“Se dice, y es verdad, que ningún barcelonés puede
dormir tranquilo si no ha paseado por la Rambla por lo menos una vez, y a mí me
ocurre otro tanto estos días que vivo en vuestra hermosísima ciudad. Toda la
esencia de la gran Barcelona, de la perenne, la insobornable, está en esta
calle que tiene un ala gótica donde se oyen fuentes romanas y laúdes del quince
y otra ala abigarrada, cruel, increíble, donde se oyen los acordeones de todos
los marineros del mundo y hay un vuelo nocturno de labios pintados y carcajadas
al amanecer”. (García Lorca)
“La Rambla de Barcelona es la metáfora misma de la
vida, vertiente hacia el mar, que es la muerte, según los tópicos medievales”
(Vázquez Montalbán)
“Me gusta esta ciudad, al menos de plaza Catalunya
para abajo. Yo me declaro nacionalista de las Ramblas, con todos los idiomas y
culturas. En el Raval me siento en mi barrio. Ayer charlé con un camarero
pakistaní que me enseñó algunas palabras en urdu”. (Juan Goytisolo)
“La Rambla de espectadores silenciosos, repantigados
en las sillas de madera y contemplando el devenir de nuestra gente mientras la
fuentecilla encapillada emite un gluglú que no escuchamos, casi apagado bajo el
trinar de miles de pájaros que habitan en las ramas de follaje verde celeste y
la musiquilla del violinista ciego, sentado delante de un quiosco lleno de
revistas que un día dijeron que habían ganado los nacionales y otro día que
llegaban turistas y después, hoy mismo, que Cuba se ha vuelto comunista, y
muchos edificios están agrandando mi ciudad que vuelve a vivir; ay, fiebre de
verano de una Barcelona asustada de su propio crecimiento, ¿quién se acuerda
hoy de que un día lloramos?” (Terenci Moix)
“E1 boulevard de las Ramblas estaba vistoso:
circulaban banqueros encopetados, militares graves, almidonadas amas que se
abrían paso con las capotas charoladas de los cochecillos, floristas chillonas,
estudiantes que faltaban a clase y se pegaban, en broma, riendo y metiéndose
con la gente, algún tipo indefinible, marinos recién desembarcados. Teresa
brincaba y sonreía, pero pronto se puso seria. —El bullicio me aturde. Sin
embargo, creo que no soportaría ver las calles vacías: las ciudades son para
las multitudes, ¿no crees?” (Eduardo
Mendoza)
“Sentía una gran nostalgia de aquella hermosa
nostalgia esa noche de la semana en que
salí del teatro con mis amigos de Barcelona. Las
Ramblas estaban más concurridas y delirantes que nunca, todavía con las enormes
estrellas de luces de colores de la Navidad. En medio de la muchedumbre
bulliciosa, de los gringos despistados y las suecas suculentas y casi desnudas
en enero, estaban los exiliados de América Latina con sus ventorrillos públicos
de baratijas, con sus niños envueltos en trapos, sobreviviendo como pueden
mientras llega también para ellos el barco del regreso.” (García Márquez)
“Una hora después estoy en el hervor de la Rambla. Es
esta calle ancha, como sabréis, de un pintoresco curioso y digno de nota,
baraja social, revelador termómetro de una especial existencia ciudadana. En la
larga vía van y vienen, rozándose, el sombrero de copa y la gorra obrera, el
smoking y la blusa, la señorita y la menegilda”. (Rubén Darío)
“És tot un cel de blau i d’alegria /aquesta Rambla
meva i em fa esglai / pensar que puc deixar-la sola un dia / la Rambla i jo no
hem d’apartar-nos mai! /I quan sigui una vella corsecada /amb tot aquest cabell
pansit i blanc, /em trobaran al peu de la parada,/com si jo hi defensés la meva
sang. / I els que passin i em vegin sense vista,/tremolant, amb un pom dins la
mà,/ diran: “guaiteu, l’Antònia, la florista / ja no pot cridar, ni caminar./I
xaruga com és, plena de noses/i de dolors, encara té prou cor,/fidel a la parada de les roses,/ fins que la vingui
a recollir la mort.” (Josep Maria de Sagarra)
Palabras. Contra la barbarie, sólo palabras, anegando el mosaico de Miró.
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