Una de las funciones que tiene la literatura es la de
entretener al lector. No es mi intención debatir sobre la idoneidad de que las
novelas cumplan únicamente este requisito. Obviamente, considero que es
insuficiente y que la buena Literatura incluye otros muchos aspectos en los que
la mera diversión queda en último lugar o desaparece. No obstante, en
ocasiones, al lector le apetece leer este tipo de obras pues contribuye a
oxigenar la mente, a pasar un rato amable dejándose llevar por un argumento sin
pretensiones.
El
buen hijo, de Ángeles González-Sinde, se incluiría en este tipo de obras.
Su argumento gira en torno a la vida de Vicente, un chico de 37 años que vive
con su madre y que trabaja en la papelería que ésta regenta. A raíz de un
accidente doméstico que impide a Marga ir a trabajar, Vicente decide coger las
riendas de su vida y dar un cambio radical. Para ello, tiene intención de
comprarle el negocio a su madre y de iniciar una relación amorosa seria con
Corina, empleada de la papelería. Mas ninguno de estos objetivos llegará a buen
puerto, pues su indecisa personalidad y su afán por complacer a los demás se
impondrán como un muro infranqueable.
Resulta
interesante la psicología del protagonista. Vicente es un hombre anulado, cuyas
ilusiones se frustraron cuando su padre falleció y que está condenado a ver
fracasar todos sus proyectos, sean de la índole que sean. Mientras los demás
pisan con fuerza por la vida, él se arrastra por la suya cual caracol fatigado.
Uno
de los méritos de la novela consiste en que el lector empatiza con el personaje
y reflexiona sobre la delicada situación que viven muchos treintañeros que
comprueban que las piezas de su vida no encajan, que no han sido capaces de
formar ni la mitad de su puzzle y que por el camino han ido perdiendo sueños e
ilusiones. Todo ello aderezado con dosis de humor que arrancan la sonrisa del
lector en más de una ocasión y con un lenguaje muy cinematográfico.
Ahora
bien, la novela de González-Sinde se sustenta sobre grandes tópicos que no
aportan nada novedoso al tema tratado. Hace reír, hace reflexionar, pero no da
ninguna vuelta de tuerca a un tema bastante manido. Como ejemplo, se podría
comentar el desenlace de la obra, ese viaje catártico que Vicente decide
realizar para volver a comenzar en el punto en que su vida dejó de pertenecerle
y se vio relegado a vivir por y para los demás. Se trata de un final previsible
que el lector intuye hace algunos capítulos.
Como es sabido, esta novela fue la segunda
finalista del archiconocido Premio
Planeta. Este premio se sustenta en el
impulso editorial que ofrece a sus ganadores, quienes ven cómo las ventas se
disparan gracias a la potentísima maquinaria de marketing que se activa en
torno a estos libros. No importa tanto la calidad literaria de los mismos ni la
profundidad de sus temas. El poderoso caballero don dinero se hace dueño y
señor de un concurso cuyo fallo es conocido de antemano. No hay emoción ni
transparencia en la selección de las obras.
En
este caso, nos encontramos ante una novela amena y ligera que no pasará a los
anales de la Historia de la Literatura pero que sí figurará en el listado de
los Premios Planeta que inundan las librerías cada año mientras otras obras,
quizás de muchísima calidad pero de autor desconocido en el mundo editorial,
naufragan en cajones olvidados. ¿Para cuándo un certamen literario
transparente, en el que se premie la calidad y no el nombre de los escritores?
Como bien dices, Tisbe, el libro es una lectura amable y simpática sin más pretensiones. Coincido contigo en que uno de los aciertos de la novela es la construcción psicológica del personaje principal, apocado y títere de los demás. Pero, obviamente, la obra no vale 150.000€, igual que no vale 600.000 el libro ganador de Clara Sánchez que, por supuesto, no voy a leer tras la atroz defensa que ella misma hizo de su libro. El desprestigio literario del Planeta es absoluto y sólo sirve para la medra econonómica del ganador pero no para el reconocimiento literario. Fueron sonadas las renuncias de Delibes o de Ernesto Sabato.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, Tisbe, con lo que dices de que "en ocasiones, al lector le apetece leer este tipo de obras pues contribuye a oxigenar la mente, a pasar un rato amable dejándose llevar por un argumento sin pretensiones". Otra cosa es si esto, claro, puede ser bagaje suficiente para auparse con el galardón mejor dotado del panorama literario español.
ResponderEliminarConocía, Píramo, la dignísima renuncia de Miguel Delibes; no conocía, en cambio, la de Ernesto Sábato.
Píramo y Javier, veo que estamos de acuerdo en que una obra merecedora de un galardón tan cuantioso debe ofrecer al lector algo más que puro entretenimiento.
ResponderEliminarEs una lástima que un premio tan bonito como el planeta sea a veces tan estrafalario. Últimamente se dejan llevar por unos criterios más que discutibles
ResponderEliminarBuena crítica. Y muy de acuerdo con Tisbe en que la literatura ha de entretener, pero no solo eso
ResponderEliminarHombre, cuando una editorial, como empresa privada que es, organiza y abona sus premios, puede decidir el formato, el nivel del libro y hasta la carta astral del ganador. Otra cosa sería el paripé de los supuestamente serios miembros del jurado o de los próceres y próceras de todos los campos del saber y el ignorar que acuden a gozar de la mesa del rico Epulón con la cara de sorpresa puesta, aunque sea saltándose a la torera éticas y dignidades que nunca han llenado el plato de otra cosa que aire. Y otra cosa es también cuando se representa parecida -aunque menos sustanciosa- farsa con dinero público, que el contribuyente apoquina a través de su ayuntamiento, diputación, fundación subvencionada etc. etc., ad maiorem gloriam del editor de turno y su corte de los milagros. Que también ocurre. Y todos lo sabemos.
ResponderEliminarTengo curiosidad, básicamente por la vinculación cinematográfica de la escritora. Pero leí el libro de Mara Torres, otra finalista del Planeta, y fue muy decepcionante. Supongo que el Planeta obedece más a la ventas que a lo literariamente destacado
ResponderEliminarYo ultimamente he descubierto grandes escritoras españolas, que se merecería ganar el Premio Planeta, vease Mercedes Pinto, Conchita Marin, Mar Mella, Mercedes Gallego, M.J. Moreno, Mayte Esteban y otras. La cancion de Dorotea a mi me gusto mucho
ResponderEliminarEs muy sencillota, se lee rápido, pero lo que más indigna es que no dura nada porque el tipo de letra es enorme, jejeje
ResponderEliminarCuando retransmitieron por televisión las supuestas deliberaciones del jurado, con las puntuaciones, descartes y demás, me moría de la vergüenza porque todo el mundo sabía ya el ganador.
ResponderEliminarToda la razón. Ya cuando días antes están con los posibles ganadores y un día salia el nombre de !!Ana Rosa Quintana!!! Pensé, esto ya es algo increíble. ¿que casualidad que siempre gane algo relativamente mediático o conocido....? En mi opinión, los que más me gustaron de los últimos fue melocotones helados y la canción de Dorotea. Y la tempestad, a pesar del rechazo que me provoca el autor
ResponderEliminarGael Avella, sí que es triste pensar que un premio con tanta cobertura mediática sea una gran farsa en la que prima lo económico por encima de la calidad literaria.
ResponderEliminarPilar Blanco, estoy de acuerdo con que más triste es todavía el paripé que se organiza para entregar unos premios que están dados de antemano. ¿Ensayarán los ganadores la cara de sorpresa que pondrán cuando oigan sus nombres?
Xavier Vidal, efectivamente, los diálogos de la novela son muy cinematográficos.
Annie Montoya, apuntadas quedan tus recomendaciones.
Inma Rodríguez, siempre he defendido la idea de que la literatura tiene muchas más funciones que la de entretener (que también es importante, no digo lo contrario).
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Un saludo.