lunes, 2 de enero de 2012

134. La imprenta en Tarragona (II). El Quijote de Avellaneda


En 1588 el rey Felipe II emitió una Real Cédula mediante la cual declaraba centro oficial universitario a la Universidad de Tarragona que, no obstante, ya había sido fundada, aunque todavía sin este privilegio, en 1572 por el Cardenal Cervantes de Gaeta e inaugurada en 1577 por el arzobispo Antonio Agustín, que fue su primer rector.  La Universidad, así consolidada, impartiría los estudios de Gramática, Artes y Santa Teología, amparada por los mismos derechos que el resto de universidades españolas. Esta importantísima concesión real aseguraba la supervivencia de la imprenta en Tarragona, imprescindible en este nuevo contexto de efervescencia humanística. El gran impresor de estos años será Felipe Roberto, a quien debemos, entre otros títulos, la estampación de la General Història del Cavaller Partinobles (1588), novela anónima de caballerías; La Celestina (1595); el Guzmán de Alfarache (1603) y, sobre todo, el Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, compuesto por un tal Alonso Fernández de Avellaneda (1614).
No podemos hablar aquí sobre la identidad real parapetada tras ese seudónimo de Avellaneda. Baste decir que sigue siendo uno de los grandes misterios de nuestra historia literaria y que la crítica ha ido abonando el campo de investigación con una heterogénea nómina de candidatos, algunos de ellos justificados de forma tan peregrina que hasta se ha llegado a decir que fue el propio Cervantes el autor del Quijote apócrifo como reclamo para la segunda parte de la obra por llegar. Otros críticos, llevados por un afán algo chovinista, pretenden que la paternidad de la obra se asigne a escritores locales, como ocurre con la teoría de Juan Serra Vilaró, que sostiene que el autor del libro en cuestión es el tortosino Francisco Vicente García (1582-1623), más conocido como Rector de Vallfogona, con argumentaciones que declaran una portentosa imaginación y escaso juicio, y que ofenden a la honesta y durísima labor de los investigadores.
Es posible que el Quijote de Avellaneda se imprimiera en la Casa de Nazaret, contigua a la Iglesia de Nazaret situada en la Plaça del Rei. Esta casa estaba ocupada desde el siglo XIV por la Cofradía de la Purísima Sangre y parece ser que el espacio de la Sala de Juntas fue el que ocupó el impresor Felipe Roberto para la estampación del libro, algo que no debe resultarnos extraño si recordamos que Felipe Mey también había ocupado el palacio arzobispal hacía 37 años para sus trabajos tipográficos y que las dificultades económicas del taller de Felipe Roberto, bien documentadas, le obligarían a solicitar el amparo, una vez más en la historia de la imprenta tarraconense, de las autoridades eclesiásticas correspondientes, verdaderas mecenas en nuestra ciudad del arte y la cultura.
Algunos sectores del cervantismo han colocado un estigma sobre Tarragona por engendrar ésta la obra sobre la que abominó Cervantes. Así lo pensaron los miembros del Ateneo Tarraconense que desde 1872 y durante cerca de una década, si bien de forma espaciada, organizaron una serie de fiestas y certámenes literarios en honor a Cervantes para la reparación de la ofensa que la ciudad le había infligido por publicar el falso Quijote. No obstante, el Quijote apócrifo es obra de mérito literario y no sería descabellado pensar que, gracias a ella, hoy podemos leer el Quijote de Cervantes íntegro. Cuando el genial escritor supo de la publicación de Avellaneda, se apresuró a terminar su segunda parte para desmentir al otro. Cervantes publicó esta segunda parte en 1615. Y murió al año siguiente. Sin esa aceleración final a cuya carrera se entregó acicateado por el Quijote de Tarragona, quién sabe si hubiéramos quedado huérfanos de nuestro libro más universal.



(1)











                                                                                             (2)

  • (1) Casa de Nazaret, contigua a la iglesia del mismo nombre (Plaza del Rey, Tarragona). Aquí, probablemente, se imprimió el Quijote de Avellaneda en 1614
  • (2) Detalle de la parte superior del pórtico.

4 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Tienes razón, Píramo, en lo último que apuntas. Sin ese acicate -por desagradable que le resultara a Cervantes-, posiblemente no hubiera llegado a escribir la segunda parte del "Quijote".
¿Sigue, por cierto, Cervantes sin tener una calle a su nombre en Tarragona? Si levantara la cabeza, se encontraría con que Tarragona debe de ser de los pocos sitios donde no hay ni una triste calle dedicada a su memoria (ironías del destino, la calle Cervantes de Tarragona está dedicada al cardenal homónimo del que hablas en tus artículos).

Tisbe dijo...

Me ha parecido muy curiosa la anécdota del Ateneo Tarraconense. ¡Qué gran ofensa se había cometido en la ciudad contra el gran Cervantes! Coincido con la teoría que apuntas sobre el impulso que quizás supuso la obra de Avellaneda para que don Miguel acabara la segunda parte de EL QUIJOTE.
Por otra parte, sería un bonito homenaje que la plaza donde se imprimió la obra llevara el nombre de nuestro escritor más universal. A ver si las autoridades tarraconenses se dan cuenta de ello.

Laura Guerrero dijo...

Pues la verdad es que es una lástima que no exista una calle con el nombre de Cervantes y sí una dedicada al supuesto autor apócrifo de nuestro Don Quijote al que no se puede comparar ni mucho menos con el verdadero escritor, pero como bien dices, tenemos que agradecer su aparición ya que gracias a él tenemos hoy el libro que nos representa por excelencia.
Un libro que "los niños manosean, los mozos leen, los hombres entienden y los viejos celebran".

¡¡¡Un abrazo y feliz año nuevo!!!

Píramo dijo...

Javier, que yo sepa no existe ninguna calle con su nombre. Tarragona no suele cuidar demasiado su historia literaria (la que procede del resto de España, claro está). De ser cierto el dato que ofrezco sobre el lugar de la impresión del Quijote de Avellaneda, tampoco estaría mal que se colocara allí alguna placa que lo dijera. Pero nada, ni un triste recuerdo a un acontecimiento que puso a Tarragona en el mapa literario. Pero parece que a la ciudad no le interesa colocarse en ese mapa merced a la literatura en castellano. Una lástima. Pero bueno, en ello estamos. Espero que al menos estas divulgaciones sirvan para algo.

Tisbe, a ver si te enseño el lugar exacto donde se imprimió cuando vengas a Tarragona. De momento, nos conformaremos con ponerle la placa imaginaria nosotros.

Laura, en realidad, la ciudad tampoco tiene una calle con el nombre de Avellaneda. No hay ni una referencia al Quijote apócrifo, aunque sepamos donde se imprimera probablemente. Gracias por tu participación en el blog. Es muy reconfortante comprobar que tus alumnos se involucran con tanto entusiasmo en la materia. Y muy bien traída la cita. Feliz año a ti también.