Quien desee acudir al cine a ver la película El enigma del cuervo, deberá haber leído antes los siguientes cuentos de Edgar Allan Poe: “El pozo y el péndulo”; “La verdad sobre el caso del señor Valdemar”; “El corazón delator”; “El tonel de amontillado”; “La máscara de la Muerte Roja”; “El entierro prematuro”; “Los crímenes de la calle Morgue”; “El misterio de Marie Rogêt; y, finalmente, de representación más tangencial en la película, “Un descenso al Maelström”. También debe añadir el poema narrativo “El cuervo”. Aparte del poema, la enumeración de marras no sigue la cronología de la película, que al escribir estas líneas no recuerdo ya con exactitud, sino el orden en que aparecen en la estupenda traducción que de los cuentos de Poe hizo Julio Cortázar. También es posible ir a ver la película sin haber leído los relatos pero el espectador perderá el placer del reconocimiento, eso que en literatura llamamos “intertextualidad” y en cuyo diálogo la literatura se retroalimenta para reformularse siempre igual y siempre distinta, y dar cabida a los que están y a los que se fueron. En el caso del cine, hablaríamos más bien de un fenómeno interdisciplinar y esa comunicación entre las artes, debería, a priori, sumar, aunque no siempre lo que se suma acaba en el “haber” del producto final.
El enigma del cuervo
El enigma del cuervo sigue el modelo bien conocido del asesino que adopta patrones literarios para la realización de sus crímenes. Un correcto John Cusack, en el papel de Poe, debe ayudar a la policía a resolver los asesinatos, basados en sus propios relatos. El problema de este planteamiento es que el director que se aventure en esta empresa tendrá que esmerarse en agradar y hasta mimar a los exigentes lectores de Poe. Y no valdrá aquí la socorrida excusa de la versión o de la licencia cinematográfica, puesto que el núcleo argumental se basa en artefactos literarios predefinidos e inalterables, como son los propios cuentos de Poe. Y es ahí donde la película encuentra su punto débil. Así, en el primer crimen, la policía está desconcertada porque no se explica por dónde ha podido huir el asesino y tampoco le cuadran las desproporcionadas heridas de las víctimas. En la película, el asesino es un hombre pero el lector de Poe que ha leído “Los crímenes de la calle Morgue” sabe que se trata de un orangután de la especie de Borneo. Si el asesino de la película ha querido imitar el crimen de ese relato, nunca habría podido huir como lo hace el orangután en el cuento ni encajonar él solo a una de las víctimas en la mitad del conducto de la chimenea. Sin embargo, la película no da más explicación. En este primer crimen casi queremos percibir a Dupin en el policía encargado del caso, pero pronto la tentativa se queda en agua de borrajas. Del mismo modo, el episodio correspondiente a “El pozo y el péndulo”, que Poe narra con un admirable dominio del suspense, alargando la angustia del lector hasta el límite, se resuelve en la película con una rápida escena al más puro estilo “gore”.
También hubiéramos querido ver a un John Cusack más atormentado ante la escenificación real de sus propios cuentos, que asume con demasiada prontitud. Aun así, Cusack está muy correcto en el papel del Poe irascible, vanidoso y fluctuante. Falta alguna alusión más enjundiosa a su fatalidad familiar (sobre todo en referencia a su padrastro) y a otros aspectos de su biografía que aparecen de puntillas, en pequeños guiños insertados con calzador, como si el director no quisiera renunciar al biopic en medio de un argumento que asfixia al género. Así, la profesión teatral de su madre biológica, la expulsión de la universidad o su alistamiento en West Point son puntadas biográficas donde se nota demasiado la costura. Tampoco se incide lo suficiente en el alcoholismo o en la afición al opio de Poe.
Acierta la película en la atmósfera gótica de las escenas y en la aparición repetida del cuervo de su magnífico poema, como premonición de la muerte. No obstante, si la película trataba de dar una solución a los misteriosos últimos días de la vida de Poe, como parece deducirse del inicio de la película, el resultado no es satisfactorio. Creo que se podría haber eliminado ese anticipo porque luego no resulta importante en el conjunto de la película, más allá de la resolución de los crímenes.
Con todo, la cinta se deja ver y, detrás de la superficie más comercial de su planteamiento, sí resulta sugerente el enfrentamiento de Poe con sus demonios interiores, esos que exorcizaba en sus relatos y que en el filme alcanza su imagen más lírica en la escena de la persecución a caballo entre la niebla. La eterna niebla de Edgar Allan Poe.
Pues no sé si la iré a ver
ResponderEliminarPara una versión en clave de novela policíaca sobre los misteriosos últimos días de Poe: "La sombra de Poe" de Matthew Pearl.
ResponderEliminarLa película es entretenida aunque adolece de los fallos que has comentado. Parece que los guionistas no se dan cuenta de que los lectores de Poe serán capaces de detectarlos y ello resta calidad a la película.
ResponderEliminarJulia, si vas ya nos contarás.
ResponderEliminarNúria, anotado queda.
Tisbe, es que si nosotros fuéramos directores de cine...
I have been surfing online greater than 3 hours as of late, yet I by
ResponderEliminarno means found any fascinating article like yours.
It is beautiful value sufficient for me. In my opinion,
if all website owners and bloggers made good content material as you probably did,
the web might be a lot more helpful than ever before.
Feel free to visit my web blog :: laser cellulite treatment
Desde Argentina, saludos y gracias por la información (ya me anoté a Pearl)
ResponderEliminar