domingo, 24 de octubre de 2010

65. El "haiku" en España

En las últimas décadas se ha producido en nuestro país un reflorecimiento de la cultura japonesa, favorecido, entre otros factores, por el auge de su tecnología, por sus propuestas cinematográficas, especialmente en los géneros de terror y  de animación, o por su fuerte sentido de la espiritualidad, procedente del budismo Zen, que se ha manifestado como un asidero donde sujetar la maltrecha fe del hombre occidental en los asuntos del alma, cuajados desde hace tiempo de la fría escarcha del escepticismo. Digo lo de reflorecimiento porque el fenómeno no es nuevo y la fascinación por el mundo nipón nunca ha dejado de reverdecer sus tallos. En el siglo XVIII el mobiliario rococó adoptó multitud de motivos japoneses; el atormentado hombre del Romanticismo gustó de refugiarse en lugares alejados y exóticos; ya a principios del siglo XX, el Modernismo, que tanto debe a los románticos, heredó de éstos esa evasión geográfica y la estilizó hasta aristocratizarla, y Japón no fue una excepción; los movimientos de Vanguardia en su intento de romper con la tradición anterior encontraron nuevas formas de expresión en culturas ajenas a la nuestra, y también Japón halló su hueco. Hoy, este nuevo empuje de la cultura japonesa encuentra uno de sus exponentes más significativos en el campo de la literatura, concretamente con la recuperación del género poético del haiku. Son muchos los poetas españoles que se han lanzado con más o menos fortuna a la creación de haikus. Pienso ahora en Luis Alberto de Cuenca, por citar a uno de los autores de prestigio que más recientemente ha incluido ese género en su último libro de poemas. Sin embargo, no hay que pensar que el cultivo del kaiku  en España sea una novedad. Como casi siempre, todo está ya inventado. El profesor Pedro Aullón de Haro, en un interesante tratadito que data de 1985 titulado El jaiku en España ya nos pone en antecedentes sobre la tradición jaikista española. Y nombra a escritores tan ilustres como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Juan José Domenchina, Jorge Guillén, Lorca, Cernuda y Salvador Espriu. Y el primer libro de haikus en español corresponde al mexicano José Juan Tablada (Un día…) y data de 1919. Dicho esto, el poeta que quiera adentrarse en el cultivo del haiku debe ir con cuidado. Muchos se lanzan a dicha empresa porque está de moda y hay en esa actitud un molesto tufillo de esnobismo. La esencia de esta breve composición estriba en su capacidad sugestiva. La personalidad del autor no debe aparecer nunca en los versos; este despojamiento no es siempre sencillo en los escritores occidentales, cuya vanidad de creadores, les induce a dejar su sello personal en los poemas. El haiku trata de apresar el instante; según Basho (1643-1694), que es el mayor poeta del género, “es aquello que ocurre en este preciso momento”; es, en cierta medida, un cuadro impresionista, pero dibujado con una precisión léxica que rechaza el ornato superfluo y que, a la vez, ofrece la suficiente fuerza evocadora. Según los estudiosos, esto es fácil en japonés, que es un idioma que per se tiene esa capacidad sugestiva. Pero el transplante al español no es tan sencillo, porque nuestro idioma, en el campo de la lírica, necesita para esa meta el uso de la metáfora u otros cambios semánticos que se desvíen del lenguaje ordinario para producir el efecto poético deseado y no caer en el prosaísmo. Por eso, el haiku requiere talento y habilidad y, pese a su aparente sencillez, no todo el mundo puede llegar a su sustancia. Es un mensaje para los oportunistas que creen que están a la última o que están revolucionando la poesía (lean a Aullón de Haro), para los perezosos, que se parapetan tras esos 3 versitos para no trabajar demasiado y justificar su racanería creativa en la modernidad, y para los falsos jipis y “fumetas” que se creen “guays” porque hacen haikus y no tienen ni idea.  A ellos este haiku de Espriu: “Con eternos límites/topa el afán inútil/de la hormiga”.

6 comentarios:

E. Martí dijo...

Me gustan los haikus. Excelente préstamo de la cultura oriental.
Saludos cordiales

Capitán dijo...

Con los haikus pasa como con los poemas sin rima o los estilos pictóricos abstractos, que en ellos conviven maestros con ineptos que no son capaces de hacer otra cosa y esconden su inutilidad en la falta de requisitos formales.

Muy interesante la entrada, como de costumbre.

Javier Angosto dijo...

Espléndido artículo, Píramo. Y totalmente de acuerdo con los comentarios de Martí y de Capitán.

Tisbe dijo...

Coincido totalmente con la opinión de Capitán. Hay mucho epígono que contribuye a deshonrar el género.
Magnífico artículo.

Píramo dijo...

ESMERALDA, yo aún tengo que "cogerle el tranquillo" a los haikus. Pero en esta primera aproximación que he hecho, intuyo que tienen un lirismo sobrio que, por sobrio, es más lírico. Y eso es una novedad, al menos, curiosa e interesante.

CAPITÁN, precisamente al escribir el artículo estaba pensando también en el verso libre. Hay quien se sujeta a este tipo de versificación para ampararse en su torpeza. Imagino que para el verso libre también hay que saber. Pero yo también tengo dudas. ¿Qué diferencia hay entre escribir verso libre o disponerlos seguidos como si fuera prosa? ¿Es por el ritmo? ¿El aislamiento de palabras clave? No lo sé. Debo indagar en ello, quizás preguntando a algún poeta. Por preferir, sigo prefiriendo la rima.

JAVIER, gracias por tu fidelidad.

TISBE, lo malo de estos epígonos es que no creen que lo sean. Creen que están inventando el género. De todos modos, no parece que se pueda hablar de epígonos en géneros estróficos. Por ejemplo, ¿habrá alguna vez epígonos del soneto?

Antonio Tello dijo...

Magnífico y documentado artículo Píramo. Precisamente una de mis prevenciones con él y que hago extensiva al microrrelato, es la tentación que supone para los perezosos, cuando en realidad exige un trabajo riguroso de sustantivación.