lunes, 14 de julio de 2025

695. Te robo mi vida

 


Hacía tiempo que no visitaba la literatura de Luis Leante. Uno se pregunta por las absurdas razones que nos apartan durante años de los lugares que una vez nos hicieron felices. La inescrutabilidad de los itinerarios lectores y todo eso. Y ha sido volver a sus páginas, y reconocer aquellas viejas sensaciones de la narratividad clásica, el magisterio de la evocación y del ritmo envolvente al servicio de algo tan esencial como contar historias: tan sencillo y tan difícil a la vez. Ahora que la novela aspira al hibridismo (pero siempre lo ha hecho) y a la experimentación (pero nadie puede innovar ya después de Joyce), yo reivindico, con Luis Leante, la novela-novela de toda la vida.

Ya las primeras palabras de Interpretación de la mentira (M.A.R. Editor) consiguen eso que los pedantes llamamos una buena captatio: «Todas las muertes son absurdas, pero algunas lo son más que otras». La reformulación del famoso inicio de Anna Karenina no es baladí, pues la novela de Leante es, entre otras cosas, una exploración profunda de las relaciones familiares –aquí fundamentalmente infelices–, de sus secretos, sus miserias, sus mezquindades y sus apariencias, tanto en el seno del clan de los Lezcano, una familia de porte aristocrático venida a menos, como en el del protagonista innominado que toma la voz narrativa, de origen humilde y cuya relación paterno-filial está llena de interesantes aristas. Entre los primeros, pronto destaca Celso D’Atri, apellido que no solo remite al esqueje que supone su presencia en la familia Lezcano, sino también al concepto de «otredad» inserto en la raíz del apellido italiano, que tanta importancia tendrá para el recurso metaliterario con que nos sorprenderá Leante al final del libro, relacionado con el tópico cervantino del manuscrito encontrado, y que no podemos desvelar aquí.

Celso y el protagonista se conocerán en el pueblo donde veranea la familia de aquel, Hondares, topónimo trasunto de la región de Murcia –tal vez de su Caravaca natal– a la manera en que Muñoz Molina usa el de Mágina para referirse a Úbeda-Jaén. No es el único guiño autobiográfico que se puede rastrear en la novela: Ediciones 28, el lugar donde publica Celso su libro, parece remitir a Libros 28, la librería de San Vicente del Raspeig a la que el escritor estuvo vinculado estrechamente hasta su desaparición. Celso, que aspira a ser escritor, deslumbra con su inteligencia y maneras a nuestro protagonista que, inoculado también del virus de la escritura, tratará de imitarlo, al principio, en vano. El transcurso de la novela abarca aproximadamente algo más de 40 años, a través de los cuales asistimos al deterioro de Celso y al éxito literario de su otrora amigo de la infancia, además de desvelarnos los entresijos de la muerte con la que se inicia la novela. El primer éxito de Celso lo convierte pronto en un juguete roto y olvidado, incapaz de repetir la popularidad que le granjeó su primer libro en el siempre inestable e impostado mundo literario (no pasa desapercibida la alusión velada a la fanfarria del Premio Planeta). El sorprendente final nos hace reflexionar sobre la utilización espuria de la literatura para canalizar a través de ella los ajustes de cuentas de la vida personal, pero también de la posibilidad de redimirse en la ficción (o en la autoficción) creando un mundo alternativo donde poder salvarse. El resultado es una fascinante artefacto caleidoscópico donde la verdad, la mentira y las voces narrativas se acaban entreverando en la siempre dramática lucha por la identidad.

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