miércoles, 15 de diciembre de 2010

73. Me llamo Rojo

Mi primer acercamiento a la literatura turca ha sido a raíz de visitar Estambul este verano. Creo que es una buena costumbre leer obras relacionadas con la ciudad que se va a visitar, pues, en muchas ocasiones, nos ayudan a comprender mejor la idiosincrasia de cada lugar. En este sentido, Me llamo Rojo ha supuesto un buen complemento para mi viaje pues refleja perfectamente el contraste que predomina en la ciudad, esa puerta que separa Oriente de Occidente, el país que aspira a ser Europa pero que mantiene su esencia oriental y legendaria. La novela  gira en torno a la investigación del asesinato de Maese Donoso, un miniaturista que trabaja en un libro que el sultán Murad III ha encargado para impresionar al Dux de Venecia. La peculiaridad de este encargo es que los ilustradores trabajarán siguiendo el estilo de los francos, alejándose, por tanto, de los modelos tradicionales de Shiraz y Herat. Este atrevimiento supone una grave ofensa al Islam, que prohíbe la representación figurativa. Parece que el Sultán ha sucumbido a los gustos occidentales y desea ser retratado siguiendo el principio de verosimilitud. En torno a este núcleo argumental subyacen otros muchos temas que gozan de vigencia absoluta en la Estambul del siglo XXI. Por ejemplo, el fanatismo religioso representado por el predicador de Erzurum, que difunde entre la población el miedo al pecado y condena la pintura, la danza de los derviches o un acto tan baladí como tomar café. Sus sermones calan en la población y en algunos de los ilustradores que trabajan en el secreto encargo,  que ven cómo se genera en su interior un grave dilema: ¿pueden usar la perspectiva, pueden representar la realidad tal y como la ven los ojos, pueden tener un estilo propio? He aquí el reflejo de la confrontación de culturas pues, por un lado, admiran la pintura de los occidentales y sus técnicas y, por otro, tienen miedo de alejarse de sus modelos tradicionales puesto que "el retrato era el mayor pecado y con él se acabaría la pintura musulmana". Asimismo, en este lienzo de Pamuk tiene cabida también el tema amoroso encarnado en Sekure y Negro, hija y sobrino respectivamente de Tío -personaje que recibe el encargo del Sultán y coordina a los ilustradores-.
La novela se presenta, desde mi punto de vista, como una metáfora del choque de civilizaciones que vive Turquía a través de un profundo amor a la pintura, pues en sus páginas Orhan Pamuk da a conocer al lector las claves de este arte tan noble a través de bellas descripciones -en ocasiones demasiado prolijas- como la de la leyenda de Hüsrev y Sirin.
Por otra parte, nos encontramos ante una narración coral en la que en cada capítulo se da voz a un personaje distinto e, incluso, a los objetos y animales que se están retratando en el libro. Se trata de un planteamiento original que ofrece al lector una visión global de la historia y, en ocasiones, sorprendente tal y como sucede en el primer capítulo en el que se escuchan las palabras del asesinado: "Ahora estoy muerto, soy un cadáver en el fondo de un pozo. Hace mucho que exhalé mi último suspiro y que mi corazón se detuvo pero, exceptuando el miserable de mi asesino, nadie sabe lo que me ha ocurrido".
En definitiva, Me llamo Rojo es una novela de intriga y de amor pero, sobre todo, de reflexión sobre la dicotomía entre Occidente y Oriente que vive Turquía. Este compromiso reflexivo fue uno de los motivos que llevaron a Orhan Pamuk a recibir el Premio Nobel en el año 2006, puesto que "ha encontrado nuevos símbolos para reflejar el choque y la interconexión de las culturas".

3 comentarios:

Píramo dijo...

Tisbe, qué gusto da leer tus reseñas, tan lúcidas, con ese estilo tuyo tan llano, que es el mejor de los estilos (tengo que aprender a redactar como tú, yo que siempre escribo tan alambicado) y con esa capacidad de sugerir la belleza de un libro, de sintetizar sus aspectos más relevantes y de desentrañar bajo tu siempre acertado criterio, las claves de una obra. Me ha encantado tu reseña, ya te lo dije por teléfono. Y, respecto al libro, qué historia tan cargada de exotismo con esos miniaturistas secretos que intentan agradar a su sultán occidentalizado. Estambul, qué contrastes en nuestro viaje. Y qué metáfora esta novela de esa lucha entre la modernidad y la tradición. Un abrazo. Hoy, que tanto lo necesitas.

Javier Angosto dijo...

¡Qué buena pinta tiene la novela! Tomo nota, que diría Juncal. Y muy buena tu reseña, Tisbe. Gracias por darnos a conocer la novela a todos los seguidores de este blog.

Tisbe dijo...

Píramo, gracias por las palabras que me dedicas tan cargadas de afecto. Me he ruborizado al leerlas. Ya sabes que eres un exagerado. Un fuerte abrazo.
Javier, si algún día lees la novela podemos intercambiar opiniones. Muchas gracias por tu comentario. Saludos.