
Bien se ve que el nieto seguirá los pasos del abuelo. Y así ha sido. El empeño de Menéndez Pidal por crear la compilación "definitiva" del Romancero, sus estudios inigualables sobre la historia de nuestro idioma o la atención a las crónicas medievales como fuente para desenterrar los cantares de gesta perdidos, han sido perpetuados por Diego Catalán mediante numerosos trabajos de campo o ediciones preciosas sobre la materia. Títulos significativos son el Romancero panhispánico, que él mismo coordinó, o la Historia de la lengua española, publicada en 2005 y que es la culminación de la labor de reconstrucción llevada a cabo durante décadas por su abuelo. Por no hablar de los cariñosísimos homenajes que ha dedicado a Don Ramón con cada cuidada reedición de sus obras, pienso ahora en La leyenda de los infantes de Lara, el primer libro del ilustre gallego.
Diego Catalán murió el 9 de abril de 2008 en Madrid, alejado del corsé academicista, individualizado como científico tras el parapeto de su propio método, asistido siempre por la mejor escuela que pudo tener como referente, la de su abuelo. Sin embargo, Diego Catalán parece seguir entre nosotros. Y no es éste el tópico al uso que se utiliza para hacer presente, a través de su obra, a un autor desaparecido. No, no. Es que Diego Catalán tiene un blog. El seguidor de un blog suele pasarse por la bitácora de vez en cuando para ver si hay algún artículo nuevo colgado. Porque detrás de un blog, siempre hay alguien que escribe. Y ahí está Diego Catalán, que con regularidad, desde marzo de 2009, nos va regalando un artículo sobre su última obra: La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación, que aún no he leído pero que se antoja apasionante. Este libro, editado por el Instituto Universitario Menéndez Pidal, cuesta unos 72 €. Pero Diego Catalán quiso que estuviera al alcance de todos desde su blog, al igual que ha hecho con el Romancero de la Cuesta del Zarzal o el Arte poética del Romancero Oral. Resulta conmovedor pensar que alguien que pasó su vida queriendo darle al pueblo lo que era del pueblo, su patrimonio poético, el Romancero, ofrezca ahora su obra al mundo a través de esos otros juglares, también anónimos, ese grupo de ciudadanos partidarios de la cultura libre, sin canon, ni canonjías, ni derechos de autor, que trabajan sin ánimo de lucro, secundando este proyecto iniciado por Diego Catalán. Bello, bellísimo este nuevo mester.