lunes, 15 de enero de 2024

635. Cuando 'Collage' dejó de sonar

 


José Antonio Corrales Ponce de León tiene apellido de viajero intrépido. Y seguramente lo es, a su manera. Si el famoso conquistador exploró con enorme audacia el Nuevo Mundo, Corrales surca con sus novelas el proceloso piélago de la mente criminal, y lo hace desde su experiencia como inspector de policía, que le ha proporcionado no pocas situaciones inquietantes. El autor ilicitano publica ahora en Atlantis Ediciones La ceguera del murciélago, con la que quedó finalista del Premio Auguste Dupin de novela negra en 2022.

Lo que más llama la atención del libro de Corrales es, sobre todo, esa capacidad de observación, atenta a la minuciosidad y el detalle, que tiene la virtud de orillar por momentos la trama argumental para centrarse en la psicología de su principal personaje y en analizar el germen de su comportamiento. Efectivamente, lejos de los trepidantes excesos argumentales de algunas novelas negras, repletas de lances y cambios de rasante, a Corrales le interesa, sobre todo, bucear por las causas que determinan, como un fatum inevitable, el destino de los protagonistas, y solo en el último tercio de la novela asistimos al vertiginoso desenlace donde la acción casi no da cuartel.

La novela narra las vicisitudes de Atanasio, cuya infancia transcurre entre la violencia del padre y la locura de la madre, situación familiar de trágicas consecuencias que marcan la vida y la concepción del mundo del futuro adulto. He aquí, uno de los leit motiv de la novela: el determinismo, a la manera en que lo concibieron los autores naturalistas decimonónicos, con Émile Zola a la cabeza, que promulga el destino inapelable del individuo condicionado por su origen social o biológico, y abocado a la fatalidad. Atanasio, que antes de ser victimario, ha sido víctima, pasa irremediablemente de una infancia inocente y llena de buena voluntad, al mundo de la delincuencia, adoptando los postulados filosóficos roussionanios. En efecto, Atanasio tiende a la bondad y se siente feliz al amparo de aquel profesor que dedicaba una parte de las clases a poner discos de Collage, momento que él aprovechaba para bailar Due ragazzi nel sole apretado a la Chari, la niña de la que estaba enamorado. Toda esa etapa de ingenuidad desparece cuando se ve obligado a delinquir y a pasar parte de su vida en prisión, espacio que acaba convirtiéndose en un refugio seguro, alejado de la sociedad prejuiciosa y pervertidora. Especialmente simbólico es el apodo que Atanasio adopta desde ese momento, el apocorístico «Tana», con esa raíz griega –thanatos, muerte– que comulga con su nueva condición. Al salir de la cárcel, el Tana buscará al primer Atanasio a cuyo cobijo aspira a regresar, y en su alocado peregrinaje de redención querrá recuperar a la Chari y el recuerdo feliz del barrio humilde en que se crio, pero a su vuelta, todo ese asidero que anhela no es ya el que ha evocado durante años en su celda: el disco de Collage ha dejado de sonar.

Durante toda la novela, el lector asiste a una perturbadora contradicción entre las conclusiones psicológicas de los forenses, intercaladas entre los capítulos, que pintan a un sociópata irredento, con la empatía que nos produce la asistir a los pensamientos en primera persona del protagonista, por quien sentimos un paradójico sentimiento de solidaridad, lo que demuestra le habilidad de Corrales en la construcción de un personaje complejo y antitético.

Respecto al estilo, llama la atención, como hemos apuntado más arriba, la precisión quirúrgica por el detalle, no exenta de numerosas imágenes retóricas que demuestran una insobornable voluntad de estilo. Así, los pensamientos oscuros de Atanasio son como polillas que acudieran a la bombilla de su cerebro, o un cigarrillo se apaga en el suelo con un movimiento de swing, por nombrar solo algunos recursos de buen gusto literario.

En definitiva, La ceguera del murciélago puede contentar al lector de novela negra, pero también a aquellos que gustan de la morosidad lírica de su prosa y la cirugía psicológica. Me gustaría pensar que, al final del libro, Atanasio oye los acordes de Collage.

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