domingo, 3 de julio de 2011

107. Leer en verano

























Con la llegada del verano, las publicaciones que se dedican a la divulgación cultural se afanan por confeccionar listas de títulos literarios que les sirvan a sus lectores para llenar el largo asueto de las jornadas de estío. Y es que de “estío” a “hastío” hay sólo dos letras de diferencia y una es muda.
Este planteamiento adolece en su misma raíz de dos ideas preconcebidas que conviene matizar. La primera es aquella que da por sentado el hecho de que todo el mundo dispone en verano de unas extensas vacaciones. Es el mito luminoso del verano infantil, cuyos días se eternizaban, y septiembre y la vuelta al colegio eran sólo un remotísima certeza apenas divisada en el horizonte. Pero lo cierto es que ya somos adultos y el verano, como todas las estaciones, se pasa ya en un suspiro. Además, muchos siguen trabajando en esta época y los que no lo hacen están deseando hacerlo para evitar pintar paredes, ordenar trasteros (porque “cariño, ahora que tenemos tiempo hay que ponerse”), cuidar a los niños y demás imperativos domésticos. Así que tiempo para leer, tampoco.
La segunda idea, que es la que nos interesa aquí, es que la elaboración de una lista de títulos para el verano parece sostenerse en la creencia de que existe una literatura estival que, por definición, se opone a la literatura que se lee el resto del año. Pero ¿es esto así? ¿Los libros que leemos en verano son sustancialmente diferentes a los que leemos, por ejemplo, en invierno? ¿Existe un mercado literario que, basándose en alguna peregrina estadística sobre los hábitos de lectura estivales, saque a la palestra unos títulos determinados, como el heladero saca sus helados sabiendo que los venderá mejor en verano? Yo creo que no. Y esta falacia genera una serie de tópicos que encuentran fácilmente su réplica. Por ejemplo, aquel que dice que en verano hay que realizar lecturas más ligeras porque el calor embota la mente y hace menos digeribles los libros extensos o de especial dificultad. Por eso se recomiendan los libros de relatos, por ejemplo. Pero, si de tanto tiempo se dispone en verano como se dice, ¿qué mejor momento para leer aquel libro largo o difícil que el apremio del reloj y de las obligaciones del resto del año me impidieron abordar con el debido sosiego? Quizás los estragos del calor no sean más que el parapeto de los perezosos. Del mismo modo, existe una obsesión por la búsqueda de las novedades editoriales “refrescantes” que ayuden a pasar más entretenido el verano. Pero nadie habla de las relecturas calmosas que siempre rescatan de aquel primer camino por el libro, alguna bella flor oculta en los márgenes de la vereda, que nuestro paso ligero había hecho imperceptible.
El lector de verdad lee denodadamente siempre que puede, robándole horas al sueño cuando tiene que madrugar, haga calor o caigan chuzos de punta, y sus preferencias literarias son sólidas y no se modifican en función de la estaciones. Y si realmente está de vacaciones, aprovechará con avidez cada momento que pueda para enfrascarse en la lectura, porque, las personas somos lo que somos, sobre todo, en nuestro tiempo de ocio, más allá de las imposturas artificiales de los roles que nos impone nuestra vida en sociedad. Gregorio Salvador, uno de esos lectores acérrimos lo expresaba de este modo: ”La propia vida, en su dimensión más profunda, más verdadera, la solemos hacer en el ocio, cuando salimos de la rutina del trabajo, de la servidumbre de las obligaciones, y tan sólo la lectura como vacación nos impide caer en nuevas rutinas y nos abre a otros mundos personales, a la excelsitud de otros pensamientos y a la exacta realidad de otras vidas posibles, aunque imaginadas, que nos permiten, comparativamente, ponderar la nuestra, reconocerla y no pocas veces encauzarla”.

7 comentarios:

Javier Angosto dijo...

¡Qué artículo más ameno has escrito, Píramo!
Feliz verano para ti y para todos los que frecuentan el blog. Feliz verano o lo que es lo mismo: felices lecturas.

E. Martí dijo...

Un placer leerte y desearte un feliz verano.

Pilar dijo...

Lo mismo digo, chico, interesantes reflexiones para deducir lo siguiente: se lee lo ligero y los tochos imposibles, se lee esquivando las obligaciones chapucenses y los paseos amansaniños; el que lee, lee. Más si tiene más tiempo, mejor si este es de reposo y calma. Y el que apenas lee lo hace con más atención en estas fechas.
Por ejemplo,libros de poesía, que caben en la bolsa de la playa. Os recomiendo Los sumergidos, de Miguel Ángel Curiel.Aún calentito.

Ramón García Mateos dijo...

Escribes igual de bien en invierno y en verano. Un abrazo, Fernando.

Tisbe dijo...

Qué razón tiene Gregorio Salvador. Y, por supuesto, tú, Píramo. Seguro que este verano nos depara agradables lecturas.

Mari Carmen dijo...

Muy bien, pero te ha faltado recomendarnos unos libros para el verano, jejejeje

Píramo dijo...

Javier, gracias. ¿Qué lecturas tienes en el horizonte?

Esmeralda, gracias. Feliz verano.

Pilar, anoto el nombre de Miguel Ángel Curiel, de quien creo que me hablaste alguna vez. Gracias por la recomendación.

Ramón, viniendo de ti es todo un halago.

Tisbe, echamos de menos tus reseñas. A ver si una de esas lecturas la comapartes en el blog.

Mari, tú siempre tan irónica...