domingo, 4 de diciembre de 2011

130. El "friqui" literario

Desde hace aproximadamente una década,  el anglicismo “freaky” ha sido importado al vocabulario de la lengua castellana o, mejor dicho, al de los usuarios de dicha lengua, para designar, con todos los matices que se quieran, a aquellas personas que llevan sus aficiones u otros aspectos de su personalidad hasta la extravagancia misma, aderezada, por lo demás, con un puntito de exhibicionismo.
Todavía no entiendo cómo la RAE se resiste a aceptar y a adaptar el vocablo, tan extendido ya, y, en cambio, no tuvo tantos miramientos al hacerlo con términos como “cederrón” (CD-ROM) o con otros que parece que también llegarán: “cedé” (CD), “deuvedé” (DVD) o “uesebé” (USB), verbigracia (nunca mejor dicho eso de “verbigracia”). Si en su lema la Academia se jacta de limpiar, fijar y dar esplendor al idioma, traiciona al menos una de esas tres intenciones. Porque parece difícil fijar palabras que claramente tienen fecha de caducidad a corto plazo, como todo aquello que está vinculado al vertiginoso mundo de la informática. En cambio la figura del “freaky” promete perpetuar su progenie mientras el hombre sea hombre. Por eso, proponemos desde estas páginas que la Academia incorpore al diccionario la entrada “friqui”, así, con nuestra “qu” y nuestra “i”, tan latina ella. Y para que el acto de investidura de nuestra flamante palabra se produzca con todos los honores y merecimientos, proponemos también que el garante de tal iniciativa sea el académico que ocupe el asiento “ye” de la ilustre institución.
De ese modo, los “friquis” de la Literatura Española, respirarán tranquilos al ver legitimada ortográficamente su condición y podrán también definir su catálogo de rarezas desde el nuevo marbete. Porque de éstos también los hay y son fácilmente reconocibles. He aquí algunas pistas.
El friqui literario ha desarrollado un alargamiento de cuello producido por su indisimulado e impudoroso interés por conocer los títulos de las lecturas ajenas; este ritual lo suelen realizar en el interior de autobuses o trenes. Proyectan sus viajes de placer de acuerdo a rutas literarias; en el bolsillo trasero del pantalón puede apreciarse cómo sobresale la cartilla de sellado del Camino del Cid o de la Ruta del Quijote, por ejemplo. Son fetichistas: las almohadillas para el ratón del ordenador, protectores de pantalla, llaveros, camisetas, adhesivos para el coche y demás, tendrán estampado algún motivo literario. Jamás pagarán con un euro que tenga la efigie de Cervantes en el reverso porque Cervantes no es moneda de cambio. Su música preferida es aquella que versiona a los grandes poetas pero los poetas cantan mejor que los cantantes. Llaman a sus hijos Alonso o Inés, porque son nombres que suenan muy literarios; los más friquis los extraen del catálogo de las églogas. Sus facturas de la luz suelen ser altas: duermen con el libro abierto sobre el pecho y la lamparilla encendida. Se reúnen en cenáculos que tienen algo de secta clandestina; a esto lo llaman tertulias o veladas. No se ofenden si les llamamos ratas porque son “ratas de biblioteca” y jamás encuentran la fórmula eficaz para ordenar con coherencia la suya doméstica; si no caben los libros en la habitación se plantean si la cama es prescindible. El libro es siempre mejor que la película. Suelen usar gafas, no desean operarse de la vista (jamás asumirían ese riesgo) y se lamentan de que ya no existan los quevedos. Un clásico jamás será un Madrid-Barça. La lectura es un ritual místico y el libro digital es una herejía. Desean escribir pero se apocan porque conocen la belleza con mayúscula. Finalmente, se marchitarían sin los libros porque, pensándolo bien, a ellos tanto se les da si la Academia introduce la palabra “friqui” o no en el diccionario: ellos prefieren llamarse “letraheridos”.

8 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Confieso, padre, que he pecado. A mi hijo le puse Mario por el bueno de Benedetti. Me acuso de ése y de otros pecados que usted apunta.
Me he reído mucho, Píramo, con el artículo de esta semana.

Inma Rodríguez Moranta dijo...

Ágil y divertido artículo, Fernando, aunque los que te conocemos sabemos que es también una autosemblanza. (Siempre he dicho que si tuviera una hija la llamaría Inés, aunque casi nadie descubre el friquismo que oculta esa elección). ¡Viva la letra "ye" y vivan los friquis de la literatura!

Núria de Santiago dijo...

Mi hija se llama Violeta...como la Traviatta, pues el nombre de Margarita que era la de Dumas, ya lo ostentaba mi madre, hace poco, tras leer a Longus pensé qué bonito sería ponerle Cloe si llegara una segunda. Súmese que guardo como oro en paño una camiseta de Max Aub...friqui de la F a la I...
Por cierto, hace unos años, mi amigo Francesc Cardús acuñó el término Filofriqui...habrá que llamar a la RAE para que se ponga al día.

Inma Rodríguez dijo...

Filofriqui está muy acertado, a ver si alguien tiene contactos con las altas esferas del poder académico. Propongo a Núria De Santiago Maigí escribir un tratado de onomástica para los Filofriquis sin imaginación.

Pilar dijo...

Creo que yo me quedo en la semifriquia, por eso del hijo "Alonso", preferir el libro a la película (no me ha gustado nada la recién estrenada versión teatral de "Madame Bovary" con una estricta-gobernanta Emma a cargo de Ana Torrent que vamos... ni con cola), y algún pecadillo más.Pero alguno habrá de esos y nos hemos reído de nosotros mismos, que es lo que cuenta.

E. Martí dijo...

Me apunto a la lista de tus friquiliteratosamigosblogueros. Y que vivan los libros y las locuras que de ellos se desprenden.
Genial y divertido artículo, amigo.

Tisbe dijo...

Es muy divertido tu artículo. Creo que todos nos hemos visto reflejados de alguna manera en él. Y... ¡que vivan los friquis!

Píramo dijo...

Javier, conocía lo de tu hijo. Ego te absolvo a peccatis tuis porque el sacerdote también ha pecado.

Inma, me pillaste. Pero no lo digamos muy alto.

Núria, a ver si cuelgas alguna vez en Facebook esa camiseta de Max Aub, que todos la veamos. Y, por supuesto, a una de tus hijos le pega un nombre bien clásico. Secundo "filofriqui".

Pilar, me alegro que hayas sonreído con el artículo. Completamente de acuerdo con tu apreciación sobre la obra de Madame Bovary, cuya reseña publicaré este domingo. A ver si estás de acuerdo con lo que digo.

Esmeralda, gracias. Siempre recibimos tus mensajes con mucho cariño.

Tisbe, pronto hacemos nuestra siguiente "fricada". ¿Preparada? Porque te tocará escribirla a ti. De las dos rutas literarias, te hago responsable cronista de una. Tú eliges.