CESÓ TODO Y DEJÉME. Blog literario

lunes, 2 de noviembre de 2015

307. Tiempo gris de cosmos



No se trata aquí de desempolvar el viejo debate acerca de si la literatura debe dar voz a los problemas de su tiempo o si, por el contrario, como manifestación artística que es, tiene valor en sí misma, a la manera parnasiana. Seguramente ambas posturas podrán defender su argumentario con total legitimidad. Es más, quizás esta dicotomía constituya en realidad una reducción banal, como aquella que insinúa que el arte útil está desprovisto de belleza o que el arte con vocación estetizante no sirve para nada; como si existiera una asunción tácita de que ambas posiciones son compartimentos estancos imposibles de conciliar. Y, sin embargo, con la que está cayendo, parece deseable que en la literatura converjan compromiso y belleza. En una sociedad convulsionada por los terribles acontecimientos que cada día asolan nuestra conciencia, repugna la asepsia de los artistas en su torre de marfil; y del mismo modo, en un momento en que la literatura se ha convertido en un ejercicio prosaico donde medran los juntaletras y donde se ha perdido aquel extrañamiento del lenguaje que reivindicaba para la palabra poética una especificidad artística, falta también el embeleso estético de la lectura.
José Antonio Santano, que es poeta, pero que es también  hombre que se duele en el dolor de otros hombres, parece haber entendido la necesidad de aunar ambas premisas. Tiempo gris de cosmos (Editorial Nazarí) es una incorruptible aspiración al arte total porque sus versos, tan radicalmente llenos de realidad, no permiten, sin embargo, que se mancille el ara de su pureza poética. Difícil equilibrio, más cuando lo que los versos sangran no admite paliativo estético.
El libro se divide en dos secciones. La primera, titulada “Tiempo de silencios”, es un pórtico indignado de 24 poemas donde Santano denuncia, desde una impotencia rayana en el nihilismo, las injusticias del mundo y sus tiranías. El poeta se siente solo ante una empresa que lo supera, insolidaridad que se manifiesta, por ejemplo, en el poema que describe la escena de un viejo profesor y dos alumnos haciendo noche en el campus de la universidad, otrora símbolo de reivindicaciones y hoy triste barricada de una minoría concienciada; o el poema donde una estudiante no levanta la cabeza de su teléfono móvil en una biblioteca, ajena a los libros que debieran darle la libertad y la conciencia. Santano deconstruye las ideas de patria y religión, en virtud de las cuales tanto daño se ha hecho y aboga por la vuelta a la esencia, casi edénica, del hombre, que lo devuelva de su destierro desnaturalizado. Por eso es frecuente la alusión a la naturaleza, como la lluvia redentora o la primavera, relacionada también con la infancia. Pero hasta el olivo de Cort aparece rodeado por un pedestal de cemento.
La segunda parte, que da nombre al libro, consta de diez largos poemas con una estructura paralela. En todos ellos, el poeta apela a un interlocutor que previamente le ha preguntado “en qué estás pensando”. Luego descubrimos que se trata de la famosa pregunta que Facebook formula a sus usuarios al iniciar una sesión. A Facebook, que es uno más de los sistemas de alienación colectiva, exponente de la Teoelectrónica, como la llama José Cabrera en su estupendo epílogo, le responde Santano con dureza e ironía y en sus respuestas desfilan todos aquellos desahuciados por la vida: el autor piensa, pues, en los niños sin infancia y sin escuela, en los vencidos y apátridas, en los enfermos, en los ancianos olvidados, en los mendigos, en los lacerados por el hambre, en los explotados.

Santano sacude las conciencias sin moralinas impostadas y reclama que “sólo el hombre es el centro de la vida”, idea que retoma circularmente al final del libro cuando reivindica al “Hombre que oficia de Hombre”. Su radical empatía lo lleva a sentir el dolor ajeno como propio: “en todos habito”, “ya no vivo en mí sino en el otro” y asume que su misión en la vida es la de dar voz a los excluidos. Por eso, el último poema del libro, recuerda a aquellos otros hombres que propagaron por el mundo su palabra y generosidad para transformar el mundo, y se siente humilde heredero de todos ellos. Y así, la esperanza, una vez más, se halla traspasando el atrio de la literatura.

2 comentarios:

  1. Mi agradecimiento a Fernando Parra por esta generosa reseña de mi libro. Mi abrazo y mi amistad por siempre. Salud.

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  2. Alfonso Berlanga12/11/15

    Creo que es bastante acertada y objetiva.

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