Escribo estas líneas poco después de haber concluido
el segundo trimestre académico. Hace unas horas, todavía en el instituto,
alguien ha dejado en mi casillero un fajo de folios. Son los boletines de notas
de mis tutorandos. He pedido unos sobres en secretaría. Después, he recogido
los informes y me los he llevado a la gran mesa común de la sala de profesores.
Apoyados sobre ella, algunos compañeros se afanan en sus correcciones, mientras
otros conversan con acaloramiento sobre las vicisitudes de la profesión. Yo me
centro en los boletines. Uno a uno los reviso, repasando las calificaciones.
Durante esta tarea, seguramente se dibuja en mi rostro un signo comedido de
satisfacción, que inevitablemente alterna, conforme paso al siguiente boletín,
con algún otro mohín sombrío. Después firmo el boletín, doblo el papel en
varios pliegos y, cuidadosamente, lo introduzco en su sobre correspondiente, en
uno de cuyos dorsos, he escrito el nombre del alumno con esa vieja caligrafía
escolar que sólo utilizo ante mis estudiantes.
Hoy, que tanto hablamos de sobres infames y
vergonzantes, pienso en estos otros sobres donde se cifra el futuro de tantas
cosas y en cuyo interior se guarda la esperanza de nuestra sociedad. Y creo que
si invirtiéramos nuestros esfuerzos comunes en cuidar y mejorar nuestro sistema
educativo, en buscar la excelencia académica y ciudadana de nuestros alumnos,
quizás los sobres de todos los bárcenas de nuestro país estarían vacíos como
sus conciencias.
Porque para sobres, yo me quedo con el que manda Lázaro
de Tormes a aquel “Vuestra Merced” para contarle todos sus infortunios y
adversidades, que esos son los únicos pícaros que necesitamos, los literarios.
Hoy, una concepción errónea de la picaresca española aplaude con condescendencia
la sinvergonzonería, como si se hallaran meritorias todas las pequeñas
triquiñuelas con que se vulnera la norma, mientras las conductas rectas e
irreprochables pasan desapercibidas porque deben de resultar muy aburridas. Otros
sobres tienen que ser los nuestros, como los que se mandaban los eternos
amantes Abelardo y Eloísa (entonces serían pliegos) con sus frases encendidas
de fervor y lealtad y no los que contienen el dinero de la exclusiva del último
montaje amoroso de la prensa rosa. Queremos abrir los sobres de Vargas y
Meneses en su lucha por liberar a Cornelia de las cárceles de la Santa
Inquisición, en Cornelia Bororquia, con su censura del autoritarismo y la injusticia,
y no los sobres con la resolución
judicial que condena con la cárcel el hurto de una madre desesperada; los
sobres de Gazel, Ben-Beley y Nuño de las Cartas marruecas, con su
visión crítica, constructiva y tolerante, y no los sobres que guardan el
discurso parlamentario del “y tú más”; vengan los sobres de don Luis en Pepita
Jiménez, que encierran la hondura de un alma sensible y profundamente
humana, y quémense los que esconden los contratos de la última bazofia
televisiva donde el mayor mérito es ver tirarse desde una piscina a Falete; abramos
los sobres que se envían Mákar y Varenka, en Pobres gentes, cuya
relación epistolar es el único asidero para soportar la penuria económica de sus
vidas desgraciadas, y despachemos los sobres que esconden el acta del último
desahucio; que las mujeres le quiten el lacre a los sobres que contienen las Cartas
literarias a una mujer, de Bécquer y, en cambio, denuncien la lacra del
último sobre con las amenazas de un cobarde; abramos las epístolas y hagamos
fundir las pistolas; pongamos de una vez, con Gabriel Celaya, Las cartas
boca arriba para refundar el mundo y ponerlo boca abajo.
La mañana siguiente amanece lluviosa. En el aula, mis
alumnos abren el sobre con sus notas. Y hay, en ese acto simple y trivial, una
alborada nueva que se impone a la monotonía de la lluvia sobre los cristales.
A mis alumnos del IES Ramon Barbat, en quienes cifro
mi esperanza.
Me ha gustado muchísimo tu artículo. Es muy bonita la reflexión que haces sobre los boletines de las notas de los alumnos. En sus manos está el futuro y la capacidad de acabar con los bárcenas y otros chorizos varios. Yo guardo con enorme cariño muchos sobres que contienen las más bellas palabras de amor. Las tuyas.
ResponderEliminarA mí también me ha gustado mucho, Píramo. Al fin y al cabo tenemos ese privilegio ante nuestros ojos: ese futuro, esas manos, esas esperanzas.
ResponderEliminarEn el 13 linia, creo que viste mi boletin
ResponderEliminarEl més trist és que acabin sent més famosos i universals els sobres de Bárcenas... que tenen de tot, menys de cultura. Molt bon artícle. Gràcies.
ResponderEliminarTisbe, muchas gracias. No sé si mis sobres guardan las más bellas palabras de amor. Pero sí son las más sinceras y las únicas que tengo. Y también las que me han permitido ser mejor persona. Me emocionaste con tus palabras.
ResponderEliminarPilar, ese es nuestro reto y nuestra responsabilidad.
Sr.Lorente, quizás ello se deba a que escribe usted cosas como "linia". Gracias por tu lectura.
Adolf, gracias. Confiemos en las nuevas generaciones y esforcémonos por evitar que se comporten como una parte de sus mayores.
Ese sería el legado más importante que podríamos dejarles. HONESTIDAD y EMPATIA.
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