domingo, 31 de octubre de 2010

67. "Qué largo me lo fiáis"

Esta noche es Noche de Difuntos. Y como ya viene siendo habitual, las calles se llenarán de calabazas y siniestros disfraces para regocijo de algunos comerciantes, que ya se han preocupado durante toda la semana de inspirar con sus escaparates la moldeable mente de los adolescentes, tan atentos siempre a ese fenómeno del borreguismo en masa que les induce a balar al son del borrego mayor de la manada. Esa misma noche, hace ahora un año, se me presentó en mi casa un niño de corta edad, ataviado su menudo cuerpo con una especie de pijama que aspiraba a representar la imagen de un esqueleto y con profusión de pintura, negra en las ojeras y roja en la comisura de los labios. Muy guapo. La pequeña radiografía andante me suelta entonces la frasecita ésa del “Truco o trato” y me extiende ambas manos, unas falanges y unos metacarpianos preciosísimos, cual pedigüeño consumado. Yo, reponiéndome aún de la visión, no sé cómo reaccionar porque hasta donde alcanza mi conocimiento de la cultura popular española, pensaba que el aguinaldo se pedía en Nochebuena, no en la noche de Difuntos. Y tampoco había villancico por ningún sitio. Total, que el truco fue hacerme el despistado y el trato lo dejó claro el eco que produjo en la escalera el portazo con que despedí a mi convidado que, por desgracia, no era el de piedra, de mucha más solera. Oigan, no fui tan cruel. Contribuí con el efecto de ese sonido hueco que se perpetuaba lóbregamente por la escalera a hacer la noche más “hallowiniana” al chaval. Luego supe que las dos enigmáticas palabras del dilema que me había planteado la esfinge raquítica tienen su explicación en el folclore yanqui. Pero este año pienso contraatacar. Cuando la chiquillería inunde las calles con sus alaridos, aullidos, arrastre de cadenas y demás terribles sonidos, pienso salir a mi balcón, como si saliera de la mismísima sevillana Hostería del Laurel en carnaval, embozado en una capa, con sombrero de ala ancha y blandiendo una espada, para acallar a tanto monstruito y decirles: “¡Cuán gritan esos malditos!/ Pero, mal rayo me parta/ sin en concluyendo esta carta/no pagan caros sus gritos!”. Y si me preguntan que quién soy les responderé, esta vez en versión de Tirso de Molina: “Guárdense todos de un hombre/ que a las mujeres engaña/ y es el Burlador de España”. Porque para fantasmas, me quedo con el de Gonzalo de Ulloa, que se presentaba en casa de uno y no te preguntaba si querías truco o trato, sino que te invitaba a su sepulcro para cenar y te ponían culebras y alacranes en el plato. O el de Doña Inés, que al menos era un fantasma hermoso, a pesar de su obsesión por redimir a Don Juan para compartir sepultura con él. El mito de Don Juan es, junto al Quijote, la aportación española a la cultura mundial más reconocida. Hay un pasaje en la obra de Zorrilla, en la que el escultor que ha esculpido las estatuas de las víctimas de Don Juan, dedica a las mismas estas palabras: “¡Oh! frutos de mis desvelos,/peñas a quien yo animé/y por quienes arrostré/la intemperie de los cielos;/el que forma y ser os dio,/va ya a perderos de vista;/¡velad mi gloria de artista,/ pues viviréis más que yo!”. El autor vallisoletano estaba ya profetizando la incombustibilidad de este mito que nos empeñamos en arrumbar al cuarto de los trastos viejos, en pos de una tradición postiza y superficial. El personaje de Don Juan tiene un anclaje tan sustancial en nuestra cultura que hasta el diccionario recoge la palabra “donjuán” para referirse a los galanes conquistadores, igual que hay perros “lazarillos” que guían a los ciegos o “celestinos” que median en amores. Quiero ver a nuestro Don Juan altanero, decirles a los que ya lo entierran aquello de “qué largo me lo fiáis”; y quiero verle haciendo trizas la calabaza yanqui, porque, caramba, para calabazas ya tenemos a la Ruperta.

[En la imagen, el fantasma de Gonzalo de Ulloa presentándose en casa de Don Juan]

7 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Me lo he pasado muy bien leyendo tu diatriba, Píramo. Gracias.

Capitán dijo...

Buen reparto de calabazas, estupendo y divertido. Espero que cunda el ejemplo

Tisbe dijo...

Esperemos que la tradición española no sucumba ante las costumbres americanas, que se van imponiendo cada vez con más fuerza. ¡Arriba el Tenorio!

Píramo dijo...

JAVIER, gracias a ti por divertirte.

CAPITÁN, gracias, aunque creo que fue un auténtico fracaso y Halloween se impuso. Qué le vamos a hacer.

TISBE, menos mal que no me has salido hallowinera. Me habrías dado calabazas...

Mari Carmen dijo...

A mí también me ha gustado mucho.
Pero somos pocos los que nadamos a contracorriente en este aspecto :(

Laura Guerrero dijo...

Queda poca gente que aún no haya sucumbido al novedoso Halloween, que aunque divertido, nos aleja de nuestras costumbres haciendo que los jóvenes (me incluyo) celebremos más otras tradiciones que no son nuestras.

Píramo dijo...

Mari Carmen, no había visto tu comentario hasta hoy. Somos pocos pero tercos...

Laura, no debes sentirte culpable por seguir la corriente. Te debe bastar con conocer que hay otras tradiciones y que hay recordarlas y mantenerlas para defender nuestra identidad. Gracias por tu comentario.