lunes, 28 de agosto de 2017

373. Palabras (Miscelánea barcelonesa)



“Se dice, y es verdad, que ningún barcelonés puede dormir tranquilo si no ha paseado por la Rambla por lo menos una vez, y a mí me ocurre otro tanto estos días que vivo en vuestra hermosísima ciudad. Toda la esencia de la gran Barcelona, de la perenne, la insobornable, está en esta calle que tiene un ala gótica donde se oyen fuentes romanas y laúdes del quince y otra ala abigarrada, cruel, increíble, donde se oyen los acordeones de todos los marineros del mundo y hay un vuelo nocturno de labios pintados y carcajadas al amanecer”. (García Lorca)
“La Rambla de Barcelona es la metáfora misma de la vida, vertiente hacia el mar, que es la muerte, según los tópicos medievales” (Vázquez Montalbán)
“Me gusta esta ciudad, al menos de plaza Catalunya para abajo. Yo me declaro nacionalista de las Ramblas, con todos los idiomas y culturas. En el Raval me siento en mi barrio. Ayer charlé con un camarero pakistaní que me enseñó algunas palabras en urdu”. (Juan Goytisolo)
“La Rambla de espectadores silenciosos, repantigados en las sillas de madera y contemplando el devenir de nuestra gente mientras la fuentecilla encapillada emite un gluglú que no escuchamos, casi apagado bajo el trinar de miles de pájaros que habitan en las ramas de follaje verde celeste y la musiquilla del violinista ciego, sentado delante de un quiosco lleno de revistas que un día dijeron que habían ganado los nacionales y otro día que llegaban turistas y después, hoy mismo, que Cuba se ha vuelto comunista, y muchos edificios están agrandando mi ciudad que vuelve a vivir; ay, fiebre de verano de una Barcelona asustada de su propio crecimiento, ¿quién se acuerda hoy de que un día lloramos?” (Terenci Moix)
“E1 boulevard de las Ramblas estaba vistoso: circulaban banqueros encopetados, militares graves, almidonadas amas que se abrían paso con las capotas charoladas de los cochecillos, floristas chillonas, estudiantes que faltaban a clase y se pegaban, en broma, riendo y metiéndose con la gente, algún tipo indefinible, marinos recién desembarcados. Teresa brincaba y sonreía, pero pronto se puso seria. —El bullicio me aturde. Sin embargo, creo que no soportaría ver las calles vacías: las ciudades son para las multitudes, ¿no crees?”  (Eduardo Mendoza)
“Sentía una gran nostalgia de aquella hermosa nostalgia esa noche de la semana en que
salí del teatro con mis amigos de Barcelona. Las Ramblas estaban más concurridas y delirantes que nunca, todavía con las enormes estrellas de luces de colores de la Navidad. En medio de la muchedumbre bulliciosa, de los gringos despistados y las suecas suculentas y casi desnudas en enero, estaban los exiliados de América Latina con sus ventorrillos públicos de baratijas, con sus niños envueltos en trapos, sobreviviendo como pueden mientras llega también para ellos el barco del regreso.” (García Márquez)
“Una hora después estoy en el hervor de la Rambla. Es esta calle ancha, como sabréis, de un pintoresco curioso y digno de nota, baraja social, revelador termómetro de una especial existencia ciudadana. En la larga vía van y vienen, rozándose, el sombrero de copa y la gorra obrera, el smoking y la blusa, la señorita y la menegilda”. (Rubén Darío)

“És tot un cel de blau i d’alegria /aquesta Rambla meva i em fa esglai / pensar que puc deixar-la sola un dia / la Rambla i jo no hem d’apartar-nos mai! /I quan sigui una vella corsecada /amb tot aquest cabell pansit i blanc, /em trobaran al peu de la parada,/com si jo hi defensés la meva sang. / I els que passin i em vegin sense vista,/tremolant, amb un pom dins la mà,/ diran: “guaiteu, l’Antònia, la florista / ja no pot cridar, ni caminar./I xaruga com és, plena de noses/i de dolors, encara té prou cor,/fidel  a la parada de les roses,/ fins que la vingui a recollir la mort.” (Josep Maria de Sagarra)

Palabras. Contra la barbarie, sólo palabras, anegando el mosaico de Miró.

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