lunes, 3 de julio de 2023

614. Veinticinco años sin Lucio Battisti

 


El día que murió Lucio Battisti lo supe porque él mismo me lo dijo. Era 9 de septiembre de 1998 y yo tenía 20 años. Paseaba por el dial de la vieja radio que mis padres habían comprado en Andorra y en todas las emisoras sonaba «Il mio canto libero» sin que nadie aclarase por qué. Como entonces no había manera de conocer con la presteza de hoy los sucesos que acontecían en el mundo, tuve que esperar a escuchar el programa Flor de pasión, de Juan de Pablos, que por aquella época se emitía de madrugada en Radio 3. Y allí estaba la voz quebrada de Juan, traspasada por el dolor, anunciando la muerte de Battisti y dedicándole todo un programa monográfico que grabé en una cinta de casete. No había escuchado a Juan de Pablos tan afectado desde sus míticos sollozos en antena cuando murió Dusty Springfield. Aún conservo aquel casete al que añadí una carátula con el rostro de Battisti imprimido de forma tosca en una impresora que se caía a pedazos.

La mayor parte de las letras de las canciones de Lucio Battisti fueron compuestas por Giulio Rapetti, más conocido como «Mogol». Los textos son pura poesía y la voz aterciopelada de Battisti, unida a sus arreglos musicales, el cauce perfecto. Aunque la crítica coincide en destacar la veta experimental de Battisti, a mí lo que me enamoró de su producción fueron las baladas clásicas. Hay canciones celebratorias del amor que son auténticos himnos, como «Il mio canto libero», que fue el tema que lo hizo popular, pero también «29 de settembre» con ese final exultante de felicidad o «Un’avventura», donde el cantante se rebela contra la provisionalidad de un amor que nace y que «è fatto solo di poesia». En otras ocasiones, los temas abordan el carácter redentor del amor, como en «Io vorrei, non vorrei», una de las canciones más bellas que he escuchado nunca y en la que el protagonista, roto durante mucho tiempo por un desamor, no sabe si debe o no abrir su corazón a la persona de la que se está enamorando; pero, finalmente, el «grande salto» hace liana. «Mi ritorni in mente» evoca la emoción de aquel primer encuentro fundacional y en «Vento nel vento», el miedo no existe cuando él recibe el cobijo cálido del abrazo de ella. Hay también canciones de desamor muy potentes, sobre todo porque Battisti teatraliza vocalmente sus temas. Así, en «Fiori rosa, fiori di pesco», el protagonista, tras un año sin ver a la persona amada, vuelve ilusionado a la casa de ésta, pero pronto descubre que ella ya no está sola; el momento en que se percata de ello es verdaderamente conmovedor. En «Non è Francesca», el protagonista se niega a creer que ella lo engaña con otro: «Come quell'altra è bionda, però / non è Francesca. / Era vestita di rosso, lo so/ ma non è Francesca / se era abbracciata, poi / no, non puo' essere lei». Y en «Io vivró senza te», el cantante dibuja la perspectiva desoladora de una vida sin ella, en la que, cual autómata, se someterá a la inercia de los días sin objeto; la instrumentación es casi un réquiem del desamor. También es bellísima «Umanamente uomo: il sogno», donde Lucio Battisti se limita a tararear o a silbar una melodía sin letra, que otorga a la composición un intimismo lírico precioso. La letra de esta canción permaneció inédita hasta 1999 (27 años después de ser compuesta): al parecer Mogol no quiso incluirla en el tema. Se trata de un breve poema de carácter existencialista. Y para acabar con esa lista de algunas de mis canciones favoritas de Battisti, no puedo dejar de citar «La collina dei ciliegi», un ejercicio casi místico de comunión compartida con el cosmos: una auténtica belleza.

Battisti murió prematuramente a los 55 años, probablemente de cáncer, aunque nunca trascendieran los verdaderos motivos de su muerte. A mí me queda aquel casete de mi juventud y aquella frase suya de «Il mio canto libero», que ha sido desde entonces una promesa cumplida: «Al fianco tuo mi avrai /se tu lo vuoi».

                                                                                                                                                A Sandro Luna

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Son las 6 de la mañana. El calor no me deja dormir. Estoy en el salón, sola. Abro un periodico digital local y leo un magnífico artículo sobre Azorín que me lleva a este blog. A esta entrada. Pongo un vídeo de Battisti en Youtube. Tengo el corazón encogido. No soy tan mayor y estoy tan sola. Me he acordado de los pocos que fuimos y que ya no están. De cuando no sabíamos que aún había esperanza.De la inocencia de otros tiempos. Será que no he dormido. Que asoma el sol. Lo veo todo tristemente claro. Gracias.

Píramo dijo...

Querida anónima:
Ojalá Battisti y la literatura ejerzan su abrazo terapéutico contra tu soledad y te hagan compañía. Un fuerte abrazo.