lunes, 3 de mayo de 2021

528. ¡Valor, Enric!



Durante una tregua de la jornada en el instituto, hojeo algunos libros que descansan sobre una tarima baja en la sala de profesores. Son ejemplares residuales que en otro tiempo debieron de formar parte de alguna iniciativa del claustro para el intercambio de libros entre los docentes, eso que los horteras llaman ahora bookcrossing, que para eso el inglés mola más. Entre ellos, me llama la atención una pequeña edición de una de las 36 rondallas de Enric Valor, titulada Les velletes de la Penya Roja. Me enfrasco en su lectura y pronto acabo seducido por el estilo, aparentemente sencillo, de una prosa que fluye cantarina y remansada como un río arcádico, y gozo de la eufonía de algunas palabras catalanas que parecen conjurarse para el hechizo literario, más aún cuando el relato transporta al lector a ese no-tiempo de la tradición folklórica. Y descubro la treta de la anciana y avariciosa Margarida, que quiere hacer pasar por una doncella de 15 años a su hermana Rosella, aprovechando que el príncipe del Reino de Valencia está practicando la montería en la serranía de la Foia de Castalla, con la intención de casarla y hacerse con parte de los beneficios que el nuevo estado de su hermana podrá reportarle. No desvelo la ingeniosa argucia llevada a cabo por Margarida con la esperanza de despertar la curiosidad de algún lector intrigado y agregar así otro adepto más a la literatura del escritor castallense.

A las pocas semanas, leo la noticia de que el municipio de Mutxamel cambia el nombre de su avenida de Enric Valor por el de avenida de España. Y yo, que no tengo, como otros, ningún problema con el nombre de mi país, ni con mi país mismo, a no ser por la estulticia que se está enseñoreando de él, no acierto a entender (o sí) por qué el ayuntamiento decide que sea precisamente Enric Valor el damnificado. Consulto el callejero de Mutxamel y detecto decenas de calles con nombres bien poco sugestivos. Yo qué sé, ¿por qué no ponerle avenida de España a la preclara calle del Algarrobo? Por ejemplo. Que sí, que la algarroba es rica en triptófanos pero es que Enric Valor es Premio de Honor de las Letras Catalanas y, además de escritor, insigne gramático y lexicólogo. Que vale, que la algarroba es rica en fibra y taninos, pero es que Enric Valor rescató el acervo popular valenciano con su catálogo de rondallas y escribió L’ambició d’Aleix, una de las novelas más importantes de la literatura en catalán de la segunda mitad del siglo XX. Que oigan, que eso de la aculturación es cosa de otros tiempos y que si quieren presumir de españolidad lo harán cuando sientan también como propios a los que hablan las otras lenguas cooficiales y la cultura de quienes las usan.

Afortunadamente, la literatura siempre está por encima de estas mezquindades, y esa misma semana se presenta, casi como un símbolo de resistencia y de dignidad, el libro Enric Valor, memòries, Premio València de Ensayo 2020, a cargo del profesor Joan Borja. Así que, ¡valor, Enric!, que si Margarida paga su engaño y su miseria moral reventando con el aire del fuelle que el curtidor le aplica, así el fuelle de la literatura aviva los rescoldos de la belleza para levantar un fuego a cuya pira hacer arder la gilipollez general patria.


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