lunes, 11 de mayo de 2020

485. Calle Reding



En una de las intersecciones con la emblemática calle Unió de Tarragona, nace la calle Reding, estrecha, casi un pasadizo, flanqueada a izquierda y a derecha por una sucesión de bolardos metálicos, como un escuadrón de soldados liliputienses ataviados con sus corazas que pretendiese honrar la memoria del general que da nombre a la calle. En el margen de las angostas aceras se abren pequeños negocios que acicatean la curiosidad del transeúnte, pues las más de las veces su género no responde a los productos comunes de las calles principales. Si quisiéramos comprar un gremlin, seguro que tendríamos que acudir a la calle Reding, y apuesto a que Michael Ende imaginó para la tienda en que Bastian adquiere La historia interminable algo parecido a una calle Reding. Al final del callejón se abre la Plaza Corsini, donde se erige el Mercado Central, construido al gusto modernista. En Málaga hay también un paseo de Reding y en Bailén una plaza de Reding.
Teodoro Reding (1755-1809) fue general del ejército español en el llamado Tercer Regimiento Suizo de Reding. En 1802 fue destinado a Málaga para contener las epidemias de fiebre amarilla que asolaron la ciudad. La fiebre se llevó a 7000 personas, 200 de las cuales pertenecieron a hombres de su regimiento. Su denuedo contra la epidemia le valió luego el cargo de gobernador de Málaga, función que desempeñó con una clara vocación de servicio y unas políticas sociales, sanitarias y urbanísticas que pretendían redundar en el bienestar de los malagueños, especialmente de aquellos más desfavorecidos. En 1808, durante la Guerra del Francés, participó en la exitosa batalla de Bailén bajo las órdenes del general Castaños, infligiendo la primera derrota a las tropas de Napoleón. En el cuarto de sus Episodios Nacionales, el titulado Bailén, Benito Pérez Galdós hace que su protagonista, Gabriel, forme parte de la división comandada por Reding. Bailén, que no es, al menos para mí, el mejor libro de la serie, describe aquel capítulo de nuestra Historia patria con la plasticidad en él frecuente, aunque la novela encalla en la profusión de detallismo sobre los datos estratégicos de la contienda, quizás interesante para los amantes de la literatura bélica pero no, desde luego, para quien esto escribe. Lo mejor, quizás, de Bailén, es el memorable pasaje donde se describe La Mancha, infiriendo de la sugestiva monotonía de sus planicies el inapelable acierto de Cervantes para convertir aquella tierra en la patria de don Quijote.
Participó después Reding en la campaña de Cataluña contra el ejército bonapartista pero fue derrotado en Valls por el general Laurent de Gouvion-Saint-Cyr,  batalla en la que resultó herido. Murió dos meses después, al contraer una infección por tifus, tras visitar el hospital militar de Altafulla. El 23 de abril de 1809 –el año pasado se cumplieron 210 años– fue enterrado en la Catedral de Tarragona, aunque más tarde sus restos fueron depositados en el lujoso panteón del cementerio de cuyo mantenimiento se encarga el Ministerio de Defensa. Reding fue uno de los primeros en ocupar el nuevo cementerio extramuros que se había habilitado en 1809 para poder ubicar a los numerosos muertos causados por la guerra contra los franceses.
Enfilando la estrecha y oscura calle Reding, uno no puede más que sugestionarse pensando en las dos epidemias –fiebre amarilla y tifus– a las que se enfrentó el ejemplar héroe militar. Pero conforme uno avanza y llega, al fin, al espacio abierto de la plaza Corsini, y descubre su mercado y recuerda la barahúnda comercial de otro tiempo que nos parece muy lejano aunque no lo sea tanto, y halla las terrazas atestadas y los niños jugando a la pelota y la tremolina de la vida, entonces, la estrecha y oscura calle Reding se queda atrás y el general vuelve a ganar en Bailén y nosotros nos damos a la luz. Fase 1.

1 comentario:

Javier Angosto dijo...

En sus LECTURAS ESPAÑOLAS cuenta Azorín que "un día el vencedor de Bailén, don Teodoro Reding, encontró a Mor de Fuentes y le regaló un ejemplar, en alemán, de WERTHER, de Goethe. Inmediatamente Mor de Fuentes comenzó a traducir en lengua castellana el libro de Goethe dando, así, la primera versión castellana de WERTHER". Y añade Azorín: ¿No es interesante figurarnos a Reding, el gran soldado de Bailén, leyendo en alemán el WERTHER, de Goethe?