Hay que ver lo bobas que se han vuelto de repente
algunas mujeres. Me refiero especialmente a las esposas de la fauna corrupta
que campea por España. La mujer de Urdangarin, la mujer de Julián Muñoz, la
mujer de Francisco Correa, la mujer de Bárcenas, la mujer de Jesús Sepúlveda,
la mujer de Jaume Matas, la mujer de José Luis Baltar, la mujer de El Bigotes…
Y no sigo por evitarle al lector este bochornoso desfile de indeseables. A
todas ellas las enumeramos así, con la expresión “la mujer de”, porque llamarlas
por sus nombres y apellidos resultaría improcedente, ellas, tan entregadas a
sus maridos, tan abnegadas, tan amantísimas esposas, tan rematadamente bobas,
que han perdido su individualidad y autonomía como mujeres y son simplemente
eso, “la mujer de”. Ninguna de ellas conoce los trapicheos de sus cónyuges
porque el amor y la confianza las ciega o porque ellas se ocupan tan sólo de
pintarse las uñas y de hacerse la manicura y no están para esas complejidades
monetarias, que eso es cosa de hombres, como el brandy aquel del anuncio, y
ellas son tontas y no saben de esos laberintos. Y así, el dinero entraba en sus
casas a espuertas y su tren de vida crecía y crecía pero ellas no se daban
cuenta del nuevo coche deportivo aparcado en la puerta, ellas no sabían
absolutamente nada; no lo sé, no me consta, lo desconozco. En los tiempos que
corren, cuando la mujer sigue luchando aún por su visibilidad en la sociedad y
por igualar sus derechos a los de los hombres, estas damas bobas ejercen su
papel de mujer florero, denigrándose a sí mismas y, por extensión, a todas las
mujeres, con la teatralización y aceptación de su estupidez. A no ser que sean
verdaderamente estúpidas y no den más de sí.
Hacia 1613 terminaba Lope de Vega una de sus comedias
más famosas, La dama boba. El argumento es bien conocido: Liseo está
prometido con Finea, y Laurencio con la hermana de ésta, Nise. Cuando Liseo
llega a Madrid para cerrar su compromiso con Finea descubre que ésta es
bellísima pero tonta de remate y queda, sin embargo, prendado de la
inteligencia de Nise. A su vez, Laurencio prefiere el matrimonio con Finea que,
aunque tonta, es la depositaria de la mejor dote por ser la primogénita. Ambos
caballeros pactarán enamorar a la prometida del otro para tratar de dar la
vuelta a sus respectivos compromisos. Así, Laurencio acabará enamorando a Finea
que, por obra de ese enamoramiento termina volviéndose inteligente. Es un tema
recurrente en el Siglo de Oro la virtud del amor para perfeccionar el espíritu,
infundir sabiduría y avivar el entendimiento. Comoquiera que el padre de las
hermanas se niega a estas nuevas aspiraciones de los pretendientes, y como la
inteligente pero fría Nise rechaza a Liseo, éste, viendo el cambio operado en
la personalidad de Finea vuelve a su antigua pretensión; pero ésta, que sigue
enamorada de Laurencio, se hace la tonta para volver a desenamorar a Liseo.
Si trasladáramos la magnífica obra de Lope a la
opereta infame de nuestros corruptos, las esposas de los imputados ¿quiénes
serían? En un ejercicio de travestismo ¿serán todas ellas Laurencio, que tenia
la única pretensión de casarse con la dote y no con la esposa? ¿Habrá operado
el amor su capacidad instructiva haciéndolas más inteligentes de lo que eran,
como se creía en los tratados amorosos del siglo XVII? Y, sobre todo y más
importante: las esposas de los corruptos, ¿son la Finea boba o la Finea que se
hace la boba?