CESÓ TODO Y DEJÉME. Blog literario

martes, 4 de abril de 2023

603. Tarragona, la patria de Tisbea

 


Ya mediado el acto primero de El burlador de Sevilla, don Juan Tenorio arriba náufrago a las costas de Tarragona. Viene huyendo de Nápoles después de haber burlado a la duquesa Isabela en palacio. Antes de la aparición en escena de don Juan y de su criado Catalinón, escuchamos el monólogo de la bella pescadora Tisbea donde se jacta de no haber nunca sucumbido a la tiranía del amor. Durante su parlamento, pueden rescatarse algunas descripciones muy tangenciales que hacen referencia a Tarragona. Así, el brillo dorado de la arena de sus playas que, con el tiempo, ha dado nombre –Costa Dorada– a la parte del Mediterráneo que nos ha tocado en suerte, así como su grano fino,  parecían ser conocidos ya en la época de Tirso de Molina si atendemos a los versos en que Tisbea dice que en Tarragona «el sol pisa / soñolientas ondas, /alegrando zafiros / las que espantaba sombras, / por la menuda arena, / unas veces aljófar, / y átomos otras veces / del sol, que así le adora». Menciona también la actividad pesquera (Tirseo, Anfriso y Alfredo son pescadores tarraconenses) dando detalles sobre la técnica más común de la faena: «ya con la sutil caña, /que el débil peso dobla / del necio pececillo, / que el mar salado azota, / o ya con la atarraya, / que en sus moradas hondas / prenden  cuantos habitan / aposentos de conchas». La mención a la atarraya –red redonda usada para pescar en los fondos marinos– remite a la pesca artesanal de la época, practicada desde las pequeñas embarcaciones llamadas esquifes, también mencionados en el monólogo de Tisbea. Más adelante, la pescadora presume de despreciar el amor «de cuantos pescadores / con fuego Tarragona / de piratas defienden», clara alusión al azote de la piratería de cuya amenaza se daba aviso con señales luminosas, hechas con fuego, que advertían desde las torres de vigilancia de la presencia de turcos, corsarios o piratas. Algunas de estas torres, como se sabe, aún permanecen diseminadas por varias zonas de nuestras costas, como las que jalonan el término de Vila-seca. Tisbea dice, además, que vive en una humilde choza a la que coronan nidos de tórtolas, lo que demuestra la baja extracción social del gremio. Asimismo, se alude a las fiestas de los pescadores y a sus canciones y se mencionan algunos instrumentos musicales que, metafóricamente, Anfriso utiliza para su frustrado cortejo a Tisbea, como la vihuela o la zampoña, instrumentos que se usarían también en la fiesta que se celebra en la obra de Tirso, aunque esas recreaciones del folklore popular era un tópico literario que vemos también en las Soledades de Góngora, por ejemplo.

Ya en el último acto, el navío de la agraviada Isabela, de camino a Sevilla para casarse con don Juan y reparar así su honor, se detiene también en Tarragona por temor a un temporal y Fabio menciona una torre que corona una playa. Allí se conocen Isabela y Tisbea y aquella conoce por ésta la nueva tropelía de don Juan.

No tenemos en Tarragona una estatua que conmemore la figura de Tisbea, que puso a Tarragona en el mapa literario del siglo XVII como no tenemos tampoco una placa que recuerde dónde se imprimió el Quijote apócrifo de Avellaneda. Hay Regentas en Oviedo y Lazarillos en Salamanca y los raqueros de Pereda en Santander pero aquí cuesta ver esos detalles pequeños que enriquecerían sugestivamente la tradición cultural y literaria de la ciudad. Sería, yo qué sé, una bonita alegoría de la tradición pesquera de nuestra tierra y de la mujer trabajadora y de la dignidad de una mujer deshonrada. Ay, pero Tirso no era catalán.

1 comentario:

  1. Laura Díaz6/4/23

    Y escribía en castellano. Precioso artículo, Fernando.

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