domingo, 1 de mayo de 2011

97. La poesía del té

De un tiempo a esta parte me he aficionado al té. En honor a la verdad, debo confesar que no soy un gran entendido. Es el mío un paladar torpe incapaz de extraer los muchos matices con que la milenaria infusión deleita a los expertos bebedores. Supongo que todo es cuestión de ir educando el gusto, como con el vino.
Hasta la llegada de esa remota conquista del sabor, disfruto del té de otra manera: leyendo las cartas de las teterías. Ninguna carta tan llena de poesía y nombres evocadores como las cartas de tés.  Y es que en el ritual del té hay un algo místico que sugestiona. Así, podemos pedir un “Pequeño buda”, acercarnos al “Templo del cielo”, codearnos con las divinidades tomando el “Té de las diosas” o el de “Isis” o el del “Dios del sol” o, si buscamos una mística más terrenal, el “Té del monje”.
Algunos tés nos hechizan inoculándonos el mal de amor, brebajes que podría haber bautizado la mismísima Celestina de entre aquellos bebedizos y mejunjes con que aplacara el corazón de Melibea. Caeremos en la dulce red si  tomamos un “Reina de corazones”, si nos dejamos embaucar por el “Amor brujo” de la “Seducción mora”, de las mujeres del “Harén”, que contonean su “Cuerpo del deseo” y nos roban el “Suspiro del Moro”. O nos vencerá esa “Inocencia de mujer” que esconde, en realidad, el erotismo de una “Cleopatra” que nos hará soñar “Sueños de amante”.
Con el té se puede viajar a lejanos y exóticos rincones. Basta con enfundarnos el traje de “Peregrino” y descubriremos las maravillas que se esconden en el “Paraíso del sur”, donde se encuentra el “Esplendor de Al-Ándalus” con su “Pasión de Granada”, la ciudad de Boabdil, custodiada por los “Sueños de la Alhambra”. Sueñan con ella el “Albaicín” y el “Generalife”. Podemos contemplar el “Atardecer en Marrakech”, navegar los mares guiados por la luz del “Faro de Alejandría”, imitar a Marco Polo emprendiendo la “Ruta de la seda”, pasar una “Noche en el Tíbet”, admirar la mítica “Samarcanda”, aspirar los “Aromas del Nilo”.
Llegada la noche y agotados por el largo viaje,  reposamos tumbados al raso, al amparo de la “Flor de hibisco” o la “Flor de Babilonia”, contemplando entre el “Polvo de estrellas”, la “Luna mora”, hasta la llegada del “Lucero del alba” y el “Sol de las cumbres”. Quizás, nos despierte la “Danza de la mariposa de Jade”. Y quién sabe, tal vez, intrépidos, volvamos de nuestro viaje, trayendo en las alforjas algún tesoro legendario como la “Perla de noche”, “Los siete tesoros del emperador”, el “Tesoro azteca”, la “Esmeralda imperial” o las “Perlas del dragón”.
Además de los nombres de los tés, éstos guardan aún otras palabras de singular belleza, que son los propios ingredientes. Formados por hierbas aromáticas y especias, las denominaciones de todas ellas recogen en su misma pronunciación el encanto y el misterio de esos vocablos que, como el léxico rural, se está perdiendo: flor de aciano, saúco, cártamo, cardamomo, cilantro, bergamota y los más conocidos, jengibre, hinojo o azahar. Quien desee deleitarse con estas palabras y otras, ya en total desuso, recomiendo leer Cosas del campo de Muñoz Rojas. El lector respirará el lirismo de las pinturas rurales que el autor nos acerca, acompañados del rumor de la propia cadencia fonética de esos términos que, en muchas ocasiones, liman o suavizan las aristas del castellano y nos redescubren un idioma lleno de hermosas sugestiones sensoriales.
Sirva todo lo dicho para demostrar una vez más que la literatura nos invade en cada acto cotidiano, como éste de tomar el té entre la poesía de sus cartas. Y si hubiera alguna duda al respecto, como la de aquel buen amigo mío que llama al té “Agua sucia del grifo”, pídase un “Bálsamo de Fierabrás”, un “Sherezade” o un “Mil y una noches” para convencerse.

(A Beatriz y a esas tardes tan nuestras de té y palabras)

¿Conoces algún té con un nombre poético? Compártelo con nosotros.

9 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Precioso artículo con esa manera tan original de hilvanar el texto a partir de los nombres de los tés, siempre tan sugerentes.
Te copio un fragmento de "La elegancia del erizo", de Muriel Barbery, que te va a gustar. Es todo un homenaje al mundo del té (bebida, por cierto, que, como decía Néstor Luján, ha salvado miles de vidas en el llamado tercer mundo gracias a que, para tomarla, antes ha habido que hervir el agua). Ahí va el fragmento de "La elegancia del erizo": "El ritual del té, esta repetición precisa de los mismos gestos y de la misma degustación, este acceso a sensaciones sencillas, auténticas y refinadas, esta licencia otorgada a cada uno, sin mucho esfuerzo, para convertirse en un aristócrata del gusto, porque el té es la bebida de los ricos como lo es de los pobres, el ritual del té, pues, tiene la extraordinaria virtud de introducir en el absurdo de nuestras vidas una brecha de armonía serena. Sí, el universo conspira a la vacuidad, las almas perdidas lloran la belleza, la insignificancia nos rodea. Entonces, tomemos una taza de té. Se hace el silencio, fuera se oye soplar el viento, crujen las hojas de otoño y levantan el vuelo, el gato duerme, bañado en una cálida luz. Y, en cada sorbo, el tiempo se sublima".

JLA dijo...

Mi té favorito: (en Granada lo encontrarás)"besos de mora". Un abrazo, Píaramo!!

JLA dijo...

ups...Píramo!!

Tisbe dijo...

Original y bonito artículo que demuestra que en un acto tan trivial como tomar té hay poesía. Y es que no se me ocurre mejor acompañamiento para una buena lectura que un oloroso té humeante. Mil gracias por la dedicatoria, a mí también me encanta compartir contigo esos momentitos tan nuestros.

Javier Angosto dijo...

Cuánta razón tienes, Tisbe: a mí tampoco se me ocurre mejor acompañamiento para una buena lectura que un oloroso té humeante. No se puede pedir más.

Cris dijo...

Muy bonito artículo...a partir de ahora mirare con otros ojos las cartas de las teterias.

Un saludo y espero tomarme un te con vosotros pronto

Píramo dijo...

JAVIER, celebro que te haya gustado el artículo. El texto que has copiado es precioso. Como ya te dije por correo, conseguirás que acabe comprando el libro de Barbery.

JORDI, gracias por tu aportación. Tiene buena pinta ese "Besos de mora". Suerte con tu último libro, NARCOLEPSIA, y ánimo con la retahíla de promociones que te esperan. Y sigue con la misma ilusión que aprecié el día de la presentación.

TISBE, tú eres la auténtica artífice de este artículo. Tú me introdujiste en el mundo del té y éste ya está totalmente asociado a ti a y a nuestras conversaciones entre las tazas humeantes, las velas y el incienso.

CRIS, eso está hecho. La próxima que vayamos a Almería, ciudad tan próxima en su espíritu al mundo árabe. O en Alicante. O en Tarragona, aunque ésta te pilla más lejos...

Javier Angosto dijo...

Hoy en Peñíscola te he "cazado" tres nombres de té muy eufónicos: "besos del ángel", "sueños del Papa Luna" y "Azul". Este último, que nos lo hemos tomado como un homenaje a Rubén Darío, estaba muy bueno. Tenía un toquecillo a limón que nos ha gustado mucho.

Píramo dijo...

Javier, ¡qué buena caza! Y qué literaria con ese tributo azulado a Rubén Darío. Gracias por engrosar la lista.