lunes, 12 de julio de 2010

54. Mil soles espléndidos

Una de las múltiples funciones que puede tener la literatura es la del compromiso social. Si repasamos la Historia de la Literatura veremos que son muchos los escritores que han empleado la fuerza de su pluma para denunciar situaciones injustas relacionadas con su patria. Este fenómeno se produce también en los escritores que, por unos motivos u otros, han tenido que vivir en el exilio. Tal es el caso del afgano Khaled Hosseini, médico y escritor afincado en Estados Unidos desde la década de los 80 a raíz de la invasión soviética que sufrió su país en esa época. Ya en su primera novela, Cometas en el cielo, dibujaba un espeluznante retrato de Afganistán, un país marcado por el sino de la guerra, la muerte y el dolor. Ahora, con su segunda novela, remarca con más intensidad esa línea de denuncia iniciada anteriormente.

El autor se centra en el mundo femenino, en la mujer afgana y en su forma de vida. Con un trasfondo político marcado por la invasión del ejército ruso, las guerras internas entre los diferentes grupos étnicos, la llegada al poder de los talibanes y la incursión estadounidense, el lector es testigo de la historia de Mariam, una harami, hija ilegítima de un importante comerciante que, tras el fallecimiento de su madre, decide acordar su matrimonio con Rashid, quien es 30 años mayor que ella. A partir de este momento comienza el calvario de la joven, pues ha de marcharse a Kabul a vivir con un completo extraño que acaba despreciándola por su imposibilidad de concebir hijos. Paralelamente, se nos presenta la historia de Laila, una adolescente que pierde trágicamente a su familia y ha de aceptar el ofrecimiento de Rashid de ser su segunda esposa. Entre las dos mujeres se establece un invisible lazo de unión que forja una relación que va más allá de la amistad. Ambas comparten su sufrimiento, su miedo y sus ansias de libertad, de acabar con una vida marcada por el horror y por unas leyes que impiden su propia realización como seres humanos. Las descripciones de situaciones de la vida cotidiana son realmente aterradoras y no dejan indiferente a nadie: A lo largo de los años, Mariam había aprendido a insensibilizarse cuando su marido la despreciaba, le hacía reproches, la ridiculizaba y la reprendía. Sin embargo, no había conseguido dominar el miedo que le inspiraba. Después de tanto tiempo, seguía echándose a temblar cuando Rashid iba a por ella con esa expresión de sorna, apretando el cinturón en torno al puño, haciendo crujir el cuero, y con los ojos brillantes e inyectados en sangre. Era el miedo de la cabra a la que meten en la jaula de un tigre, cuando el tigre alza la cabeza y empieza a gruñir. El único consuelo que les queda a ambas es el cariño que se profesan, cual madre e hija. Las dos unirán sus fuerzas para librarse del yugo de su opresor. En este sentido, el papel de Mariam es clave, ejemplo a seguir de generosidad desbordante y de amor desinteresado.

Como ya se ha señalado, esta novela constituye un documento de gran valor para dar a conocer al resto del mundo la situación de Afganistán, el drama que viven sus habitantes desde hace décadas y, en concreto, la situación extrema que padecen las mujeres. Y es que la palabra, en ocasiones, es la mejor manera de denuncia. No obstante, Khaled Hosseini no se conforma con emplear la literatura como dardo denunciador, sino que él mismo, a raíz de un viaje que hizo a su país en 2007, ha creado una fundación que lleva su nombre. Ya en 2006 fue nombrado representante de buena voluntad del ACNUR, las Naciones Unidas para los refugiados. Desde su plataforma se pretende proporcionar asistencia humanitaria en Afganistán así como educar a las mujeres y a los niños.

Se da, por tanto, la simbiosis de la palabra, con su capacidad catártica sobre los lectores y de la acción, de la generosidad del escritor y de personas anónimas que luchan para que en Afganistán vuelvan a ser posibles las palabras del poeta Saib-e-Tabrizi:

Eran incontables las lunas que brillaban sobre sus azoteas,

o los miles soles espléndidos que se ocultaban tras sus muros.

4 comentarios:

Píramo dijo...

Los intelectuales tienen la gran responsabilidad de dar a conocer las injusticias y luchar por un mundo mejor. El viejo debate entre lo útil y lo estético no tiene cabida en determinadas situaciones en que la evasión resulta poco menos que inmoral. Es el caso de Hosseini como lo fue el de nuestros poetas en guerra. Tisbe, gracias por traernos esta reflexión tan importante y felicidades por la, como siempre, amena exposición del argumento de la novela, rematada con esos dos hermosos versos finales. Celebro compartir mi vida con alguien a quien no le resultan indiferentes las desgracias del mundo.

E. Martí dijo...

Tomaré nota para leerlo este verano.
Valientes los escritores que levantan su voz para denunciar las injusticias. Pero ellos son los más eficaces pues la voz y la palabra son quienes tienen el poder de manifestarse.
Gracias por tan interesante entrada y feliz verano a Píramo y Tisbe.
Un abrazo

Mª Carmen Pidal dijo...

Me encantó el libro, tanto como Cometas en el cielo... son tan distintos como iguales. Lecturas que se guardan para siempre en nuestra memoria.

Tisbe dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios.
Píramo, compartir mi vida contigo es la mejor celebración que nunca hubiera imaginado.
Esmeralda, espero que te guste el libro tanto como a mí. Feliz verano, descansa y disfruta de buenas lecturas.
Mari, coincido contigo en que las dos novelas de Hosseini permanecerán en mi memoria siempre. Son impactantes y a la vez tan bonitas... Seguiremos intercambiando títulos.