Helena
Pimenta, reconocida directora por, entre otros méritos, haber dirigido la CNTC
de 2011 a 2019, ha asumido el reto de llevar a las tablas el
clásico inmortal de Leopoldo Alas “Clarín”, La Regenta, de la mano de la
versión de Eduardo Galán. Transformar una novela de la envergadura de La
Regenta a un texto teatral no debe de ser tarea fácil, pues la labor de
selección y de condensación de escenas exige un minucioso estudio del original
que permita plasmar en el escenario el complejo mundo que Clarín retrató en sus
páginas. Y he aquí el primer punto débil de esta adaptación. La trama avanza
demasiado deprisa, es mucha la información que las figuras de los narradores
van contando a los espectadores de modo que, casi sin evolución, el público se
halla ante la lucha de egos entre don Fermín de Pas y el donjuán don Álvaro
Mesía que tiene a Ana Ozores como objetivo. Es evidente que la duración
temporal de una obra de teatro dista mucho de la extensión de las novelas de
corte realista y quizás, por ello, sea inevitable este ejercicio de
condensación argumental extrema.
Dicho
aspecto va unido a la falta de profundidad psicológica de los personajes. La
obra de Clarín permite al lector bucear por los intersticios más ocultos de la
mente de los protagonistas y entender así el conflicto que los aflige: la
insatisfacción vital de Ana, el deseo de control de don Fermín hacia su “hija
espiritual” predilecta, etc. Si bien se vislumbran retazos de estas
tribulaciones internas en la versión teatral, estos no son suficientes para
despertar del todo la catarsis en el espectador, sobre todo para quienes no
hayan leído la novela. Se hace difícil empatizar con unos personajes que sufren
un conflicto representado de manera somera y sin la introspección adecuada.
Con
todo, la adaptación es un espectáculo correcto en el que se percibe el respeto
al original. Se respira el ambiente decimonónico también en el vestuario de los
actores, lo que contrasta con el uso de proyecciones audiovisuales que podrían
ser prescindibles. Una pared blanca que simula una casa, con puertas y ventanas
que se abren y se cierran y unas cuantas sillas y mesas constituyen todo el
decorado. La puesta en escena nos regala algunos hallazgos interesantes como cuando
Ana va repartiendo rosas a un lado y a otro del escenario como símbolo de la
oscilación de su tendencia entre don Álvaro y don Fermín. Sin embargo, se ha
omitido el “beso de sapo” con el que concluye la novela, un momento icónico,
que ha pasado a los anales de la memoria literaria y que muchos espectadores
esperaban.
En
general, el trabajo interpretativo de los actores es adecuado. Destaca la
actriz Pepa Pedroche en su papel de madre de don Fermín, quien encarna con
solvencia la preocupación por el futuro de su hijo, por las habladurías que
circulan por Vetusta en torno a la relación entre el canónigo de la catedral y
Ana. Asimismo, Joaquín Notario da vida a un don Víctor Quintanar despreocupado,
incapaz de satisfacer las necesidades de su esposa, de un modo bastante fiel al
original. Álex Gadea interpreta a un don Fermín correcto, pero no brillante,
pues la sombra de Carmelo Gómez es alargada. Ana Ruiz destaca por la dulzura de
su voz, mas adolece de verosimilitud en algunas ocasiones, como en la escena
final en la que Ana Ozores vive presa de la culpabilidad por la muerte de don
Víctor y por el rechazo y el desprecio al que es sometida cuando toda Vetusta
le da la espalda. Es una mujer destrozada que en la representación teatral no
lo parece.
Por
todo ello, se puede afirmar que esta nueva Regenta es un espectáculo aceptable,
un buen acercamiento a la obra para quienes no la hayan leído, pero resulta
insatisfactoria para quienes busquen a los auténticos Ana y don Fermín. Quizás
no todas las novelas sean adaptables al teatro, tal vez para conocer el
universo de Vetusta haya que releer a Clarín, perderse por sus páginas, dejarse
mecer por sus descripciones, sumergirse en los monólogos interiores que nos
permiten conocer la mente de sus personajes como si fuera la nuestra. Volver a La
Regenta en el género en el que nació: la novela. Leerla. No hay mejor
homenaje.
1 comentario:
Muy buena reseña, Bea. Yo también considero que adaptar en estos tiempos la gran novela de Clarín es una empresa condenada a la frustración. Estoy de acuerdo, además, en que la escena del sapo no es prescindible. Enhorabuena.
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