Sin ánimo de sentar cátedra,
he aquí las 10 condiciones que todo buen crítico literario debiera reunir para
la dignificación de su tarea:
1) LIBERTAD. El crítico
literario debiera reseñar solamente aquellas obras que le dicte su insobornable
independencia. Las reseñas por encargo o las presiones del mercado, tan
frecuentes en muchos medios, solo producirán críticas deshonestas que
edulcorarán el valor literario de las obras para cumplir con el compromiso a
que obligan esas coacciones espurias. El lector no es bobo y, si en el cotejo de
la reseña con el libro en cuestión descubre el jabón, no volverá a creer nunca
más en nosotros.
2) TIEMPO. El tiempo que va a
dedicar el crítico literario a realizar su reseña nunca será tanto como el que
el escritor ha invertido en la creación de su obra. Correspondámosle, al menos,
con una lectura atenta y evitemos las urgencias: anotemos, subrayemos,
releamos, buceemos por las claves del libro, interpretemos con profundidad y
rigor, evitemos las generalidades vacías o las burdas reformulaciones de las
contraportadas. Respetemos su labor, en definitiva.
3) DESINTERÉS. No reseñemos
por interés. No queramos agradar a la editorial de turno para que en el futuro
nos publique nuestro proyecto de libro que descansa ahora en el cajón. No
busquemos el do ut des con el
escritor al que halagamos para recibir luego de él otra crítica laudatoria que
pague el peaje del anterior favor. Esta endogamia perjudica la credibilidad de
las reseñas y convierte la crítica literaria en un cortijo donde siempre se
habla de los mismos.
4) BONDAD. No me resisto a
reproducir a Cansinos-Assens: «En la obra ajena, -dice Cansinos-, entra [el
crítico] lleno de buena voluntad, venciendo todo desdén y todo silencio, ávido
de encontrar belleza y escondidas gracias. Y la menor que halle, aunque esté
oculta en el cáliz de la araucaria, la sacará a la luz y la festejará». Nada se
consigue con hacer sangre de un libro, más allá de pergeñarse vanidosamente la
fama del crítico duro. Si un libro no es bueno, basta con no reseñarlo.
5) DISIDENCIA. Otra cosa, sin
embargo, es cuando un mal libro recibe toda clase de encomios desde la prensa
oficialista e interesada. Entonces es obligación del crítico independiente
poner las cosas en su sitio.
6) ESTILO. Evitemos el frío
academicismo, a no ser que el medio donde publiquemos la reseña exija cierto
rigor ensayístico. En publicaciones no especializadas y en la prensa
generalista conviene convertir las reseñas en un género literario más: ameno,
pulcro, preciosista, elegante. Literario.
7) DISCRECIÓN. Pero el
protagonista de la reseña es el libro y solamente el libro. Evitemos el
escaparate de la crítica literaria para el lucimiento personal, a la manera en
que determinados periodistas tratan de imponer su personaje a la noticia misma.
En lo posible, desaparezcamos de las reseñas.
8) BAGAJE. Solo un amplio
bagaje de lecturas autorizará al crítico en sus juicios de valor. El bagaje
lector educa el gusto y ayuda a discernir el arte de la ramplonería.
9) CREATIVIDAD. No es
obligatorio ser escritor para realizar buenas críticas. Pero convendremos que
quien conoce desde dentro los resortes de la creación hablará con conocimiento
de causa. «Quien lo probó lo sabe», que decía Lope.
10) HUMILDAD. El crítico debe
aceptar la discrepancia respecto a sus juicios de valor. Nadie tiene la verdad
absoluta, aunque hay ciertas constantes en el arte que son indiscutibles. No
obstante, no debe habitar en el inmovilismo. Debe estar abierto a otras
interpretaciones y debe tratar de comprenderlas e incluso de rectificar las
suyas a la luz de otros juicios más lúcidos que el suyo. El crítico es solo un
servidor.