Camilo José Cela tardó 5 años en acabar su Oficio
de tinieblas 5. Lo hizo literalmente encerrado en su escritorio, sobre el
que había dispuesto un biombo negro que le permitía aislarse del entorno. Al
terminar el libro advirtió: “Naturalmente, esto no es una novela sino la purga
de mi corazón”.
Existen libros así, nacidos para la expiación del
escritor, que no buscan lectores ni reconocimientos, sino la salvación personal
en la redención literaria. Sin embargo, si a la radical verdad de estas obras,
se le une una factura artística de primer orden y la participación empática de
un lector que desea comprender y adentrarse en el universo más hondo del autor,
alcanzamos esa gozosa rareza que es la literatura total. De todo esto hay en Arcadia
desolada (La Lucerna), primera entrega de la trilogía Eidolon,
del poeta mallorquín Pedro Gomila. Si quisiéramos ser sucintos, bastaría con
decir que el poemario recoge la experiencia traumática sufrida por el autor a
causa de su homosexualidad. Pero la complejidad de los resortes poéticos del
libro y la sublimación lírica de esas vivencias personales, trascienden
ampliamente el leit motiv inicial. Huelga decir que el libro está muy
lejos del tono panfletario.
Arcadia desolada rezuma espíritu greco-latino por los cuatro costados, aunque su autor
reformula gran parte de esos referentes. Un ejemplo claro es la deconstrucción
del bucolismo virgiliano ya presente en el propio título de la obra. Otras
veces, ese reciclaje cultural, que también se nutre de literatura contemporánea,
sirve al propósito temático del autor. La concentración de tales referentes;
los sintagmas largos, próximos a la solemnidad del metro versicular; los
acusados cambios de ritmo, con sus crescendos torrenciales; el
zigzagueo delirante de la polimetría; la intensidad que desborda el cauce de
los versos; el impresionante cincelado léxico; el tono casi ritualístico; todo
ello da lugar a una verdadera apoteosis lírica absolutamente admirable: poesía
en estado puro.
Aparte de la relación de traumas vivenciales
vinculados a la homofobia, como los sufridos en la escuela, el servicio militar
o el ámbito familiar, en Arcadia desolada hay una interesante
reflexión sobre los conceptos de culpa e identidad. El sentimiento de culpa
resulta aún más lacerante porque no procede de un verdadero examen de
conciencia individual sino de la herencia del oficialismo social, contra el que
el autor se rebela furibundamente pero ante el que sucumbe. Sólo el amparo
culturalista, sobre todo literario, le sirve de parapeto contra los otros. Ello
conduce al poeta a un conflicto con su propia identidad, una identidad negada,
que deriva en la búsqueda de la invisibilidad o, en último término, de la
propia muerte. En ese sentido, el motivo de la sombra es clave desde el mismo
título de la trilogía, Eidolon, que en la cultura griega era una
suerte de espectro descarnado. Este sentimiento de culpabilidad se nutre,
además, de la inevitable aparición de la oscura tentación, representada en los
poemas a través de un erotismo doloroso presente en los cuerpos masculinos, en
la desazón sexual del propio poeta y, sobre todo, en el espléndido tratamiento
de una Naturaleza que revienta de sensualidad.
Arcadia desolada es una sobrecogedora bajada a los infiernos sostenida por una
impecable, inteligente y trabajadísima tensión poética. Cuando la llamada
poesía de la experiencia comienza a convertirse ya en una prosaica banalidad,
se agradecen libros como el de Gomila por su autenticidad relevante mezclada
con una clara vocación estética. La trilogía debe completarse para el exorcismo
definitivo del autor y para consolidar a un poeta que está llamado a
convertirse, si las miserias del cortijo literario y sus gurús se lo permiten, en
una voz a tener en cuenta. Enhorabuena.
Segunda reimpresión del libro |
Asombrado estoy, Fernando, con la reseña que has hecho de mi libro. Magnífica, honda, sentida. Dije, en otra entrada de tu blog, que eras de los pocos críticos que REALMENTE se leen el libro antes de ponerse a escribir. Aquí el mérito es mucho más grande. Arcadia Desolada sólo es una primera parte de una trilogía escrita por un desconocido que, además, no pertenece a ninguna tribu poética señalada. La tentación de saquear el prólogo, o de hacer un apaño para cumplir, comprendo que debía ser grande. Tú no lo has hecho. No te ha importado dedicarle el tiempo necesario tanto a la lectura como a tomar notas antes de escribir la primera línea de la reseña. Por eso, por tu honradez y total ausencia de sectarismo, muchísimas gracias.
ResponderEliminar¡Qué voy a decir yo si el propio poeta alaba tu saber hacer y tu honestidad a la hora de redactar una reseña! Sigue siendo fiel a tu espíritu crítico y respetuoso.
ResponderEliminarCelebro que te haya gustado, Pedro. Tisbe, gracias por tu apoyo incondicional.
ResponderEliminarPienso que se ha hecho justicia a un libro que merece pasar a formar parte de la poesía de los grandes por fondo (confesiones de la desigualdad habida por razón de sexo o creencias) y de forma, pues se trata de un libro de cuidada expresión que denuncia las injusticias humanas con un lenguaje actual vinculado a los clásicos. Un libro que merece un lugar destacado en nuestra biblioteca.
ResponderEliminarAmigo Fernando, todos lo que habéis hablado bien de Arcadia desolada sois parte importante en esta pequeña victoria que es alcanzar una segunda reimpresión. Como bien sabes, los libros de autores marginales publicados por editoriales como La Lucerna, son despreciados por buena parte de los que os dedicáis a escribir reseñas. El autor no es nadie y, por lo tanto, su obra no merece ni una sola línea. La editorial es insignificante, comparada con las que tienen renombre en el mercado, así que tampoco vale la pena perder unas horas en dar a conocer un libro como el mío. Sois pocos los críticos, periodistas y escritores, que no usáis vuestro oficio para beneficiar a los amigos o a buscar cobijo bajo la sombra de las grandes editoriales. Que tú obres de manera diferente, te honra como profesional y como persona.
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