La compañía Ron Lalá lleva más de dos décadas deleitándonos
sobre los escenarios y para celebrar tan longeva trayectoria nos ofrece un
espectáculo que aúna las mejores escenas de sus cuatro primeras obras. 4x4
no es solo un homenaje a sus inicios sino también la constatación de que su
forma de hacer humor sigue estando vigente, de que soporta el paso del tiempo
sin que se haya convertido en un humor trasnochado o alejado del público. Las
carcajadas de su fiel cofradía dan buena cuenta de ello. Pero, además, el buen
hacer de Álvaro Tato, dramaturgo de la compañía, y del director Yayo Cáceres,
consigue que entre los cuatro números se perciba una sintonía, un ensamblaje
perfecto que nos lleva de uno a otro casi sin darnos cuenta, permitiéndonos así
tener una sensación de unidad.
Estos juglares del siglo XXI corroboran con 4x4
que su ADN teatral incluye la música, el verso y el humor como componentes
fundamentales de su forma de entender el hecho teatral. Y es que su teatro se
puede definir como una fiesta total que les ha llevado a recibir galardones tan
importantes como dos Premios Max y un Premio Talía, entre otros.
4x4 permite, además, un acercamiento a
los orígenes de Ron Lalá a aquellos espectadores que conocieron a la compañía a
partir del éxito arrollador que alcanzaron con piezas tan icónicas como En
un lugar del Quijote o la deslumbrante Cervantina y que, por tanto, no
tuvieron la oportunidad de ver las primeras obras en escena cuando se estrenaron,
entre 2005 y 2012: Mi misterio del interior, Mundo y final, Time al tiempo y
Siglo de Oro, siglo de ahora. Los cuadros seleccionados tratan temas que
siguen interpelando al espectador, como la búsqueda del sentido de la vida, la
indagación sobre el yo y la identidad, el paso del tiempo y su personificación
como un trilero que nos engaña siempre, el fin del mundo, el uso de internet y
de las nuevas tecnologías, el concepto de antiayuda frente a la consumidísima
autoayuda… Temas profundos tamizados en el cedazo de un humor crítico, de un ritmo trepidante y de la música, lo que
nos regala escenas inolvidables como, por ejemplo, el hombre que solo habla con
palíndromos, el viaje en taxi que simula un viaje por la vida del ser humano o
la ingeiosa conversación entre una abeja y una flor, sin olvidar momentos más
folklóricos cuando el personaje de Perilla de la Villa entona tangos, alegrías
y bulerías, haciendo así un homenaje fresco y desenfadado al “falamenco”.
Mención especial merece el número de Siglo de Oro, siglo de ahora en el
que el público se será testigo de la permuta entre Cervantes y Shakespeare
mientras escribían sus obras o con la recreación de una escena en la que
presenciamos la desolación del amante desconsolado, que cuenta con la
participación del público y sirve de broche de oro para el espectáculo.
Ron Lalá demuestra, pues, que es posible tratar temas
importantes y honrar a nuestra mejor literatura desde el prisma del humor, con un
optimismo que nos ayuda a escapar de la grisura y de la mediocridad de la
realidad circundante. Los cinco actores, Juan Cañas, Miguel Magdalena, Daniel
Rovalher, Diego Morales y Luis Retana, desprenden autenticidad en sus buenísimas
interpretaciones, se nota que se divierten durante la representación, lo que
produce una sintonía con el público, una sinergia muy especial que traspasa la
cuarta pared y que provoca que quien los ve, se convierta en ronlalero para siempre. Que ese limón
con alas con que timbra la compañía su emblema siga revoloteando por los
escenarios veinte años más y continúe regalándonos ese valioso presente que es
la risa.
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