lunes, 14 de febrero de 2022

561. Las colecciones literarias de Vicens Vives

 

En mitad de la deriva educativa a la que estamos asistiendo, con su sangrante desprestigio del conocimiento y del espíritu de sacrificio, se agradece que resistan todavía propuestas didácticas como las que ofrece el grupo Vicens Vives, casi el único sello entre los grandes que se abastece de capital exclusivamente español, y que constituye uno de los proyectos editoriales más rigurosos y encomiables que se están llevando a cabo en la actualidad en nuestro país. Me refiero, concretamente, a las colecciones literarias que con tanto mimo y vocación de excelencia, mantiene desde hace ya varios años la editorial, y que representan, por su indiscutible calidad y por su afán pedagógico, un exponente de primer orden para la difusión de la cultura literaria española y también de la literatura universal.

Como profesor de Literatura en Secundaria, he manejado varias de esas colecciones, especialmente los libros que se acogen a los marbetes Clásicos Hispánicos y Clásicos Universales, y he hallado en ellos una magnífica herramienta de trabajo, pues entre sus páginas se aúnan el rigor filológico y una inteligente y pulcra selección formativa con la refrescante aspiración de ser, sobre todo, útil, lejos de ese prurito meramente exhibicionista con que otros sellos parecen querer servir solamente al lucimiento personal del encargado de la edición. Las colecciones literarias de Vicens Vives, al contrario, iluminan con sus aparatos de notas y sus sobresalientes introducciones contextuales incluso al entendido en la materia y, a la vez, apuntan al tuétano mismo del producto literario para ofrecer al alumno la información nuclear –pero nunca superficial– que el estudiante necesita dominar. Conozco de primera mano a algunos de los encargados de elaborar las distintas ediciones. Hay entre ellos profesores, escritores, críticos literarios, especialistas monográficos y otros tantos intelectuales, y sé de su enorme preparación académica, de su exquisito criterio y de su inmensa pasión. Y todo eso se nota en el resultado final. No le van a la zaga las otras colecciones de la editorial, como Clásicos adaptados o Cucaña que, manteniendo el espíritu de las obras originales, son capaces de introducir y familiarizar a los alumnos con los grandes títulos de la literatura española y universal, en una franja de edad clave para inocular en ellos el hábito de la lectura. Estas adaptaciones constituyen un primer barrunto para habituar a los pequeños a la experiencia de la calidad artística, estética e imaginativa que de dichas adaptaciones se desprende y cuyos cimientos acabarán sosteniendo, con el tiempo, parte de su educación humanística e integral. Y todo ello con la amenidad y la profesionalidad que exige tan delicada empresa. En ese sentido, no puedo dejar de destacar las preciosas láminas que acompañan a las ediciones, nacidas de la creatividad de los más destacados ilustradores.

Por todo lo antedicho, conviene reconocer, proteger y promocionar iniciativas como esta de Vicens Vives, sobre todo porque las sucesivas leyes educativas, con su defensa de la mediocridad, hacen más necesaria que nunca esta noble obstinación de combatir los embates del adocenamiento y ofrecer a nuestros estudiantes (que, no lo olvidemos, deben ser los futuros garantes de la continuidad de nuestro patrimonio cultural), un material de calidad que respete todas sus capacidades aún por explotar antes de que el gobierno de turno decida por ellos que su horizonte intelectual debe necesariamente limitarse en virtud de no sé qué suerte de sobreprotección contra los traumas de aprender.


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