Cuando a la religión le asisten los presupuestos de la
razón, dejamos de ser el hombre de la caverna que adora al tótem. Cuando entre
ella y la diversidad, media la empatía, la religión abandona el dogmatismo
intransigente. Cuando su misterio se avala en el testimonio de garantes que no
son sospechosos de la extravagancia gratuita, la religión se humaniza. Cuando
su discurso críptico se ilustra en la plácida amenidad de quien domina el arte
de contar llanamente los más altos conceptos, la teología se hace calle. Cuando
la fe se mezcla con la cultura y la Historia -¿acaso no son la misma cosa?-,
entendemos el mundo y entendemos también a esa criatura que en él habita, llena
de certidumbre en su incertidumbre, a quien llamamos hombre.
De todo eso hallará el lector que se acerque a El
guía de Saint Paul, de Antoni Coll Gilabert. A través de un guía jubilado
que acompaña a los turistas en su visita a la catedral anglicana de Londres,
Antoni Coll esculpe un entretenidísimo friso de la historia de Inglaterra. Las
ilustres personalidades que se hallan enterradas en el interior del celebérrimo
templo londinense, le sirven al escritor de Ivars para hilvanar ese recorrido
sabrosísimo de anécdotas y de vidas irrepetibles. Así, desfilan por el libro el
presidente Churchill, Christopher Wren (arquitecto de Saint Paul), el almirante
Nelson o el poeta John Donne, entre otros. Pero la nómina se agranda
ampliamente cuando los entresijos de la Historia así lo requieren, salvando
cronologías y etapas estancas para ofrecernos una visión poliédrica y
miscelánea de la misma, aunque siempre con un hilo conductor bien definido. La
lista de personajes ilustres es tal, (aunque algunos aparezcan sólo
tangencialmente), que echo de menos un índice onomástico al final del libro,
pese a que éste no cuenta con más de 110 páginas; tal es la labor de síntesis
del autor cuyo ejercicio de dosificación convierte a la obra en un delicioso
menú degustación, con la erudición justa para no abrumar al lector y el valor
de una amenidad que no olvida el rigor.
Pero la figura en la que más se detiene Antoni Coll es
la de William Holman Hunt, pintor prerrafaelita también enterrado en Saint
Paul, que pasó ciego los últimos años de su vida leyendo, con ayuda de su
mujer, el Quijote. Y, concretamente, se centra en uno de sus cuadros,
expuesto en la propia catedral: The Light of the World (1853). La
riqueza alegórica de este cuadro, donde se representa a Cristo llamando a una
puerta, le sirve al autor para abordar profundos pilares de la fe cristiana: la
doble corona de Jesús, la de espinas y la de su majestad; el candil que sujeta,
símbolo de la fe; la maleza que crece en la puerta a la que llama; la propia
puerta, sin manecilla exterior porque sólo se abre desde dentro; la túnica sin
costuras; las tinieblas del segundo plano del cuadro… El lector podrá realizar
un estudio iconográfico que hará las delicias de los amantes del arte
pictórico, además de reflexionar sobre aspectos muy relevantes del fenómeno
religioso. Por eso es importante que el lector, sobre todo el no creyente,
acuda al libro sin esos tontos prejuicios que rechazan la lectura de una obra
cuando ésta aborda asuntos de la fe, por temor al tono doctrinal. Es parecido a
esa moda igual de absurda de no acudir al cine si la película es española. Es
cierto que Antoni Coll, sobre todo en el último tercio del libro, dedicado a
las grandes y sonadas conversiones, no renuncia a la convicción de sus ideas
(entre otras cosas, porque no tiene por qué hacerlo) pero junto a su legítimo
proselitismo, existe una verdadera e impagable vocación por la divulgación
cultural. Con su prosa, siempre serena y elegante, cómplice en su dialéctica
cercana, la lectura de El guía de Saint Paul nos regala un pasatiempo
no exento de profundidad, apto para espíritus abiertos y exigentes.
William Holman Hunt: The Light of the World (1853) |
Querido Fernando
ResponderEliminarTe he llamado para darte las gracias. Ahora lo hago por aquí. El artículo es precioso y ha sido una sorpresa cuando hoy lo he visto publicado, ya que esta vez no me lo mandaste antes. Muchísimas gracias. Es la mejor crítica que he recibido.
Un fuerte abrazo
Antoni
Imagino que leer esta obra habiendo visitado esta famosa catedral ha tenido que ser una experiencia muy enriquecedora.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu artículo y por inaugurar una nueva sección en la que nos darás a conocer obras, sin duda, muy interesantes.
Antoni, vi tu llamada muy tarde, cuando llegué a Alicante en tren. Luego he visto tu correo. No tienes nada que agradecerme. Soy yo quien está en deuda contigo. El artículo lo escribí con mucho cariño y respeto, los mismos que te profeso a ti. Celebro que te gustase, aunque había mucho más que decir... Un abrazo.
ResponderEliminarTisbe, desde luego, aunque dan ganas de volver para mirar todo con más detalle. Respecto a la nueva sección sobre ensayos, creo que nuestro blog adolece mucho de lecturas de ese tipo. Hay ensayos maravillosos. Todo se andará. Gracias por tus palabras.