lunes, 20 de noviembre de 2023

629. Compañeros en la poesía y en la vida

 


La historia ha tendido a posicionar a los hermanos Machado, Antonio y Manuel, en bandos opuestos durante la guerra civil española, como si fueran piezas de ajedrez cuya única finalidad fuera acabar con los trebejos enemigos. Esas dos Españas de las que hablara don Antonio se han asociado a las figuras de ambos para ensalzar a uno y minusvalorar al otro en cuanto a calidad estética y ética. Ante esta simplificación injusta, defendida por quienes se arrogan el derecho a juzgar desde una posición totalmente alejada del peligro que se vivió durante la contienda, se alzan algunas voces como la de Joaquín Pérez Azaústre, quien en su novela El querido hermano reivindica la figura de Manuel Machado no solo como escritor, sino plasmando su dimensión más humana y demostrando el amor verdadero que ambos hermanos se profesaban pese a las circunstancias históricas que vivieron, las cuales supusieron su separación física definitiva, pero no afectiva.

 La obra, ganadora del XVI Premio Málaga de Novela, publicada por Galaxia Gutenberg, defiende a don Manuel, quien quedó atrapado en Burgos con su esposa Eulalia en julio de 1936, cuando estalló la guerra y se interrumpieron las comunicaciones en todo el país. En dicha ciudad castellana fue encerrado entre el 29 de septiembre y el 1 de octubre del 36. Tras su liberación, el poeta parece adherirse al Alzamiento Nacional, aunque se desconocen los verdaderos motivos de este cambio ideológico. Por ello, siempre pesará sobre su figura la duda de si fue un verdadero franquista.

El querido hermano es una obra dividida en tres partes, cuyo título está extraído de un verso del poema “El viajero” de Antonio Machado, que se articula en torno a un argumento muy sencillo: Manuel recibe la noticia de que su hermano Antonio ha fallecido en Francia. Profundamente afectado, visita a José María Pemán para cerciorarse de la veracidad de la tragedia. Pemán no duda en poner a su disposición a Raúl, un joven falangista, quien llevará al matrimonio hasta París para dar el último adiós a don Antonio. La novela se estructura, pues, en saltos temporales durante el viaje en automóvil. Los recuerdos y la nostalgia invaden a Manuel Machado, quien rememora momentos felices como el tiempo que ambos hermanos vivieron en el París modernista, empapándose de la poesía de Verlaine, Rimbaud, Jean Moréas, Baudelaire, O. Wilde, Rubén Darío y muchos otros con los que compartieron versos, paseos por Montmartre, tragos de absenta y amores bohemios. La mente de don Manuel nos lleva también al Madrid de los años 20 en el que Antonio y él triunfaron con sus obras de teatro escritas a cuatro manos y a las reuniones familiares en las que la poesía era una invitada de honor. Obsérvese, por tanto, cómo Pérez Azaústre crea un juego en el que participan personajes reales y ficticios que le sirve para defender la postura vital de don Manuel, para esbozar un retrato de la España del 39, con cadáveres en las cunetas, destrucción, dolor y muerte por doquier y para constatar el amor y la admiración mutuos de los dos hermanos (un ejemplo significativo es cuando Manuel le aconseja a Raúl que lea los poemas de su hermano y le presta un libro suyo que el joven toma con recelo y que acaba leyendo extasiado o cuando se deja constancia de que don Antonio intentaba tener noticias de su hermano a través de los periodistas con los que tenía contacto).

El tono narrativo se vuelve más cronístico en los capítulos dedicados al momento en que Manuel Machado es nombrado académico. El autor analiza minuciosamente el discurso que pronunció el poeta en el Palacio de San Telmo. Así, el narrador omnisciente deja paso a la voz propia de Pérez Zarústre, quien declara abiertamente su intención de demostrar que Manuel Machado preparó un discurso valiente en el que aludió a su pasado -incluida su vida bohemia en París-, a su hermano Antonio y a su nueva poesía, alineada con el nuevo régimen. En esta disquisición predominan el uso de interrogaciones retóricas, el léxico taurino cuando se detallan algunas de las “manolerías” que el poeta hizo en dicho discurso para torear su presente sin renunciar a su pasado y, en algunos momentos, un tono demasiado didáctico cuando el autor glosa con detalle algunos versos del poema “Adelfos”, el cual puede contrariar a lectores avezados a los que les guste llegar a sus propias conclusiones.

Especialmente emotivos son los capítulos en los que los personajes llegan a Colliure y conocen los detalles de la muerte de don Antonio y de su madre. La figura de Manuel, desolado ante la tumba de Antonio, queda legitimada ante los ojos del lector. Ya no hay duda de que el poeta que “eligió vivir” y su querido hermano siempre fueron “compañeros en la poesía y en la vida”.

1 comentario:

Gatopardo l'agüela dijo...

Las diferencias "irreconciliables" en política sólo demuestran que los interlocutores son indignos de usar la palabra y el argumento.

Manuel Machado fue un grandísimo poeta y un ser humano digno de ser el hermano de Antonio Machado. Gracias por recordárnoslo.

A mí me pone los pelos de punta su poema "Castilla".

Y ahora una buena noticia: Los papeles y documentos del archivo personal de Diego Catalán están siendo publicados con licencia creative commons en Archive.org:

https://archive.org/details/@archivo_diego_catal_n

Hasta el momento son algo más de mil seiscientos documentos escaneados y convertidos en imágenes, correspondientes a unas cien carpetas, junto con sus libros sobre el Romancero en edición digital y licencia creative commons.

Saludos cordiales