La historia de la Literatura ofrece pocos casos como el de Juan Rulfo. Este mexicano, del que ahora se cumplen 25 años de su muerte, escribió a lo largo de su vida una única novela, que es, para más señas, de cortísima extensión (la edición que yo he manejado no alcanza las 100 páginas) y, sin embargo, esa sola obra le ha bastado para convertirse en uno de los autores más influyentes y apreciados, no sólo de la literatura mexicana sino aún de la universal. Y si no, sirvan de ejemplo la multitud de nuevos estudios que cada año genera su novela o las numerosísimas traducciones que del libro se han hecho.
Juan Rulfo, que pensó titular su novela como Los murmullos, finalmente decidió hacerlo bajo el título de Pedro Páramo (1955), nombre del cacique de la mítica Comala alrededor de cuya figura gira todo el argumento.
El lector que se acerque a esta novela debe hacerlo sin los prejuicios de una estructura tradicional decimonónica. No es una novela cómoda de leer, primero porque no sigue el principio de linealidad argumental al que estamos acostumbrados; segundo, porque es una de las novelas clave del realismo mágico, yo diría que, incluso, es la obra que sublima a esta escuela, y este movimiento literario no siempre es digerible para quienes buscan una lectura sin sobresaltos extraños. Pero si el lector consigue superar esos prejuicios y acepta el pacto de acomodarse a algo que sabe de antemano que será distinto, puede quedar marcado para siempre por esta novela. Cuando se cierra la última página del libro, sobre todo si se hace el esfuerzo de leerlo del tirón, opción altamente recomendable, uno se siente completamente sugestionado por la atmósfera subyugante de esa Comala a la que irremediablemente ya perteneceremos de por vida. El espíritu del lector queda narcotizado y cuesta reponerse de la hipnosis.
La historia comienza con la llegada a Comala de Juan Preciado, que acude a este pueblo para pedirle cuentas a su padre, Pedro Páramo, a quien no conoce. La madre de Juan, antes de morir, lo deja claro: “El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”. A partir de este momento, Juan comienza a conocer a una serie de personajes que entroncan con el pasado de su madre y con el del propio Pedro Páramo, hasta que Juan descubre que todos los que le hablan están, en realidad, muertos. Pronto descubrirá también que hasta él mismo lo está. El lector, que hasta entonces podía aceptar el único asidero a la realidad que tenía, que era el propio Juan Preciado, al conocer que éste también está muerto, pasa a convertirse en un muerto más de la novela, rodeado de los murmullos de las voces de aquéllos. En ese instante Juan Preciado ya no es necesario para el lector, el lector muerto; el mismo autor así lo reconoce al retirarlo de la voz narrativa transcurrido un tercio de la novela. Las historias de esos muertos entonces, se suceden y superponen de manera fragmentaria y obligan al lector a reconstruirlas; hay quien ve en este fenómeno el mismo ejercicio de la obra de Cortázar, Rayuela. El lector ya no lee, sólo oye voces entrecortadas. La novela se llena de silencios, de frases que quedan suspensas en el aire, imbricadas muchas veces de un lirismo gris y telúrico. Entre esas historias, los abusos de Pedro Páramo sobre el pueblo, caciquismo que sucumbe en su pasión por Susana, las alusiones a la revolución mexicana, la superstición, las miserias humanas, la doble moral, etc. El fin de esta Comala de muertos pudiera parecernos un lugar maldito, metáfora del infierno, pero como bien dice Jorge Volpi, “es algo peor: un sitio intermedio, una orilla, una especie de trampa en la que algunas almas continúan penando, incapaces de encontrar consuelo, o de menos, la certidumbre del castigo eterno”.
25 años después, Rulfo se ha convertido ya en un mito. Quizás su murmullo también transitase un tiempo por Comala, pero ya superó su purgatorio, redimido por la gloria literaria, ya eterna.
Qué gran novela "Pedro Páramo". ¿Sabes, Píramo, a quien le gustaba mucho? A José Antonio Labordeta.
ResponderEliminarTu artículo, Píramo, invita a leer esta novela que no deja indiferente a nadie.
ResponderEliminarJAVIER, no me extraña que Labordeta la tuviera entre sus preferidas. Es una novela para lectores consumados.
ResponderEliminarTISBE, cuando la leas verás que la atmósfera de la novela cala de manera indefinible. Quizás ese poso posterior sea su mayor encanto.
Hola,veo que has conseguido canviar el diseño de tu blog,Te felicito.
ResponderEliminarAtentamente,
De tu mejor alumno Emilio Garcia
Me encantaría leer este libro ya que tu comentario del libro describe un argumento fascinante!
ResponderEliminarNo sé si aún estoy preparada para comenzar con libros tan densos pero lo intentaré.
Gracias por el artículo, un saludo!
Gracias a ti, Laura, por tu entrañable fervor literario. Acércate, si lo deseas, a esa novela. Y si no la logras comprender, al menos guárdala en tu memoria para retormarla dentro de unos años. Quizás entonces descubras lo que no descubriste en su primera lectura.
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