La semana pasada Antoni Coll
se hacía eco en su «Plumilla» del Diari
de Tarragona de la entrevista que recientemente ha concedido Vicente Valero
al programa Crims, de TV3. Valero
fue, entre 1982 y 1988, gobernador civil de Tarragona, y protagonizó uno de los
capítulos más célebres de la criminalística tarraconense al verse involucrado,
como mediador, en el atraco con rehenes al Banc de Sabadell en Valls, en 1985.
De ahí el interés del programa de Carles Porta por obtener su testimonio. Al
parecer, Valero fue requerido por el atracador, Juan Manzanares, como
interlocutor, junto al entonces ministro de Interior, José Barrionuevo.
Solamente Valero y el alcalde de Valls, Pau Nuet, accedieron a entrar en el
banco. El suceso terminó con Valero gravemente herido: el atracador le disparó
a bocajarro y la bala atravesó la tráquea y las cuerdas vocales. Las imágenes
que emitió el programa son estremecedoras. Valero sale del banco por su propio
pie y manando sangre, y es conducido hasta la ambulancia, donde llega
tambaleándose, próximo a perder ya la conciencia. Afortunadamente, salvó la
vida.
Dos años más tarde, se
produjo el atentado terrorista de ETA en el complejo petroquímico de Tarragona.
Mientras toda la población abandonaba en coche la ciudad, solamente un vehículo
se dirigía hacia las llamas. Era Vicente Valero, que acudía al lugar de los
hechos para evaluar la situación. Yo tenía entonces 9 años; Valero, 38. En mi
primera novela, Persianas, convertí a
Valero en un personaje de ficción. En las páginas 137 y 138 del libro recojo
aquella imagen, casi épica, de Vicente internándose en la ciudad mientras todo
el mundo huía en dirección contraria. Quizás nos cruzamos aquella noche aciaga
en la carretera. ¿Quién le iba a decir a aquel niño atemorizado que acabaría
novelizando el pánico de aquella madrugada? Y ¿cómo iba a saber don Vicente que
ese niño anónimo, uno de tantos que escapaban del fuego, lo iba a convertir en
personaje literario? ¿Y quién les iba a decir a ambos que 23 años después se
abrazarían con tanta ternura e intercambiarían sus libros en una muestra
fotográfica sobre libélulas?
Así es. En enero de 2020, se
inauguró en Alicante la exposición «Agua… Libélulas y Fotografías», de Teodoro
Martínez y Ricardo Menor. Valero, que entonces (y ahora) reside en Villena,
presentaba el acto, y había conocido, gracias al profesor Ángel Luis Prieto de
Paula, que yo había escrito una novela en la que él aparecía como personaje. Así
que se puso en contacto conmigo y me conminó a asistir al evento para
conocernos en persona. En la inauguración, Valero leyó un texto precioso, de su
propia creación, sobre las libélulas. Y al finalizar el acto, pudimos al fin
encontrarnos y darnos un abrazo. Él
acababa de publicar La huella del Ángel,
una espléndida novela histórica situada en la Castilla de los siglos XIII y
XIV. Me pidió que trajera yo también mis Persianas
para intercambiarnos los libros. Así que allí estaba yo, abrazando a mi personaje
de ficción, que había querido, legítimamente, corporeizarse en persona real.
Pero yo aún tengo mis dudas.
Alguien que entra en un banco para salvar la vida de ocho rehenes; que sobrevive
a un disparo en la tráquea; que se dirige con su coche a la peligrosísima zona
cero del atentado en las petroquímicas; que aparece de repente en mi vida en un
acto donde lee un texto sobre libélulas… No sé, no sé. Yo creo que Vicente
Valero no existe. O que lo he soñado. Yo creo que Vicente Valero tiene que ser,
por fuerza, un personaje de ficción.
¡Caramba! ¡Qué valiente el señor Valero! Y qué bien teje sus redes el azar. Un saludo.
ResponderEliminar