diccionario.

Estructuralmente, la obra resulta también novedosa pues aparece una única escena dividida en cuatro partes entre las que se intercala la vida de María Moliner agrupada por lapsos de fechas. Esa escena, en la que ella recibe la visita de Dámaso Alonso, plasma otro de los grandes retos que quiso lograr nuestra protagonista: ingresar en la RAE, desafiando así la arcaica normativa que impedía el acceso de mujeres y ratificando su voluntad de enfrentarse a la institución que se arrogaba la guardia y custodia de nuestra lengua, no sólo con la redacción de su diccionario sino queriendo formar parte de la misma para contribuir a su modernización. No lo consiguió, pero su legado sigue brillando con luz propia en nuestras bibliotecas y estanterías, por lo que, sin duda, María Moliner ha conseguido trascender a través de su amor a las palabras. Y es que ella misma se ha hecho palabra y respira cada vez que alguien abre su diccionario. No se me ocurre mejor manera de estar viva.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tu opinión