Uno de los rituales periodísticos más tradicionales
durante los días previos a la entrega del Premio Planeta es el de las famosas
"quinielas". En las apuestas sobre el posible ganador hay algo de
cábala literaria pero, sobre todo, mandan las fuentes que cada cual, según su
pericia y experiencia profesional se haya ido granjeando. Después, una vez
conocido el ganador, el crítico literario inicia la otra quiniela, asistida por
la intuición, los peligrosos prejuicios y, claro está, también por su bagaje
lector, que no va a ser todo iluminación divina. Me refiero a la previsión
sobre la calidad literaria de las dos obras finalistas.
En la presente edición me parece que se va a dar la
circunstancia (nada infrecuente, por otro lado) de que el ganador quede
superado por el otro finalista. A Clara Sánchez le dediqué ya un artículo con
motivo del Premio Nadal, galardón que obtuvo en 2011 por Lo que esconde tu
nombre. En aquella ocasión, la novela me pareció muy plana en lo
estilístico, mal construida en el ritmo narrativo y desaprovechada en lo
concerniente a la tensión argumental, a pesar de su innegable potencialidad,
amén de otros naufragios. Por la manera en que Clara Sánchez se ha referido a
su obra en las dos primeras ruedas de prensa tras hacerse oficial su triunfo,
me parece que vamos a encontrarnos más de lo mismo: mero entretenimiento
auspiciado por una intriga torpemente sostenida. Desde luego, la defensa de su
novela, El cielo ha vuelto, no ha podido ser más desoladora: sin altura
intelectual, buscando la complicidad del auditorio a través de la ñoñería más
insulsa y una vocación de barata filosofía existencial. Las alusiones
metafísicas a la duda y a la incertidumbre como motivos catalizadores me han
parecido intentos baldíos de justificar la supuesta hondura de la novela, que
se antoja impostada. Además, resulta de un oportunismo muy socorrido, al
vincularlo a la coyuntura social actual donde, efectivamente, ambos conceptos
rigen la vida de los españoles. Más interesante es esa idea de dar voz a
personajes mediáticos que, contrariamente a lo que se piensa, no siempre la
tienen, como la exitosa modelo protagonista de su novela a la que se ha
inoculado esa duda vital al conocer que alguien desea su muerte.
La novela de González-Sinde, en cambio, parece
albergar una catadura literaria de más altos vuelos. Pese al poco predicamento
que en los medios tiene la ex-ministra, a mí su intervención me pareció de
mayor calado. No es casualidad que, presentes al alimón Clara Sánchez y
González-Sinde, haya sido esta última la que más juego ha dado en la segunda
rueda de prensa y no necesariamente por la cuestión política, sino más bien por
las interesantísimas reflexiones literarias sobre el proceso creativo vertidas
a colación de su novela. En El buen hijo se intuye un esmero en la
caracterización de su personaje principal, ese hombre apocado, a la sombra de
su madre viuda, que decide dar un vuelco a su existencia anodina. Creo que
González-Sinde no va a tener reparo en detenerse cuando sea preciso para hacer
creíbles a sus personajes sin el imperativo de la acción precipitada y resuelta
con prestidigitación de mago malo a quien se le ven demasiado los trucos.
Porque cuando uno escribe "para ordenar el mundo y ordenarse a uno
mismo", como ha declarado la escritora madrileña, la escritura se apacigua
para dar testimonio certero del pulso de la vida. Habrá que ver, no obstante,
cómo resuelve la autora el posible lastre del lenguaje cinematográfico del que
procede ella, y cuyos vicios podrían entorpecer el molde de un género que, por
naturaleza, exige una distensión mayor que la esquematizada organización del
guión de cine. Ociosas o no, de estas elucubraciones sólo tendremos confirmación
a partir del próximo 5 de noviembre. Entonces veremos si ambas novelas, que ya
están en el catálogo de Juan Manuel Lara, lo están también en su biblioteca.
Pues no sería la primea vez que el finalista se "come" al ganador, ¿no? Creo recordar que, en su momento, Ángeles Caso vendió más ejemplares que Cela.
ResponderEliminarY resepecto a las apariciones de Sinde en los medios, recuerdo su colaboración -antes de ser nombrada ministra- en la tertulia nocturna de Radio Nacional. La verdad es que tenía intervenciones muy mesuradas (por lo menos así me lo parecían a mí). No sé si la oíste alguna vez. Era una tertulia en la que participaban, entre otros, Luis Alberto de Cuenca y José Antonio Labordeta (bueno, "el abuelo" intervenía cuando la salud se lo perimitía, porque en ese tiempo andaba ya, el pobre, acosado por el cáncer).
Parece que de la novela ganadora de un premio tan prestigioso como éste se espera algo más que puro entretenimiento. No obstante, en noviembre podremos opinar como mayor conocimiento de causa.
ResponderEliminarCelebro que hayas podido vivir una experiencia tan bonita y enriquecedora como ésta.
Javier, no conocí la tertulia de RNE y lo lamento mucho porque siempre te he oído hablar bien de ella. No me extraña, con tertulianos como esos. A mí González-Sinde me pareció una persona con gran sensibilidad y altura intelectual. Su imagen ha salido muy perjudicada por su paso por la política (la famosa ley Sinde) pero creo que hay que ser justos y separar ambas parcelas, la de la creadora y la de la ministra.
ResponderEliminarTisbe, sí que fue una experiencia muy grata, más que por el famoseo, por el contacto con otros periodistas culturales, de donde extraje un gran enriquecimiento y alguna amistad. No me gusta juzgar un libro sin haberlo leído antes pero es que ya no me fío de Clara Sánchez.