Ramón Bascuñana ha obtenido
el X Premio de Poesía Juana Castro por su último libro de poemas, La trama de los días (Renacimiento),
título inspirado en unos versos de Ángel González. El poemario es, ante todo,
un ejercicio de evocaciones literarias, a modo de estampas, cuyos destinatarios
son algunos de los poetas o figuras históricas con los que la sensibilidad y
estética de Bascuñana emparentan por uno u otro motivo. Así, el retrato de
Zenobia Camprubí en vísperas de su muerte, le sirve al poeta para reflexionar
sobre el sustento del pasado y la memoria, temas caros al escritor alicantino. En
su «Díptico de San Petersburgo», se recrea el intento de asesinato de Andrei
Biely por parte de su amante y el amor ambiguo de aquel hacia Liubov Dimitrovna,
lo que permite esbozar los designios contradictorios del amor. Un artículo de
Luis Antonio de Villena sobre Pablo García Baena inspira a Bascuñana para
abordar el tema de la verdad literaria frente a la impostura; y las
meditaciones de Cioran desde una buhardilla parisina entroncan bien con el
desencanto existencialista que caracteriza la trayectoria literaria de nuestro
poeta. Otras remembranzas, como la de Antonio Machado a orillas del Duero, la
del poeta ante la tumba de Keats o la de Kavafis en los antros nocturnos del
fracaso completan el sugestivo panteón sentimental. No falta tampoco la elegía,
tomando el soneto como sujeción métrica de las emociones en el planto dedicado
a Julio Aumente.
El otro gran tema del libro
es el del viaje. Pero lejos de limitarse a una crónica de los lugares visitados,
Bascuñana pretende usarlo como metáfora de otros asuntos de mayor calado. Así,
el dedo que recorre las calles de un mapa durante los preparativos de un viaje
le hace pensar al poeta que también nosotros somos la incierta topografía del
sueño de un dios desconocido. El tópico del homo
viator se desprende de su formulación clásica para limitarse al mero
ejercicio del viaje, válido per se,
en una suerte de rechazo al sueño falaz de la trascendencia o de la anagnórisis
cristiana, porque «un no vuelve nunca a donde nunca estuvo»: Bascuñana
desmiente a Kavafis, nunca hubo una Ítaca a la que regresar. Una ciudad fría es
trasunto de la muerte; un viaje a la ciudad donde se celebran unas jornadas
poéticas se convierte en un lugar seguro; Trieste es otra Trieste sin la
persona amada; en Venecia, los gondoleros han devenido en Caronte; la célebre
melancolía lisboeta es, quizás, un constructo meramente literario; y el viaje
interior –las carreteras secundarias del alma–, pese al deseo del poeta de
querer abandonar la estéril ruta de la poesía, acaban siendo el itinerario
inevitable y comanche de quien busca alguna manera de salvarse: es el sino del
eremita ante su escritorio; Berlín le descubre el busto de Nefertiti, que solo
había visto en los manuales del colegio, y su reencuentro le transporta a la
infancia. Otras veces, el viaje se considera una huida vana hacia delante,
porque la muerte siempre está al acecho. El símbolo del puente, trasunto de la
vida mediada, permite al poeta hacer balance del fracaso; y el poema
«Vagabundo» se erige como una especie de reverso del autorretrato machadiano
donde la propia vindicación es la de, apostándolo todo, ganar solo alguna vez.
Con un estilo envolvente, La trama de los días hila su hilván de
seda raída y con sus jirones viste al poeta vulnerable, casi desnudo, para
salvarlo de la intemperie que es siempre la vida.