domingo, 22 de enero de 2017

349. Miguel Hernández y José Luis Ferris (compañeros del alma)



Acaba de empezar el Año Miguel Hernández, que conmemorará el 75 aniversario de la muerte del poeta oriolano, y no se me ocurre mejor pórtico para penetrar en el atrio de tan emocionante efeméride que la biografía que del poeta cabrero nos regala José Luis Ferris, recientemente publicada por la Fundación José Manuel Lara. En realidad se trata de una reedición revisada y remozada de aquella otra que el escritor alicantino publicara en 2002 y 2010, con las ampliaciones pertinentes que la siempre inagotable figura del autor de Perito en lunas ha generado desde entonces. Porque con Miguel Hernández, nunca nada está cerrado. Una fotografía hasta hace poco inédita del poeta, tomada en Valencia en 1937 durante el II Congreso de Intelectuales para la Defensa de la Cultura  por el excelente fotógrafo Guillermo Fernández Zúñiga (cuya vida daría también para otra biografía) muestra a Miguel saliendo altivo del edificio del ayuntamiento –la altivez orgullosa de su recia convicción y compromiso con la justicia–, y prueba que, cada cierto tiempo, el fondo documental sobre Miguel Hernández se topa con nuevos hallazgos. De ahí la necesidad de José Luis Ferris de actualizar el trabajo ya hecho.
Hay académicos, estudiosos o especialistas, que se creen con el derecho de apropiarse de las figuras señeras de nuestra Historia y que rechazan recelosos cualquier intromisión que pueda arrebatarles esa exclusividad. Como si esos prohombres fueran sólo suyos y no, como lo son, patrimonio de todos. José Luis Ferris, que es de natural humilde y que despliega allá donde va su bonhomía machadiana, no pertenece a ese grupo. Y, sin embargo, con toda justicia podría concedérsele el título de Embajador de Miguel Hernández, remedando aquellos diplomas que el poeta obtuviera en sus años de estudiante en Santo Domingo –Emperador en Gramática–, porque a mí, aunque estoy seguro de que Ferris rechazaría esta afirmación de plano, se me hacen ya indisociables la figura de Miguel Hernández y la de su más excelso biógrafo. Si hasta la universidad de Elche donde ejerce la docencia Ferris se llama Miguel Hernández…
Hay en el libro de Ferris un entusiasmo contagioso e inspirador que sólo es posible concebir en alguien que ama lo que está haciendo. Existen pasajes donde ese amor, literalmente se le desborda. Y, no obstante, el libro es un ejemplo de rigor y acopio documental cuidado hasta el más mínimo detalle. Esa combinación de pasión y disciplina académica es el gran acierto del libro, que como dice el maestro Prieto de Paula, puede leerse como una novela, aunque “lamentablemente, lo que aquí se nos relata no es una novela”. Lejos de la aridez de otras biografías –pienso, por ejemplo, en algunos capítulos de la vida de Machado escrita por Gibson, que encalla por su frío catálogo de datos–, Ferris dosifica la documentación insertándola con natural maestría en un formato esencialmente narrativo y en ocasiones lírico, en cuyos resortes aparece el Ferris novelista y poeta. Y, claro, así da gusto. Hay, además, algunas sugestivas audacias, como aquella que establece paralelismos entre las pinturas de Maruja Mallo (de la que también es biógrafo) y algunos poemas de El rayo que no cesa, tradicionalmente atribuidos a su mujer, Josefina Manresa, que por aquel entonces se le moría de “casta y de sencilla”, concomitancias verdaderamente sorprendentes.

Otros tesoros hallará el lector en esta biografía que, como casi todas, no puede ser definitiva. Tampoco sé si es la más completa. Pero, aunque no lo fuera, si una biografía trata de explicar una vida, el libro de Ferris es vida, con todas sus exultantes y dolorosas consecuencias. Pero vida. Tanto es así que el subtítulo del libro, “muerte de un poeta”, parece desdecirse. Y se desdice. 



2 comentarios:

Tisbe dijo...

Es una excelente biografía cuya lectura es un deleite. Se percibe el amor que Ferris le profesa a Miguel Hernández.

Javier Angosto dijo...

Suscribo todo lo que dices (también lo relativo a la biografía de Machado escrita por Gibson). La de Ferris es una obra erudita, pero de una erudición bien entendida, que atrapa al lector desde la primera página. Además, desmonta algunos tópicos como el de que Miguel Hernández fue un poeta autodidacta o el de que su familia era paupérrima. A mis alumnos de 2º de bachillerato les pongo este libro como lectura voluntaria porque luego han de ir a Selectividad con la poesía de Miguel Hernández, y les gusta mucho.