Ignoro si se hace en algún
otro instituto más, pero, en el IES Jorge Juan de Alicante, cada año despedimos
a nuestros graduados cantando de pie el Gaudeamus
igitur. El hedonismo de su letra lo acerca más a determinados poemas de los
Carmina Burana que a una canción
propiamente académica, aunque no olvidemos que la estipe goliarda, a la sazón la
creadora de este género poético, la constituían no pocas veces estudiantes
universitarios. En el Jorge Juan eliminamos algunas estrofas, quizás por no
alargar la ceremonia más de lo debido o, tal vez, porque, en su ardor epicúreo,
al autor del Gaudeamus se le colaron
algunas estrofas inapropiadas, como aquella que elogia a «las vírgenes, fáciles
[y] hermosas». De todos modos, a tenor del lamentable estado en que se hallan
las Humanidades por mor del enésimo e incompetente ministro de Educación, nadie
entre los asistentes en la sala de actos comprendería los libidinosos versos,
salvo (tal vez) el profesor de Latín.
El Gaudeamus igitur, originalmente De
brevitate vitae, parece remontarse al siglo XIII, aunque el manuscrito
original incluía otra versión musical distinta a la actual. A finales del siglo
XVIII y tras una traducción del texto latino al alemán, queda fijada la letra
definitiva y se adopta la pegadiza melodía que hoy conocemos. Johannes Brahms
la incluyó en su «Obertura académica», que celebraba la concesión del doctorado
honoris causa concedido por la
Universidad de Breslavia (Polonia). La canción nos invita a gozar de la
juventud, recordándonos la fugacidad del tiempo y los achaques de la vejez, al
mismo tiempo que nos remite a todos aquellos que nos han precedido y a quienes
hoy solo podemos hallar en el cielo o en el infierno. Por el texto desfilan los
consabidos tópicos literarios: carpe diem,
tempus fugit, memento mori, ubi sunt?, entre otros. Le sigue luego
una loa a los profesores, a los estudiantes y a la patria y, como contrapunto,
un dicterio contra la tristeza, el diablo y los que se burlan de los alumnos
(que debe de ser el primer alegato antibullying
de la Historia). Concluye con una celebración de la camaradería académica unida
bajo el seno de la universalidad del conocimiento.
Quizás haya a quien le parezca este ritual una cosa rancia y casposa o una copia desvaída de la tradición anglosajona, tan solemne en sus ceremoniales académicos. Y quizás haya quien piense, también, que estas cosas solo pueden suceder entre las vetustas paredes de un instituto decano como el Jorge Juan, con sus 175 años de historia. Pero a veces el boato es necesario. Si algo he comprendido durante mis casi 20 años de trayectoria docente, es que el alumno encuentra en el instituto una casa a la que acogerse cuando todo ahí fuera anda mal. No es proselitismo; es sentido comunitario. Entonar juntos el Gaudeamus igitur es también una forma de gritar nuestro sentido de la pertenencia, tan necesaria para sabernos menos solos en el mundo. Estas dos últimas semana se han graduado mis alumnos de 4.º de la ESO y de 2.º de Bachillerato. Viéndolos cantar el himno estudiantil, también yo sentí que ellos eran mi casa.
A Luis Eloy Martín Mata, que ha comandado con arrojo,
humanidad y compañerismo la dirección del IES Jorge Juan de Alicante entre los
años 2007-2008 y 2016-2024. ¡Gaudeamus compañero!
Qué grande siempre Fernando, buen compañero y mejor profesor.
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